El problema de las fechas
No existen dudas en cuanto a la estancia de los israelitas en Egipto; la presencia semita está bien atestiguada y, por lo tanto, es un tipo de conclusión que debemos aceptar a priori. No es el tipo de tradición que un pueblo inventaría: la esclavitud es un recuerdo humillante para cualquier nación. El problema aquí no es de orden histórico, es decir, si ocurrió o no, sino de orden estructural, i.e., cómo ocurrieron los acontecimientos y cuándo.
El tema de las fechas es un asunto delicado y por eso debemos abordarlo con cautela. Mientras que la cronología bíblica sitúa el éxodo en el siglo XV a. C., la datación que sugiere el registro arqueológico es alrededor del siglo XIII a.C.
La razón de esta diferencia se debe a dos factores: 1) Es imposible armonizar los trabajos de campo debido a que los investigadores de Palestina se manejan con herramientas muy diferentes a las que utilizan los egiptólogos, ya sea por la naturaleza de las fuentes escritas como por los materiales a estudiar; y 2) Los registros de Israel no mencionan el nombre de ningún faraón hasta el período monárquico; por lo tanto, no es factible establecer ninguna concordancia con las dinastías conocidas.
La dificultad de armonizar ambas cronologías con los trabajos de campo
Mientras que la cronología hebrea se basa en los cómputos de tiempo que da el Antiguo Testamento y en períodos generacionales de cuarenta años, se puede sumar desde que Abraham entró en la tierra prometida 430 años, de los cuales sólo 215 años estuvieron en tierra extranjera; esto nos llevaría al año 1513 a. C. para la salida de los israelitas de Egipto. Josefo habla del día trece del mes lunar Jántico, pero dice que el período de 430 se debe contar desde que entraron al país del Nilo ( Antigüedades Judías , Libro II § 318).
Como sea, muchos dudan que estas generaciones de 40 años sean literales, lo que dificulta el asunto, además de contradecir las pruebas arqueológicas. En ausencia de una tradición escrita se ha notado que muchos pueblos han utilizado el número cuarenta. Según Albright, este silencio se encuentra entre los fenicios y entre los cartaginenses.
Por otro lado, la cronología egipcia está apoyada en evidencia fragmentaria. Los historiadores se basan en
la Piedra de Palermo (incompleta), donde se presenta lo que se consideran las cinco primeras dinastías. El papiro Turín (en muchos fragmentos), que proporcionaría la lista de reyes desde el Reino Antiguo hasta el Nuevo. Y, finalmente, se coordinan con los textos de Manetón (treinta dinastías), ayudados por cálculos astronómicos.
Pero las dudas que arrojan tales fuentes son múltiples. La obra de Manetón usada para ordenar el rompecabezas que presentan las pruebas arqueológicas, como ya se mencionó, está perdida y sólo se recuperó de citas de otros escritores antiguos como Josefo (siglo I d. C.), Sexto Julio Africano (500 años después) y Sincelo (Siglo VIII o IX d. C.).
Es muy difícil saber con seguridad lo que es auténtico o lo que es espurio en Manetón. Es plausible que reyes y hasta dinastías enteras hayan gobernado al mismo tiempo, lo que reduciría la cuenta del tiempo asignado de manera considerable. Definitivamente los egiptólogos han depositado demasiada confianza en las inscripciones antiguas, pero la integridad moral de los escribas egipcios es con seguridad muy cuestionable.
Sumado a todo esto, los trabajos de campo difieren en la metodología y en la tarea interpretativa. Mientras que en Palestina, por la naturaleza de sus sitios y de sus fuentes escritas, que están relativamente intactas, se reconstruye una secuencia de acontecimientos en forma ininterrumpida y se les asignan fechas muy bajas; no sucede igual con los sitios egipcios. Estos han sido depredados por los llamados padres de la Egiptología e incluso antes de la invasión napoleónica, asignándoles fechas muy altas.
El enigma del faraón
Este tema ha sido fuente de controversia ¿Por qué la Biblia niega el nombre de los soberanos pero a cambio da el nombre de las parteras que asistieron al nacimiento, entre otros, del niño Moisés?
Una de las razones es que quizá haya habido implicaciones de orden religioso. El faraón (eg., Gran Casa) era para su teología un dios encarnado en la tierra. El halcón Horus, el amanecer, símbolo de la resurrección. Era la unión entre el cielo y la tierra.
