El nacimiento de la escritura jeroglífica egipcia antigua
Por Jorge Roberto Ogdon
29 julio, 2007
Modificación: 21 abril, 2020
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Durante mucho tiempo se creyó que la escritura jeroglífica desarrollada por los antiguos egipcios fue un producto cultural importado de Mesopotamia, o que nació por generación espontánea en el preciso momento en que el legendario Menes hacía entrar a Egipto en el círculo encantado de la Historia. Las investigaciones modernas demuestran que no fue ni lo uno ni lo otro. La comunicación de ideas y sentimientos es uno de los factores determinantes de la conducta y las relaciones sociales del ser humano. Para que la comunicación sea efectiva deben existir formas de transmisión convencionales y comprensibles, aceptadas y entendidas entre quien emite el mensaje y su receptor, esto es, entre el orador y el oyente o el escritor y el lector.

La forma más natural y básica es, entonces, el lenguaje hablado y oído. Otras formas primarias pueden ser táctiles, como el saludo por contacto físico (estrechar manos, abrazarse) o el sistema de escritura Braille para ciegos. Ambos medios se caracterizan, sin embargo, por un factor que los limita temporal y espacialmente: su momentaneidad. Al buscarse un recurso permanente de emisión del mensaje, el ser humano echó mano a una vía que fijara la idea en forma imperecedera: la visión; y así se emplearon objetos o «señales» sobre objetos, que derivaron en «signos» o «símbolos». Algunas tribus africanas, como los Ewe, usan objetos de determinadas formas con función mnemotécnica para la recordación de cantos o proverbios ancestrales.

El sistema visual más directo y obvio es el que recurre a la imagen plástica figurativa como elemento de representación y descripción: los petrogramas y petroglifos primitivos son los primeros ejemplos conocidos. En estos, las figuraciones pueden cobrar el valor de verdaderos símbolos, como ocurre con los diseños de espirales o manos pintadas en negativo o carentes de uno o más dedos, que se encuentran diseminadas por el Norte de África y el Valle del Nilo. Estas imágenes plásticas constituyen precedentes de la escritura propiamente dicha, en tanto y en cuanto la última es un sistema de intercomunicación del lenguaje verbal organizado gramaticalmente; las representaciones neolíticas del Sahara y Egipto antes mencionadas expresan un significado en tanto «signos» o «símbolos», pero carecen de un valor lingüístico, al como sería el caso si fueran una genuina escritura.

Las etimologías de la palabra «escribir», en numerosas lenguas, denotan el común origen del Arte y la Escritura; así, por ejemplo, en eslavo pisati, «escribir», proviene del latín pingere, «pintar»; el mejlah gótico, del alemán malen, «pintar»; en el árabe, katab procede del siríaco makteba, «punzón (para grabar o repujar)». Los ejemplos podrían multiplicarse ad nauseam, pero la identidad original entre la imagen plástica y aquella que denota un valor lingüístico pleno se evidencia, muy claramente, en los logogramas de la escritura jeroglífica egipcia, manifestando, a simple vista, su dependencia de los cánones artísticos; de hecho, las convenciones figurativas que regían a las manifestaciones artísticas y a los logogramas eran exactamente las mismas, convirtiéndose los últimos en versiones diminutas de las primeras. Las imágenes que funcionaron como valores lingüísticos y que, por ende, devinieron signos léxicos primarios, se diferenciaron prontamente de las imágenes artísticas por la drástica reducción de tamaño que sufrían ante la presencia de éstas.

Esta dependencia del signo léxico respecto de la figura descriptiva aparece en los primeros objetos inscriptos con logogramas reconocidos como tales, en Egipto, exhumados en la ciudad de Hieracónpolis (actual Kom el-Ahmar, a 80 kilómetros al sur de Tebas, sobre la margen oeste del Nilo), los que tuvieron la función de exvotos ofrendados por los reyes protodinásticos y arcaicos que fundaron la Primera Dinastía, hacia el 3.150 a.C. De entre estos objetos rituales, la llamada Paleta de Narmer (CGCairo 3055) es el documento más representativo de una serie y el más apto para enseñar la relación que se establecía entre el arte representativo-descriptivo y la escritura. Del análisis de la superficie decorada se desprende la presencia de logogramas dispersos, pero adjuntos estrechamente a las imágenes artísticas.

La propia figura del soberano, en posición central y dominante, establece la ubicación axial y superior de su nombre propio, encerrado en un diseño emblemático, aparentemente del palacio regio, llamado serej en tiempos posteriores. Todos los especialistas coinciden en asumir que es difícil que los logogramas que acompañan a todos los personajes de la paleta signifiquen otra cosa que los nombres propios o títulos de función de los allí representados.

2 Narmer Paleta
Paleta de Narmer. Museo de El Cairo.

Pero la interacción existente entre ambos tipos de imaginería en el antiguo Egipto permite inferir otras cosas. En la misma localidad de Hieracónpolis fue excavada, hace mucho tiempo, una sepultura identificada como «Tumba nº 100», localizada en el Sitio Hk 33 y datada en el Período Predinástico Tardío, fase de Nagada IIc-d. Este enterramiento parece haber sido el de un jefe o líder predinástico, y tiene la peculiaridad de haber conservado, en estado muy deteriorado, un conjunto de pinturas murales. En una de las escenas figuradas se puede ver a un hombre en pie, revoleando una maza piriforme por encima de las cabezas de tres prisioneros arrodillados o acuclillados y maniatados. Exactamente la misma postura y la misma situación que en la Paleta de Narmer, pero unos cuantos siglos antes.

