Museo Metropolitano de Nueva York. Los museos no son edificios fríos, sin personalidad propia en los que se exhiben colecciones de piezas maravillosas, sino que cada uno refleja la idiosincrasia del pueblo que los alberga y mantiene. Detrás de cada museo hay unas personas, artífices de su enriquecimiento y de sus actividades culturales, que configuran la personalidad del edificio y sus obras.
El Metropolitano tiene la característica fundamental de la sociedad americana: es capitalista. Muchos museos europeos se formaron, en un principio, con las colecciones reales, pero en América no existía la monarquía y los presidentes no se dedicaron a coleccionar arte para el estado. Así que, desde su fundación, hasta sus adquisiciones, el capital privado ha sido fundamental. Hay grandes colecciones cedidas al museo para su exhibición, pero los coleccionistas están obligados a sufragar los gastos de conservación, actividades culturales y publicaciones educativas, exposiciones etc., en las que participen sus obras. El último catálogo editado para las secciones de Egipto y Oriente próximo fue financiado por una editorial japonesa, la Fukutake; y la última remodelación de las colecciones egipcias se hizo con un generoso donativo del matrimonio Carson. Cuando se inauguraron las salas del periodo amárnico, se montó una magnifica exposición titulada “Las Mujeres de Amarna”, aprovechando que el Museo de Berlín estaba remodelándose en ese momento y cedió parte de su colección. A esta exposición también contribuyeron los particulares como el matrimonio Cullman y la publicación del catalogo fue posible gracias a la fundación Doris Duke para Publicaciones. Vemos que en todo momento se ha recurrido al capital privado. Esto no quiere decir que los organismos oficiales no cuiden el museo. De entrada el edificio es propiedad de la ciudad de Nueva York, contribuyendo con la calefacción, la luz y toda la energía eléctrica, además de pagar alrededor de la mitad del costo de mantenimiento, incluida la seguridad. El Estado de Nueva York también otorga una cantidad anual basada en los gastos operativos. Pero el museo puede mejorar sus vitrinas, organizar exposiciones y editar publicaciones gracias a la mentalidad americana de evadir impuestos por medio de contribuciones culturales, lo que a la vez demuestra una magnifica organización interna que sabe dirigirse a las personas o entidades adecuadas para la subvención de sus proyectos. Se puede pensar que los americanos son muy ricos y, por tanto, capaces de afrontar estos gastos. Pero es que hay muchas personas que no pueden efectuar aportaciones dinerarias, contribuyen con su tiempo. Así algunos miembros de “Los amigos del museo” se turnan para atender la librería y vender las reproducciones, diapositivas etc. de la tienda de souvenirs. Otros dedican un mañana o una tarde a la semana para explicar el museo en ingles o en algún idioma etc. Por supuesto el museo tiene personal fijo, alrededor 1.800 personas, pero también cuenta con 900 voluntarios. Este espíritu colaborador y de trabajo en equipo da muy buenos resultados. Deberíamos aprender de ello en España.
La existencia del Metropolitano se debe a un grupo de americanos que, el 4 de Julio de 1866, se encontraba en París y se reunieron para celebrar la fiesta nacional francesa en un restaurante del Bois de Boulogne. John Jay, un conocido hombre de negocios, dirigió a los asistentes un pequeño discurso al terminar la cena. En él propuso a sus compatriotas crear una Galería Nacional de Arte. Su sugestión fue acogida con entusiasmo y así se fundo un club en Nueva York, bajo la presidencia de Jay que pronto agrupó líderes civiles, coleccionistas de arte y patrocinadores filantrópicos.
Mapa de la situación del Museo en la Ciudad.
Después de cuatro años, en Abril de 1870, se fundó por fin el museo Metropolitano de Arte, con sede en la Quinta Avenida, pero en el número 681, no donde se encuentra en la actualidad. De allí pasó a la calle 14 y el 30 de marzo de 1880 se comenzaron las obras de su sede actual de la Quinta Avenida con la calle 82. Tuvo diferentes etapas de la construcción puesto que el edificio se fue desarrollando de acuerdo con la necesidad de alojar nuevas obras, la cesión de colecciones y los esponsor que iban surgiendo, por ejemplo, Lehman, Sakler, Rockefeler, etc.