Toda su actividad cívica era vista como un rito que protegía a Maât, la justicia y la verdad. Es posible que exista alguna relación entre la función sagrada del faraón y el enigmático jeroglífico hallado en un papiro en Abidos llamado la Casa de la Vida.
En consecuencia, el nombre de los faraones llevaba implícito, ya sea en su escritura como en su simbolismo, el nombre de alguna divinidad; lo que mencionarla bien podía significar reconocer su misma existencia Y los israelitas no reconocían la existencia de ningún Dios vivo a excepción de Yahvé, las demás divinidades eran inertes , dioses de palo y piedra .
Esto se hace evidente en el nombre egipcio de algunos personajes bíblicos, como el mismo Moisés. que tiene la misma terminación de Ra-mesés, o Tut-mosis por ejemplo, pero en el que está ausente el elemento concerniente al nombre de la divinidad.
Sin embargo, el Tetrateuco no guarda ninguna uniformidad en estos casos. Ya que esta construido de varias tradiciones muy antiguas es posible que, mientras algunas conservaron algunos nombres (mayormente de localidades como puntos de referencias), otras lo han omitido. Después de todo era una historia nacional e importaban muy poco estos detalles.
Cabe agregar, a propósito de lo dicho, que el encontrar nombres egipcios en los personajes del Éxodo (como Jofní, Finefás o Merarí, predominantemente en la tribu de Leví), es una prueba contundente de la relación que hubo entre los semitas y los egipcios (Pua y Sifra, las parteras en Éxodo 1: 15, son de procedencia hebrea y por lo tanto de una grafía muy antigua).
Por todo lo antes dicho, no es posible hasta el momento relacionar a los monarcas egipcios que menciona el Génesis ni al faraón que vivió en la época de Moisés con ningún nombre mencionado en las inscripciones.
Pero ¿qué hay de Ramsés II? ¿No es acaso este el faraón que prefieren la mayoría de las obras de consulta para situarlo en dicho período?
Ramsés II
Éxodo 1: 11, habla que los israelitas fueron obligados a trabajar en la construcción de dos emplazamientos, Piton (Casa de Atum, identificada tentativamente con Tell Rettaba) y Ramesés (Casa de Ramsés; San el-Hagar o Avaris, capital de los Hicsos , conocida en los textos griegos como Tanis).
Este hecho ha animado a muchos egiptólogos a relacionar el nombre de esta construcción con el faraón Ramsés II (Dinastía XIX), basándose en las inscripciones del mismo faraón en la que afirma haber edificado una ciudad que lleva su nombre (Per-Ramsés) con mano de obra de esclavos. Sin embargo, esta identificación es sumamente dudosa, el sitio mencionado por los registros hebreos era un depósito mientras que el que menciona las inscripciones egipcias era la capital misma. Por otra parte, aunque el faraón que protagonizó el éxodo hubiera sido Ramsés II, la prueba sigue siendo irrelevante, ya que el sitio que menciona la Biblia fue edificado antes del nacimiento de Moisés (Génesis 47: 11).
En consecuencia, parece que lo único que tuvieron en común el sitio bíblico y la capital de Per-Ramesu (Per-Ramsés) fue solamente el nombre.
Exodo 12:37, dice que Israel partió desde este sitio rumbo al Sinaí. Sin embargo, Josefo identifica a Per-Ramesés con Letópolis, una localidad cerca de Menfis. Esto es apoyado por Estrabón quien la sitúa un poco más arriba del Viejo Cairo (Estrabón XVII, 807).
El duelo de los dioses
Los egipcios eran dados a borrar registros de personas o acontecimientos que no les eran favorables. El mismo Tutmosis III hizo desaparecer el nombre de la reina Hashepsut de los bajorrelieves. En una inscripción acerca de un consejo que el rey Jeti III (2120-2050)a su hijo, decía que si no gobernaba con sabiduría los pueblos borraran tu recuerdo y el de tus ancestros. Vale decir, que no nos extraña que el relato bíblico no tenga una correspondencia en la historia del país del Nilo(con esto no queremos decir que el acontecimiento bíblico fue necesariamente borrado). En cambio, lo que sí esta corroborado por los testimonios es la penetración de grupos semitas en el delta oriental, y que constituyeron una verdadera amenaza. A mediados del Imperio Medio, Amenemhet I como protección contra las incursiones nómadas levantó La muralla del príncipe de la que nos habla Sinuhé. Un sistema defensivo de fortificaciones en los límites del delta oriental.
