El Valle del Nilo: de la geografía al mito
Por José Iván Bolaños González
26 mayo, 2004
Modificación: 23 mayo, 2020
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El Valle del Nilo: sistema geográfico con entidad propia

Los elementos naturales no se disponen en el espacio condicionados por creaciones antrópicas que han resultado de la plasmación espacial de nuestro conocimiento y formas de concebir lo observado, como los límites políticos internacionales. Así ocurre con el Nilo, que aparece, según el tramo fluvial considerado, tanto en Egipto como en Sudán y Etiopía, aunque su origen más remoto ha de ser buscado en el lago Victoria ubicado entre Uganda, Kenia y Tanzania. Según esto, el valle del Nilo destaca por su disposición meridiana entre los aproximadamente 30º de latitud Norte correspondientes a su desembocadura y los 0º de latitud del lago Victoria.

El tramo fluvial que discurre por el Norte de Sudán y todo Egipto se denomina Nilo, mientras que en la región centro-oriental de Sudán, en torno a las ciudades de Omdurman (o Umm Durman) y Khartum (o Jartum, Khartoum o Al Khurtum), el Nilo se bifurca y da lugar a sus principales afluentes: el Nilo Blanco (Bahr el-Abiad), que procede del Sur de Sudán, conecta a través de sus colectores de menor entidad con los lagos Alberto «actualmente Mobutu Sese Seko» y Victoria (69.500 kilómetros cuadrados), y el Nilo Azul (Bahr el-Assak), que inicia su recorrido en el área lacustre de Tana (de 3.200 kilómetros cuadrados de superficie y situado a 1.830 metros de altitud), en pleno macizo Etiópico, hasta conectar con el Nilo, aportando más del ochenta por ciento del volumen total de las aguas del mismo.

El río presenta una desembocadura en delta en su extremo más septentrional, vertiendo sus aguas al mar Mediterráneo. En este gran delta el Nilo se divide en dos ramas principales, denominadas Rosetta (Masabb Rashid) al Oeste, y Damietta (Masabb Dumyat) al Este.

El sistema fluvial del Nilo riega aproximadamente una décima parte del territorio africano. Desde el nacimiento del Nilo Blanco, la longitud total del río es de unos 5.472 kilómetros . Ahora bien, si consideramos un lejano afluente, el río Ruviranza situado en Burundi, la longitud ascendería a unos 6.690 kilómetros aproximadamente. Su cuenca hidrográfica mide alrededor de 2.867.000 kilómetros cuadrados.

El recorrido del río se caracteriza por la presencia de varias cataratas en su lecho que producen como efecto directo sobre el caudal una aceleración del mismo, además de la consiguiente zapa erosiva en la base de los saltos de agua y, por ende, la profundización creciente del lecho debido al impacto de la columna hídrica en el suelo. Puesto que el flujo del río se dirige desde el Sur hacia el Norte, destacan en su recorrido seis cataratas (cuadro 1).

Los desiertos constituyeron otros de los elementos físicos con significación religiosa como se verá más adelante; compartiendo territorio con el valle del Nilo, siendo el contraste entre éste y aquéllos evidente, tanto desde el punto de vista geológico y climático (temperaturas, precipitaciones, humedad…), como vegetal, edáfico, animal y humano. En Egipto, al Oeste del Nilo aparece parte del desierto de Libia o desierto Occidental, y al Este el desierto Arábigo u Oriental. Ambos se caracterizan por la presencia de las formaciones eólicas más generales, las dunas, adoptando la arena que las compone un color rojizo. En Sudán, al Sureste del lago Nasser se sitúa el desierto de Nubia, y al Oeste de la ciudad de Atbara aparece el desierto de Bayuda. Como es sabido, estas regiones inhóspitas se enclavan dentro del gran desierto del Sahara, que abarca desde la costa atlántica de África del Norte hasta el mar Rojo.

Cuadro 1.
Localización de las principales cataratas existentes en el curso del Nilo (del norte hacia el sur)
Identificación de la catarata Localización espacial
1ª Catarata Lago Nasser «Assuán»
2ª Catarata Lago Nasser «Wadi Halfa»
3ª Catarata Entre Delgo y Argo
4ª Catarata Entre Merowe y Abû Dis
5ª Catarata Entre Abû Dis y Berber
6ª Catarata Entre Shandi y Khartum Norte

Fuente: COLÁS, J. (Director y Coordinador) (1992): Atlas Actual de Geografía Universal , p. 167; y GEORGE PHILIP & SON LIMITED (1998): Atlas Geográfico Universal , p. 71. Elaboración propia.

En cuanto a los sistemas montañosos, además de los ya citados, es preciso referirse a las colinas del mar Rojo situadas a orillas del mar homónimo en el desierto Arábigo, a la meseta Gebel Abyad ubicada al Oeste del desierto Nubio, a la meseta de Libia al Noroeste de la depresión de Qattara, que a su vez se localiza en la región septentrional de Egipto, y a la meseta de Gilf Kebir. Además, destaca la península del Sinaí ubicada en el extremo nororiental de Egipto, cuya comunicación con el resto del país se materializa a través del canal de Suez donde aparece el Gran Lago Amargo.

En relación con los mares y accidentes costeros, al Noreste del desierto Arábigo aparece el golfo de Suez y el Akaba, y al Este del mismo desierto el mar Rojo.

La teoría más aceptada respecto al poblamiento del valle del Nilo es la que defiende los movimientos migratorios de diversos grupos humanos hacia dicho valle debido a la progresiva desertización del Sahara (que alcanzó su último punto álgido en el 3200 antes de Cristo), utilizando en el desplazamiento las vías naturales que constituyen los wadis o uadis (nombres árabes), dadas sus características morfológicas (fondo plano, ancho, de fácil tránsito, etcétera). Este proceso migratorio se habría iniciado en el VII milenio antes de Cristo aproximadamente. Con la llegada de diferentes grupos humanos se introdujeron en el valle nuevos conocimientos sobre la agricultura y la ganadería (PÉREZ Largacha, A., 1993, página 45).

La situación tendente hacia una mayor sequedad del clima provocó una mayor dependencia de la sociedad respecto a los procesos de irrigación propiciados por el Nilo y, en consecuencia, a la agricultura. A pesar de la reducción de las precipitaciones era posible recurrir a pastos efímeros para la alimentación del ganado, mientras que la actividad alfarera se vería muy perjudicada dada la reducción de los recursos madereros que se utilizaban como combustible. También se derivó una serie de consecuencias sociales, pues continuaban llegando nuevos pobladores a Egipto. Así, aparecen nuevas formas de organización social, como la figura del líder «posible futuro faraón», búsqueda de nuevas tierras, necesidad de conexiones endógenas, situación de enclaves comerciales, etcétera (PÉREZ Largacha, A., 1993, página 47).

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