CONSTRUCCIÓN DEL MUSEO METROPOLITANO
AÑO |
NOMBRE DE LOS ARQUITECTOS |
PARTES DEL EDIFICIO |
1880 |
Calvert Vaus y Jacob Wrey Mould |
Primer edificio cuya fachada oeste, de estilo gótico, es todavía visible |
1902 |
Richard Morris Hunt y su hijo Richard Hwland Hunt |
Pabellón central y fachada neoclásica actual. |
1911-13 |
McKim, Mead y White |
Alas norte y sur |
1975 1979 1980 1982 |
Todas ellas diseñadas por Roche, Dikleloo and Associates |
Ala Robert Lehman Ala Sackler Ala Americana Ala Rockefeller |
El museo tiene tres pisos, y la colección egipcia se encuentra en el principal, a la derecha del hall central. Alberga unas 40.000 piezas colocadas por orden cronológico. Creo interesante señalar tres singularidades de este museo. La primera es que las salas de exposición muestran las piezas principales colocadas con gran belleza y detrás de estas salas hay unas habitaciones, llamadas estudios, con vitrinas atestadas de obras menos importantes, pero que permiten encontrar cualquier objeto documentado en la colección del Metropolitano. Es decir gracias a estos estudios, el museo nos enseña su colección completa. La segunda singularidad la componen dos salas, en las que se encuentran una serie de facsímiles de pinturas murales de tumbas, templos, palacios etc., que nos proporcionan el placer de visitar los lugares egipcios en el propio museo. De ellos hablaremos más adelante. Por último, existe toda un ala, que se construyo cuando los egipcios regalaron el templo de Dendur, por su colaboración en el rescate de los templos nubios inundados con la presa de Assuán, cuando a nosotros nos otorgaron el de Debod. Está dentro de una estructura de cristal, alejado de la contaminación de la ciudad y con la humedad que necesita gracias a un lago artificial construido para su mejor conservación. Un ejemplo que deberíamos seguir.
El departamento de arte egipcio se fundo en 1906, coincidiendo con la iniciación de un programa de excavaciones del museo en Egipto que duraron más de cuarenta años, hasta 1936 y que últimamente se ha reanudado. Fue Lythgoe el primer conservador de la sección egipcia y el iniciador de la etapa excavadora. Pero el personaje más importante de este periodo fue Hebert Winlock. Nació en Washington y estudio en Harvard. Ya antes de graduarse, Lythgoe le invitó a participar en las excavaciones de Egipto, siendo en aquel momento el más joven de la expedición, 22 años. Tomó parte en las expediciones comprendidas entre los años 1906 a 1930, primero como ayudante y luego como director y en 1931fue nombrado director del museo Metropolitano. En Egipto, Winlock formó un magnífico equipo en el que participaba el fotógrafo británico Burton, que fue contratado por el museo Metropolitano y tomo parte activa en el descubrimiento de la tumba de Meketra. Posteriormente trabajo con Howard Carter y Lord Carnarvon y fue quien tomó las primeras fotografías de la tumba de Tutanjamón. Con Winlock trabajaron también otros dos personajes muy conocidos en el mundo de la Egiptología, Norman de Garis Davies y su esposa Nina. Norman fue hijo de un pastor y él mismo fue a Egipto como pastor, pero le atrajo tanto el mundo de las excavaciones que en 1898 fue ayudante de Petrie y desde entonces se dedico a la egiptología. En 1907 Lightgoe fundó un departamento gráfico para el museo y contrató a Davies como director. Ese mismo año se caso con Nina quien participó febrilmente en el trabajo de su marido. Han publicado muchos libros de tumbas tebanas con dibujos de todos los restos de pinturas y jeroglíficos. En 1920, Davies necesitaba un ayudante y pidió consejo a la escuela donde había estudiado su esposa. Allí se encontraba Wilkinson que había participado en la Primera Guerra Mundial y como secuela tenía la salud deteriorada. El director de la escuela pensó que era un joven muy hábil y que el benigno clima de Egipto en invierno, que es cuando se hacen las excavaciones, iba a serle muy favorable. Así se completó este magnifico equipo, gracias al cual conocemos un poco más de la historia y la vida de los antiguos egipcios.