Nadie ignora que la imagen del faraón masacrando a sus enemigos es uno de los leit-motif iconográficos favoritos de la propaganda áulica de tiempos dinásticos, al punto de haberse copiado sin ninguna modificación por sucesivos monarcas. Por otra parte, es bien conocida la convención ortográfica que rige en la escritura jeroglífica clásica, por la cual el número plural se indica por la triple repetición de un logograma que funge, en ese caso, de indicador fonético y semántico para la palabra significada. De esta manera, la combinación de la figura del monarca blandiendo su maza sobre tres víctimas se ha sugerido que es una de las oraciones más antiguas conservadas hasta la actualidad que se haya registrado en la Historia de la Humanidad: Hedye sebiu, «El líder masacra a los cautivos rebeldes».

Con estos nuevos elementos es posible proponer que la famosa Paleta de Narmer es más que una mera expresión artística acompañada de logogramas en función puramente nominativa, y que nuevas lecturas se imponen ante el hecho de que aquello que hasta ahora se consideraban «imágenes artísticas», en realidad, pueden no serlo, sino conformar parte de un mensaje escrito, de una genuina escritura, cuyos principios fundamentales estamos todavía lejos de comprender en su totalidad.

La pintura de la Tumba nº 100 de Hieracónpolis y la Paleta de Narmer nos ponen sobre la pista de otro hecho importante en el desarrollo del medio gráfico de transmisión del lenguaje, como es que los logogramas habían comenzado a entenderse no sólo como logogramas puros, sino también como logosílabos, es decir, signos que indicaban sonidos independientemente de su valor figurativo. Nace así el principio jeroglífico, según el cual las partes verbales difíciles, sino imposibles, de precisar mediante una representación propia, se significaban por logogramas correspondientes a voces homófonas o análogas en valor fonético y que sí tenían una representación concreta, convencional y absolutamente suya. Tal es el caso de mer, «cincel» ( 3 cincel ), para mer, «furioso» (voz sin imagen propia), en el nombre propio de Narmer, «El Siluro Furioso».

4-coloso Min-1894.105
Coloso de Min en Ahsmolean Museum. 1894.105e

Otro caso puntual es el de los enigmáticos logogramas grabados sobre los dorsos de las estatuas colosales procedentes del templo de Min, en Coptos (actual Ajmim, al norte de Abidos), fechadas en tiempos predinásticos y, actualmente, en el Museo Egipcio de El Cairo y el Museo Ashmolean de Oxford. Las inscripciones muestran (por ejemplo en la estatua Ashmolean Museum.1894.105) dos conchillas marinas o dos peces, según B. Williams o Sir Flinders Petrie y E. Baumgartel, respectivamente; dos estandartes de Min y un arpón (o, en el caso de la estatua del Museo Egipcio de El Cairo: un elefante sobre unas colinas, con un ave aferrada a su trompa, junto con un toro y un león marchando sobre sendas montañas). Estos diseños han sido encontrados sobre varias tablillas-etiqueta de madera o marfil, halladas en las tumbas de reyes protodinásticos en Abidos, que abarcan desde Escorpión I (tempos Nagada IIIa2) hasta Narmer mismo (tempos Nagada IIIc-Dinastía I) y su sucesor Hor-Aha.

5 Abidos
Etiqueta del elefante sobre dos colinas, primera forma escrita de «Abidos»

La correlación de la documentación ha permitido saber que el «elefante sobre dos colinas» es la primera forma escrita del nombre de la ciudad santa de Abidos: Ab + Dw = Abdyu, y que el ave que toma la trompa del prosbocídeo es una garza. A su vez, esta ave zancuda aparece con frecuencia en escenas de rituales protodinásticos y arcaicos, como en la Cabeza de Maza de Narmer o en una tablilla-etiqueta encontrada en la tumba de Hor-Aha en Abidos (B 10). Aquí aparece posada sobre el techo abombado de una capilla circunvalada por un cerco o muro.

La tablilla-etiqueta de Hor-Aha es sumamente interesante, ya que en ella se pueden ver tres barcas dirigiéndose hacia un logograma que representa una villa amurallada dentro de la cual se ve, nuevamente, la figura sola de la garza. Esta misma disposición (tres navíos aproximándose a una construcción o ciudad) está registrada sobre un objeto predinástico originado en las excavaciones de la «Tumba L» del cementerio de Qustul, en la Baja Nubia (actual Sudán), que precede a esa tablilla-etiqueta por algunas generaciones, al decir de los excavadores: en este caso, las barcas se dirigen hacia un serej anónimo, que sin duda pretende denotar al gobernante.

6 horus-aha
Tabilla-etiqueta de Hor-Aha

Confrontando ambas escenas nos percatamos de estar en presencia de fraseologías similares, que intentan expresar un mensaje hilvanado y coherente: «navegación al santuario de la Garza» y «navegación al Palacio», respectivamente, o algo muy de ese estilo. Se ha sugerido, con gran sutileza e ingenio, que las barcas en el incensario de Qustul son del tipo propio del Alto Egipto, en tanto que las de la tablilla-etiqueta de Hor-Aha corresponden al del Bajo Egipto. Otro detalle que podría estar señalando un contenido de un mensaje que escapa totalmente a nuestra comprensión a la altura actual de nuestros conocimientos.

Sin embargo, es bien cierto que varios logogramas importantes del repertorio signográfico de la escritura jeroglífica de tiempos dinásticos ya estaban cumpliendo una función estrictamente gramatical en tiempos anteriores al comienzo de la Primera Dinastía.

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