El embarazo, la anticoncepción, el parto y las enfermedades del aparato reproductor femenino eran tema de estudio y tratamiento en el Antiguo Egipto. Incluso existían fórmulas para evitar la aparición de estrías durante la gestación, conocer anticipadamente el sexo del bebé o solucionar el prolapso vaginal.
Si bien gran parte de la práctica médica estaba basada en la magia, es posible encontrar en los papiros que se refieren al tema diagnósticos y tratamientos especialmente dedicados a eventos relacionados con la mujer. Los papiros de Ebers, Berlín, Westcar y especialmente el de Kahun, dan cuenta de una serie de observaciones y «medicinas» que eran utilizados en el Antiguo Egipto para tratar problemas de ginecología y obstetricia. El estudio de este tema presenta algunas dificultades, especialmente por el mal estado en que se encuentran las fuentes primarias de información, es decir, los papiros. Mucho de su texto está incompleto o bien es difícil de leer. También juega en contra el hecho que varios de los «ingredientes» de las recetas médicas especificadas no han podido ser traducidas o interpretadas, quedando en la incógnita numerosa información. Sin embargo, el trabajo de egiptólogos y arqueólogos ha permitido un acercamiento a las prácticas del swnw en el diagnóstico y resolución de problemas relacionados con la mujer. El control de la natalidad, por ejemplo, fue un tema de preocupación. Las jóvenes en edad reproductiva del Antiguo Egipto contaban con métodos anticonceptivos. Consistían en preparados que se ponían dentro de la vagina. Según el papiro Kahun estos se podían elaborar en base a miel mezclada con un poco de natrón (sal de carbonato). O bien a través del uso de excremento de cocodrilo y leche agria. También se ocupaba la resina de Acacia, productora de ácido láctico, como espermicida. Estudios recientes han demostrado que esta última es efectiva en anular la acción de los gametos masculinos. Algunas de estas fórmulas se repiten en el papiro Ebers.
Los antiguos egipcios conocían la relación entre los testículos, el pene y el embarazo. Sin embargo, creían que el semen se originaba en el corazón del hombre y que, a través de dos conductos, era enviado hacia las gónadas para luego pasar al útero. De ahí que, cuando describían el acto sexual hablaran de «el hombre que pone su corazón dentro de la mujer». Por otro lado, el útero era visto como un órgano cuya estructura consistía en una matriz doble, producto de las observaciones realizadas en animales como la vaca. No conocían los ovarios. Determinar si una mujer podía o no concebir hijos era un factor importante para el egipcio. De eso dependía su perpetuidad tanto en el mundo de los vivos como de los muertos. Uno de los exámenes consistía en que la mujer se introdujera una cebolla o un ajo en la vagina. Si al otro día su aliento olía a alguno de estos bulbos, significaba que era fértil. Esta conclusión provenía de la creencia que el esófago, la cavidad abdominal y el útero estaban unidos (papiro Kahun). Si la mujer no era estéril y, por lo tanto, sus conductos estaban libres, el olor de los elementos introducidos debía despedirse por la boca. La declaración del embarazo, por su parte, no se hacía por ausencia de menstruación sino que por el vómito que los restos en putrefacción de cerveza o dátiles molidos esparcidos por el suelo producían en la mujer. El texto también puede ser interpretado como una manera de conocer si una mujer es fértil. Según el papiro, el número de vómitos determinará el número de nacimientos que producirá) Durante la gestación, sin embargo, los egipcios pensaban que la sangre de la menstruación era desviada hacia la formación y mantención del feto.
