El Valle del Nilo: de la geografía al mito
Por José Iván Bolaños González
26 mayo, 2004
Modificación: 23 mayo, 2020
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Conclusiones

El desarrollo de la civilización del antiguo Egipto a lo largo de su período de existencia ha estado condicionado por el devenir continuo del Nilo, cauce fluvial que ha aportado una ingente cantidad de recursos a los habitantes del valle, principalmente a través de sus inundaciones periódicas. No deseamos caer en el determinismo geográfico, pero no hay duda del intenso condicionamiento que la dinámica fluvial ha tenido respecto a las actividades económicas, políticas, sociales y culturales del Egipto faraónico. Evidentemente, la evolución espacio-temporal de esta civilización no ha dependido únicamente del Nilo y de sus avenidas, sino que también han intervenido con especial relevancia el propio bagaje y riqueza cultural de los egipcios y su capacidad para saber integrar y aprovechar de forma óptima los recursos que el Nilo les brindaba.

El estrecho vínculo que existió entre la geografía del valle y la de la desembocadura del Nilo y la cultura egipcia no sólo se plasmó en un conjunto de técnicas aplicadas con una finalidad productiva, sino también, en el marco de la religión, el Nilo y la totalidad de los fenómenos asociados a éste «crecidas, depósito de sedimentos, exuberancia de flora y fauna, etcétera» se transformaron en un referente de la comunidad, estableciendo un sólido trasfondo en las creencias religiosas y, en particular, en las escatológicas.

Por supuesto, para los antiguos pobladores del valle, el Nilo no fue el único elemento natural que estaba presente en su mundo ideológico; también otros, como el sol, representaron un papel central en el marco de las creencias personales y de la colectividad, reproduciéndose continuamente el carácter cíclico de la naturaleza que tanto interés despertó en el seno de la civilización.

El Nilo, con su poder benigno, pero en ocasiones también destructivo, se configuró en un elemento omnipresente en los esquemas cognitivos que los habitantes del valle plasmaban en el desarrollo cotidiano de sus actividades, orientadas a satisfacer sus necesidades básicas tanto de tipo económico como de índole social, cultural, religiosa, etcétera. Por esta razón, los egipcios recreaban el origen del cosmos y del mundo cada año en el momento justo de la crecida del Nilo y su ulterior descenso, aunque también, en modo alguno, lo hacían cotidianamente condicionados por «el nacimiento y la muerte» del astro Sol, reproduciéndose así el citado ciclo natural, pues la vida y la muerte eran ciclos diferentes, nunca opuestos, para los miembros de la civilización.

El influjo del Nilo también alcanzó el «mundo» al que los egipcios aspiraban llegar tras la muerte, siendo partícipe, por tanto, de una doble dimensión, la terrenal y la escatológica, imposible de disociar si ansiamos conocer la esencia del Nilo, «el secreto» de un río que tanto cautivó a los habitantes del antiguo Egipto[15].


[15] Este artículo está dedicado a Chantal Afonso Trujillo, porque cada idea posee una fuente de inspiración, y ella ha sido la de este trabajo. Además, a su apoyo y opinión crítica.

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