EXCAVACIONES DE WINLOCK
AÑO |
LUGAR |
DESCUBRIMIENTOS |
1906-7 |
Lisht |
Tumba de Senebtisi |
1908-9 |
Carga |
Templo de Hibis |
1910 |
Malkata |
Palacio de Amenhotep III |
1911-12 |
Deir el Bahari |
Tumba de Dagi, dinastía XI |
1912-13 |
Deir el bahariAssasif |
Templo de Montuhotep IITemplo mortuorio de Ramses V y VI |
1914-19 |
PRIMERA GUERRA MUNDIAL |
|
1919-20 |
Assasif |
Tumba de Meketra, dinastía XI-XII |
1920-21 |
Deir el Bahari |
Templo de Montuhotep II y Tumbas reales |
1922-28 |
Deir el Bahari |
Tumba de Ipy (Dinastía XI) Templo de Hatshepsut, tumba de los padres de Senenmut. |
1928-29 |
Deir el Bahari |
Tumba de la reina Merytamón |
La riqueza de la colección del Metropolitano se debe en gran parte a las obras de arte encontradas, puesto que en aquel momento, el departamento de antigüedades de Egipto repartía los hallazgos con las misiones arqueológicas extranjeras. Pero se ha ido complementando con donaciones particulares, intercambios y copras durante todos los años de su existencia.
Vamos a ver algunas obras de la fantástica colección del museo por cronológico de las piezas:
Financiada por la fundación Rogers, se compró en Luxor en 1918, una magnífica escultura que seguramente proviene de Koptos porque representa al rey Sahura acompañado de la divinidad del nomo de Koptos. Está esculpida en gneis, que es una piedra pizarrosa similar al granito y mide 62,9 cm. Es una obra bastante peculiar, ya que han aparecido muchas estatuas de faraones pero hay muy pocas de los reyes de la Quinta Dinastía. Sahura está sentado y porta el nemes tradicional, mientras que la figura del dios, más pequeña que la del rey, está de pie y ofrece al Sahura el símbolo de la vida. En la inscripción partida sólo se puede leer “te doy todo lo se halla en Alto Egipto.”
Memisabu y su esposa.
El matrimonio era un pacto entre dos personas, que no conllevaba ninguna ceremonia civil ni religiosa. Sin embargo en muchas ocasiones se firmaba un contrato en el que constaban los bienes que la esposa aportaba, es decir la dote de la novia, y lo que el novio pagaba por “el precio de una esposa”. También se estipulaba los derechos de la nbt per, la señora de la casa, en caso de divorcio y la herencia de los hijos habidos con esta esposa principal. Algunos aquilataban incluso la cantidad de grano, telas, aceites que el marido tendría obligación de dar a su esposa durante toda su vida. La mujer egipcia gozó de una situación privilegiada, tenía igualdad de derechos con los hombres ante la ley, podía disponer libremente de sus bienes, entablar pleitos, emprender negocios etc.
A pesar de ello, dada la obsesión de los hombres por procrear, al señor de la casa le estaba permitido mantener relaciones sexuales con las siervas y criadas, aunque los hijos nacidos de ellas seguirían siendo siervos a menos que el señor decidiera adoptarlos, lo que solía suceder en caso de no tener hijos con la esposa principal o por algún hecho extraordinario que tocara el corazón del padre. Todo esto nos lleva a pensar que en una familia acomodada habría un batiburrillo de mujeres, esposas, concubinas y criadas y de niños de unas y otras, que lógicamente llevarían a un sin fin de peleas. Los papiros de Hekanajt, encontrados por una de las expediciones del museo, nos hablan de las desavenencias caseras cuando él tomo una esposa secundaria.