Por otra parte, el registro bíblico, no nos ayuda demasiado en cuanto a una reconstrucción de orden histórica. La naturaleza del mensaje que quiere describir, es la supremacía de su Dios uno y verdadero sobre los falsos dioses de Egipto.
A continuación repasaremos a modo de ejemplo, el carácter teológico que reviste al relato de Exodo y cual fue el interés principal del cronista, razón por la cual poco importó mencionar los detalles que hoy intentamos dilucidar:
La lucha de las serpientes: Cuando Moisés se presenta ante el faraón, convierte su vara en serpiente para demostrar sus credenciales divinas. La serpiente en Egipto, era símbolo de sabiduría que poseía el mismo rey en su corona. Ahora ésta desafía a su capacidad de gobernar, por ello sus magos también convierten dos varas en reptiles, emblema de los dos reinos, pero la serpiente de Moisés resulta más poderosa que el Alto y el Bajo Egipto, devorando a las otras.
Las plagas
El Nilo se convierte en sangre : El carácter divino del río esta bien atestiguado. Para los egipcios era el dios Hapy. Diodoro Sículo (Libro I: 36, 7-12), habla de su crecida como algo maravilloso. Mientras que todos los demás ríos comienzan a decrecer en el solsticio de verano, éste es el único que empieza a aumentar su cause en ese momento, de manera tal que inunda gran parte del país. Por lo tanto, se celebraba el ritual de la crecida y su relación con el Dios Sol. Más que un dios específico era un espíritu andrógino, aquel que orientaba y ordenaba las caóticas aguas primordiales en virtud de la conservación de la vida humana. Era el símbolo de la vida.
Para los hebreos, la vida residía en la sangre, Yahvé salvaba mediante el derramamiento de ella en la tierra.
En consecuencia, convertir el río sagrado en sangre era una bofetada al centro de la teología egipcia.
Las ranas, los tábanos y los jejenes: La diosa rana Hegt y los dioses de la magia Phat y Thot no pudieron hacer nada al respecto. Maestros de la brujería, eran vistos como deidades que mantenían el orden del cosmos.
Peste al ganado y a los hombres: Los egipcios despreciaban a los pastores, eran ganaderos por excelencia. El que sus animales fueran muertos por una peste no solo fue un golpe a su economía, sino también a los dioses Hator y Apis.
Tampoco Isis, la diosa de la sanación, simbolizada por las fases lunares, como el ojo- en el mobiliario de los templos tiene correspondencia con instrumentos quirúrgicos- tampoco pudo curar a sus adoradores.
Tormenta con granizo y fuego: Set, dios de la tormenta y el relámpago, era visto como una divinidad negativa enemiga de Osiris. Según los escritores antiguos era el Dios de los Hicsos, compatible con las divinidades semitas, como Baal, el dios del rayo. Reshpú, el controlador del fuego, no pudo ayudar a su pueblo, como tampoco Thot, el regulador del tiempo y los ciclos estacionales.
Plaga de langostas: Esto fue un atentado a los ciclos de las cosechas y a los dioses de la fertilidad. El dios Min, relacionado con la fecundidad de la tierra negra, se lo representa bajo el símbolo del toro. En Grecia era asociado con Pan, el que rapta a las mujeres o el que fecunda a su propia madre.
Período de oscuridad en la tierra : Esto atentó contra el poder de las divinidades solares, símbolo de lo masculino, la salud y el orden. Atacó la dualidad Amón-Ra y a la triple manifestación de Horus, Isis y Osiris, funcionando como la voluntad poderosa, el soplo vital y fenómeno brillante.
El golpe contra la dinastía del faraón al dar muerte a su primogénito: El hijo del faraón era Horus, el disco solar alado, el astro naciente. Isis nada pudo hacer por su hijo-esposo. Tampoco Osiris pudo detener la llegada del ángel destructor de Yahvé. Hasta Anubis, el señor de la necrópolis estuvo inerte.