Reina Ahmes, embarazada de Hatshepsut. Templo de Deir el-Bahari. Foto: Susana Alegre
Diagnóstico del sexo
Tal como hoy, las egipcias del 1800 antes de Cristo deseaban saber el sexo del hijo que venía en camino. El papiro de Berlín establece un método bastante peculiar. La embarazada debía orinar varios días sobre un montón de trigo y de cebada contenidos cada uno en un saco. Si germinaba el trigo sería un niña, si germinaba la cebada sería niño (papiro Berlín). Estudios actuales demuestran que este tipo de examen era totalmente ineficaz. Pero los antiguos médicos pensaban que a través de la orina la mujer liberaba un poco de los elementos que en su interior estaban generando vida. Estos componentes, entonces, debían favorecer la germinación de los granos. Si bien se equivocaron en el pronóstico del sexo, no estaban tan perdidos en el hecho que la orina efectivamente elimina hormonas que revelan embarazo. La duración del embarazo se definía entre los 271 y 294 días. Algunos textos hablan de 10 meses, otros de 294 días que corresponde al tiempo de gestación de Horus, según establece el mito. Como las actuales, las mujeres egipcias, especialmente las aristócratas, deseaban evitar a toda costa la aparición de estrías. Para prevenirlas se recomendaba el uso de un suave aceite obtenido del fruto del árbol de rábanos picantes. Al momento del parto, la joven pasaba a ser atendida por dos matronas, sin que el médico tuviese participación alguna en el acontecimiento. La embarazada se ponía en cuclillas en el suelo, sobre dos ladrillos o bien se «sentaba» en un tipo de silla sin fondo (esta última corresponde al período tardío)
Nacimiento
La mayoría de las representaciones de alumbramientos indican la aparición de la cabeza y los brazos del niño en primera instancia, lo que sugiere que entendían por parto normal un nacimiento de estas características (y no, por ejemplo, en podálica, es decir, presentando nalgas en primera instancia). El recién nacido era recogido por una de las comadronas, mientras la otra sostenía a la madre por la espalda. Según el papiro Westcar, se cortaba el cordón umbilical y luego se lavaba al niño. No hay registros de que se le vendara el ombligo. La lactancia duraba unos tres años.
Jeroglífico para «parto». Templo de Kom Ombo. Foto Susana Alegre
Para los partos difíciles había una serie de recetas que ayudaban a acelerar el nacimiento del niño (o quizás a producir un aborto terapéutico) Algunos de ellos se ponían vendados en el abdomen, otros se tomaban o bien se introducían en la vagina. También pueden haber servido para contraer el útero o ayudar a expulsar la placenta (papiro Ebers) Su función todavía no está muy clara para los expertos. Para evitar un aborto se sugería una mezcla de cebollas y vino, o bien hojas o frutas de diferentes hierbas junto con aceites y miel para ser aplicado en los genitales.
Aunque el médico egipcio trataba los trastornos ginecológicos, nunca lo hizo a través de la cirugía. Conocían la amenorrea y la dismenorrea (desaparición de la menstruación y menstruación con dolor, respectivamente) como fenómenos anormales. Administraban aceites aromáticos y ungüentos para las inflamaciones de los genitales. El prolapso (la caída) del útero y la vagina producto de numerosos o complicados partos era solucionado, según el papiro Ebers, con fumigaciones. Estas consistían en la quema de diferentes elementos, como excrementos y aceites de trementina que, según la creencia, obligarían a la matriz a volver a su lugar. La paciente debía estar parada o sentada sobre el humo que despedía la fórmula. Otras recetas a base de hierbas y cerveza, se ingerían oralmente y un número muy reducido de preparados era introducido en la vagina.
Conclusión
Si bien la ginecología y obstetricia tal como las conocemos hoy en día no existían en el Antiguo Egipto, sí hubo un ordenamiento en sus escritos sobre el diagnóstico y tratamiento de ciertas dolencias femeninas. Muchas de sus conclusiones fueron producto de la observación y la experiencia más que del estudio fisiológico y anatómico del cuerpo. Gran parte del éxito de los tratamientos pasaba por la magia, por un adecuado uso de rezos y amuletos. También estaban las diosas y dioses encargados de velar por un buen parto, nacimiento, para favorecer la fertilidad y la procreación. Ellos eran un elemento fundamental de la práctica médica. Sin embargo, a pesar que muchas de sus terapias estaban lejos de ser eficaces, otras sí contaban con las propiedades curativas de hierbas y aceites. La experiencia y observación de los doctores (swnw), además del estudio de los textos, los llevaba a diagnósticos certeros, pero la falta de un estudio científico del origen de los males (relación causa – efecto) fue un impedimento importante para desarrollar medicamentos más efectivos.
Bibliografía:
«The medical skills of Ancient Egypt» J. Worth Estes, Science History Publications, USA, 1993.
«La medicina del Antiguo Egipto» John F. Nunn, Fondo de Cultura Económica, 2002.
«La vida en el Antiguo Egipto» Eugen Strouhal, Folio, 1994
Kahun Medical Papyrus, Manuscript for the health of mother and child translation Stephen Quirke, University College London, 2002.