En el Metropolitano encontramos una estatua atípica de un matrimonio del reino antiguo que puede sugerir la categoría de la mujer. Se trata de Memisabu y su esposa que vivieron en la quinta dinastía. Normalmente la esposa abraza al marido que mantiene los brazos caídos cuando está de pie, o sobre sus rodillas si está sentado; por el contrario en esta estatua el marido abraza también a su esposa. Además en las representaciones de parejas el hombre avanza el pie izquierdo, como llevando la iniciativa del matrimonio, mientras que la mujer tiene los dos pies juntos; aquí están los dos quietos, como queriendo demostrar un mismo plano de igualdad. Estos pequeños detalles han hecho suponer que era ella la dueña de la tumba. Fue comprada por Rogers Found en 1948.
En lado opuesto se encuentra la estatua de Nikairau su mujer y su hija, también de la quinta dinastía y también subvencionada por Rogers Found en 1952. La esposa es de un tamaño muy inferior y se halla arrodillada a los pies del marido. Sus facciones son una replica de las de su omnipotente señor, así como las de la pequeña hija que abraza la pierna de su progenitor. No sabemos exactamente por qué unas veces aparece la mujer es más pequeña y otras de igual tamaño que el hombre, pero esta costumbre se extiende al reino nuevo donde vemos en la tumba de Sennefer que su esposa Merit aparece en una columna, con una postura semejante a la de esta estatua de Nikairau, mientras en la pared de enfrente la vemos de igual tamaño que su esposo.
El museo ayudó con aportaciones dinerarias las excavaciones llevadas a cabo por la Egyp Exploration Found, que hoy se llama Egypt Exploration Society, y ésta sociedad recompensó al museo con un magnífico relieve del rey Mentuhotep II, de la dinastía XI, quien acabó de unificar el país bajo el sólo gobierno del soberano tebano, después del periodo de desordenes conocido como Primer Periodo Intermedio. El relieve proviene de su templo funerario construido en Deir el Bahari, al lado del famoso templo de Hatshepsut. Fue encontrado por Naville en 1906. El rey lleva la corona Blanca del Alto Egipto, un ancho collar y un traje blanco sujeto por un tirante. Es impresionante la exquisitez de los colores, la perfección técnica, el orden de la composición (que imita la menfita del reino antiguo) y sobre todo es admirable con cuanto detalle han esculpido los jeroglíficos, estandartes, cartuchos y el nombre del templo encerrado en un cuadrado delante del rey. A la derecha vemos los restos de la diosa Hathor con cuernos y disco solar. La inscripción dice “he unificado las Dos Tierras para ti, de acuerdo con lo decretado por las almas de Heliopolis”. La cara de la diosa está machada, quizá en tiempos de la persecución a los dioses de Ajenatón, lo que demostraría que este templo estuvo activo, siete siglos después de su construcción.
Excavación de Metkara.
Una de las excavaciones más sorprendente y reconfortantes fue la iniciada en 1920. Winlock decidió reexcavar una tumba al sur de Deir el Bahari, que había sido ya encontrada por Daressy en 1895 y Mond en 1902, pero que ninguno de los dos arqueólogos lo habían hecho en profundidad. Winlock no quería dejar ese vacío documental y pensaba que cualquier objeto o trozo de relieve podría además dar alguna aclaración sobre los últimos años de la dinastía XI. Empezó a remover la tierra y la basura de la rampa a la entrada de la tumba que les llevó más tiempo de lo pensado sin encontrar nada excepcional. Tanto que el 17 de Marzo se reunió con su equipo y decidieron dedicar solamente una semana más a la tumba, para, al menos, poder diseñar bien su planta. Después de la reunión Winlock se marchó a la casa donde se alojaba la expedición del museo, en Assasif. Esa misma tarde Burton, el fotógrafo, cuando fue a despedir a los obreros, los encontró muy agitados, porque se había hundido algo el suelo y algunas piedras caían al vacío, luego debía haber un pozo. Raspando con las manos llegaron a hacer un agujero y Burton encendió una cerilla pero el pozo era muy profundo y no se veía nada. Entonces envió un mensaje a Winlock: “Ven corriendo y trae linternas potentes” Winlock llegó ya casi de noche y pensando que todo era una falsa alarma. Se echo en el suelo y metió la linterna por el agujero.