Muerte del mismo Faraón en el Mar Rojo
Los mares que circundaban el país bien amado (el mar Mediterráneo y Rojo o el Mar Grande [ Uadye uer ] y el Mar de Juncos [ she iaru ], como se conocía en la antigüedad) eran vistos como la sustancia primordial donde nacían y morían las demás formas. El agua era entendida como la vida. En los Textos de las Pirámides se puede leer un himno a las aguas divinas.
Es interesante notar que el ideograma del agua corriente VVV , este formado por el signo del agua V , de la luna V y de la mujer V , como símbolo vital.
Thot, el controlador del orden del mundo y Amón, protector de la monarquía, se demostraron incompetentes ante el poder de Yahvé sobre esta fuerza que asimiló al mismo Faraón o dios en la tierra.
Como se habrá podido observar, todo el relato esta plagado de un mensaje religioso, y según se cree pertenecen a una tradición muy antigua, probablemente reelaborada para el tiempo del exilio, fundamentalmente que solo Yahvé es el dios vivo y verdadero y los iconos egipcios no son nada más que la personificación de las fuerzas naturales creada por el mismo dios hebreo.
El tener en cuenta esta visión religiosa, aunada a la interpretación tanto histórica como arqueológica, nos ayudará a revisar los problemas expuestos en el presente trabajo desde varias perspectivas, que hacen al cuadro más completo. Las lagunas del origen y migración del pueblo hebreo desde el país del Nilo hacia el levante como describen los textos bíblicos, como los misteriosos elementos semitas en aparecen en los anales egipcios, se resisten a dejar lo más oscuro del lugar donde están sepultados, el eterno pasado, allí es donde reposan y por ahora seguirán descansando, quizá por ello nunca dejen de fascinarnos.
Bibliografía sugerida
Albright W. Journal of the Anerican Oriental Society New York. 1954. Pág 1939.
Ib. Bulletin of the American Oriental Reseach USA: Vol I. Pág 326.
Bergua J. Historia de las religiones. Vol I. España, 1964.
Briend, J. Israel y Juda en los textos del Próximo Oriente Antiguo; col. Documentos en torno a la Biblia, vol. 4. Barcelona, 1982.
Bright, J. La Historia de Israel. Madrid, 1970 13-Ed.
Brimson, . Exodus en Journal for the Study of the Old Testament; Supplements Serie n° 5. S.l., USA. 1978.
Cassin, E~É. Bottero.~J. Vercoutter, Los imperios del antiguo oriente, vol. II. Madrid, 1974.
Eliade, M. Tratado de Historia de las religiones. Méjico, 1972.
Gleason, L. A. Reseña Crítica: Una Introducción del Antiguo Testamento en USA E. Portavoz, 1994.
Grimal, N. Historia del Egipto antiguo. Madrid, 1996.
Grimberg C. El imperio de las pirámides. Vol. II. Chile, 1986.
Levirani, M. El Antiguo Oriente, historia, sociedad y economía, Barcelona, 1995.
Montet, P. La vida cotidiana en el Antiguo Egipto, Barcelona, 1961.
Müller, F.M. Mitología Egipcia. España, Ed. Olimpo. 1996.
Nickin, B. Studies in Egyptian Chronology. Londres, 1928.
Padró, J. Historia del Egipto faraónico, Madrid, reed. 1997.
Puech, H.-Ch. Las religiones antiguas, vol. I. Barcelona, 1971.
Pritchard, J.B. La arqueología y el Antiguo Testamento. Buenos Aires, 1962.
Id. Atlas de la Biblia, Barcelona, 1991.
Rodríguez de Sepúlveda, M. (tr.) Flavio Josefo: Autobriografía y Contra Apión. Buenos Aires, 1994.
Schwarz, F. Geografía sagrada del Egipto Antiguo. Bueno Aires.
Serrano Delgado, J.M. Textos para la historia del Antiguo Egipto, Madrid, 1993.
Unger, M. Archaeology and the Old Testament. S.l., USA. 1964.
Vara Donado J.(tr) Flavio Josefo: Antiguedades Judías.Vol I. Madrid 1997.
Vidal Manzanares, C. (tr.) Manetón: Historia de Egipto. Madrid, 1993. [Libro I: §§ 1-16 y 25-31].
Wiéner, C. El libro del Éxodo; col. Cuadernos Bíblicos, vol. 54. Barcelona, 1979.
Autor Prof. Sergio Fuster
(Mejora de SEO/Readability/Presentación… 22 de mayo de 2020. No hay cambios en contenidos o ilustración)