Maqueta de granero.
Lo que encontró fue un pequeño mundo de personajillos de madera, muy atareados, andando de un lado a otro y trabajando desde hacía miles de años en un impresionante silencio. Unos remaban, otros llenaban un granero o fabricaban pan y cerveza. Poco a poco todos fueron asomándose con gran emoción al nuevo descubrimiento. Esta tumba nos ha brindado los más bellos ejemplos de maquetas hasta ahora aparecidas. Vemos los barcos con un toldillo donde se encontraba Metkarra y los servidores que lo atienden. Los graneros, con una trampilla en la parte baja por donde se sacaba el grano, y a los criados subiéndolo en sacos por unas escaleras. Cocinas donde se fabricaba el pan y la cerveza, principales nutrientes de los egipcios. Carnicerías donde sacrificaban las reses y colgaban algunas de sus partes para secarlas y poderlas conservar etc., etc.
Portadora.
Quizá la mayor joya encontrada son dos preciosas portadoras que se hallaron andando juntas por el camino de la eternidad. Su camino se separó en el momento del reparto de los hallazgos entre el museo Metropolitano y el del Cairo, hoy cada uno se halla en una casa diferente. La que correspondió a los excavadores es una joven esbelta y elegante. El traje lleva un dibujo de plumas en distintos colores, que significan protección. Los faraones usaban ésta misma decoración en sus faldellines y las reinas se cubren las pelucas con plumas de buitre. Va muy alhajada con collares, pulseras y tobilleras.
Winlock no encontró nada decisivo para completar la historia de la dinastía XI, que es lo que buscaba, pero él mismo reconoció que pocas veces un deber científico da tantas satisfacciones y nosotros le agradecemos poder contemplar ese enjambre de pequeñas personas mostrándonos las actividades de un pasado lejano.
Los reyes de la dinastía XII construyeron sus pirámides cerca de la ciudad de Lisht, lugar concedido al museo para sus excavaciones desde 1906 hasta la fecha. Allí encontraron dos magnificas estatuas de madera de cedro en 1914, una se encuentra en el Cairo y la otra en el Metropolitano. Estaban enterradas dentro del recinto de la tumba privada de Imhotep, cercana a la pirámide de Sesostris l. Puede que represente a este monarca. Lleva la corona Roja del Bajo Egipto y el cetro Hekat, que proviene de los antiguos jefes-pastores de tiempos ancestrales. Está compuesta de 16 piezas de madera ensambladas, perfectamente modelada, se aprecian los músculos y toda ella tiene una gran dignidad.
Pectoral princesa Sithathorjunet
En el año 1914, Petrie encontró la tumba de la princesa Sitharhorjunet excavando dentro del complejo de la pirámide de Sesostris II. Sithathorjunet ostentaba el título de Hija del Rey, pero no llegó a ser reina. En sus joyas figuran, algunas veces los cartuchos de Sesostris II y otras los de Amenemhat III, por lo que posiblemente fuera una hija de Sesostris II, viviría durante el reinado de su hermano Sesostris III y llegó al de su sobrino Amenemhat III quien se encargaría de su entierro. Las joyas de esta princesa se hallaban escondidas en nichos y pasaron desapercibidas por los antiguos ladrones, pero desgraciadamente la tumba sufrió una inundación terrible y cuando en 1914 Brunton, que era un ayudante de Petrie, las encontró, estaban totalmente desmanteladas en pequeñas piezas, con las piedras sueltas, nadando entre los sedimentos. Brunton tuvo la paciencia de dedicar ocho años a la recuperación de las diminutas piezas esparcidas, utilizando un pequeño cuchillo y hasta un alfiler. Disolvía el barro en agua y lentamente iba “pescando” la cuentecillas y otros adornos. Estos cuidadosos métodos arqueológicos y otras investigaciones, han permitido al Metropolitano reconstruir pulseras, diademas, collares, cinturones etc. La mitad del tesoro pasó al museo del Cairo, y la otra mitad al excavador Petrie, quien la vendió al museo por medio de la Rogers Found en 1916. Conviene destacar un precioso pectoral compuesto por 372 trozos labrados de turquesa, lapislazuli, cornalina y gránate incrustados en sus pequeños compartimentos separados entre sí y fundidos en una base de oro. El cartucho del rey Sesostris II está protegido por dos serpientes de las que cuelga el símbolo de “Vida” y dos halcones portando el disco solar representando al dios Ra-Horajte, que llevan en sus patas el signo redondo de “dominioo poder”. El cartucho está sostenido por la figura que significa “millones” que sujeta dos hojas de palmeras que es el jeroglífico de “años”. Por lo que todo el pectoral es una escritura jeroglífica que se puede leer como un deseo “que el dios Ra Horajte conceda poder y vida por millones y millones de años al rey Sesostris”.
Collares
La reciente misión del museo dirigidas por Dieter Arnold, ha excavado en los alrededores de la pirámide de Sesostris III. Allí ha descubierto 1994 la tumba de la reina Weret, posiblemente hija de Amenemhat II, esposa de Sesostris II y madre de Sesostris III. Por la tumba había restos de unas preciosas joyas, entre ellas, unos magníficos leones de oro, parecidos a los que componen una pulsera de la Sithathorjunet, reconstruida y expuesta en este museo. Lo mismo ocurre con unas conchas también de oro, encontradas en la tumba de Weret, que seguramente pertenecerían a un cinturón, ya que las conchas eran un símbolo de fertilidad que se ataban a la cintura las mujeres egipcias. El museo ha reconstruido con mucha paciencia un cinturón similar de la princesa Sithathorjunet.
Hatshepsut.
Otra zona muy importante en las excavaciones del museo fue Deir el Bahari. Allí trabajaron desde 1911 hasta 1939, excluyendo los años de la Primera Guerra Mundial. Winlock encontró un gran número de estatuas de la reina enterradas en un pozo de una cantera adyacente al templo. Parece ser que cuando se inició la persecución de la reina, que no se sabe muy bien si la llevó a cabo Thutmose III o fue en periodos posteriores, las estatuas de Hatsepsut fueron mutiladas, desmanteladas y enterradas en ese pozo. Winlock recogió los trozos desparramados y el museo reconstruyó las estatuas.
Hatshepsut era hija de Thutmose l, se caso con Thutmose II y no tuvo hijos varones, por lo que a la muerte de su esposo subió al trono el hijo de éste con una concubina, el gran Thutmose III. Como era todavía muy niño, la reina ejercía su tutela gobernando Egipto. Parece ser que el poder le gusto y se proclamó faraón. Este hecho trastornó a los artistas que no estaban acostumbrados a esculpir faraones mujeres. En una preciosa estatua de caliza blanca, la vemos con el atuendo de un faraón, el torso desnudo y el faldellín propio de los hombres y el tocado nemes de los faraones. Sin embargo la figura delicada y las facciones de la cara son totalmente femeninas. El artista ha tenido que aunar el mito faraónico a la persona de una mujer. Además, el artista ha sabido reflejar en la piedra las cualidades espirituales de la reina. Vemos los rasgos de una mujer enérgica, sagaz, autoritaria e inteligencia. Esta estatua se encontró repartida. El torso y la cabeza fue desenterrada por el Metropolitano y la parte inferior fue hallada bastante antes y se encontraba en Berlín. Ambos museos hicieron un intercambio para conseguir exhibir la estatua completa.
Peluca de adorno.
Parece ser que una de las condiciones de vasallaje de los príncipes sirios era enviar a una hija para el harén del faraón. Thutmose III, suponemos que tuvo, al menos, tres esposas sirias en su harén, y las tres se enterraron con idéntico ajuar funerario. La tumba de las princesas fue descubierta por los nativos quienes vendieron ilícitamente las riquezas encontradas. Salieron ilegalmente de Egipto y se empezaron a comercializar en el mercado de antigüedades. El Metropolitano estuvo muy atento y compró casi todo el tesoro, a través de Fletcher Found, Frederick Huntley, Lila Acheson Wallace, Joseph Pulitzer y otros, en momentos diferentes. A pesar de esta dedicación se supone que se perdió gran parte del tesoro.
Las princesas llevaron para la otra vida unas joyas magnificas, collares, pulseras duras, sandalias y fundas para cada dedo en oro, etc. Podemos destacar un adorno para la cabeza, compuesto por 450 piezas de oro, de tamaño decreciente y en forma de rosetas, incrustadas con cornalina y cristales de colores. Van sujetas a bandas verticales y cuelgan de una plataforma oval cubriendo toda la peluca.
También es fabuloso su ajuar domestico consistente en vasijas de alabastro, piedra y plata. Hay que tener en cuenta que la plata era más cotizada que el oro en aquel entonces, por lo que el rey no escatimó en otorgar lo mejor para sus tres esposas secundarias. Entre estos objetos de plata resalta por su sencillez y por la belleza de su forma tres potes que el rey dedicó a cada una de las princesas. Dicen: “Otorgado como regalo del botín del rey a la esposa del rey (Merti, Menhet o Menwai) justificada.” Sabemos muy poco de estas tres princesas. Hay egiptólogos que, haber sido enterradas con idéntico ajuar, piensan que debieron morir al mismo tiempo, quizá asesinadas en algún complot del harén.
Destacable es la aportación de un personaje singular; Theodore Davis. Era un rico americano que decidió excavar exhaustivamente el Valle de los Reyes. Realmente Davis ponía el dinero y eran los inspectores del servicio de antigüedades quienes dirigían sus excavaciones. Mientras tanto el americano llegaba cada temporada a disfrutar del invierno egipcio y se paseaba por en el Nilo en una barca particular que adquirió para no compartir los incómodos medios de transporte de la época. Su manera de actuar ha sido duramente criticada, faltan fotografías y dibujos de las tumbas halladas, no se relacionaban con precisión los objetos encontrados, y las narraciones sobre los varios descubrimientos varían según quien los narra. El resultado es que en algunos casos, como en la tumba 55 donde se encontraron restos amárnicos, se ha perdido una información valiosísima sobre el final oscuro de ese periodo. Las prisas de Davis por publicar sus descubrimientos, forzaba a los excavadores a faltar al debido rigor arqueológico.
Empezó sus excavaciones en la temporada de 1901-1902. El Director del Servicio de Antigüedades era entonces Maspero y el Inspector de Luxor era Carter. Así que quien realmente comenzó las excavaciones de Davis fue Howar Carter, ayudado por Newberry. Enseguida tuvo éxito y se descubrió la tumba de Thutmose IV, una de las más bonitas del valle. En ella se hallaban los restos del trono de madera de cedro tallado con la imagen del rey como esfinge que aplasta a los enemigos de Egipto. El interior también se encuentra labrado: el rey está sentado con la corona del Bajo Egipto mientras que por delante la diosa Urethekau le toca la corona y por detrás se acerca el dios Thot. Estas piezas fueron concedidas a Davis quien las legó al museo en 1915.
Winlock estuvo excavando en 1910 en las ruinas del palacio de Amenhotep III, en el lado Oeste de Tebas, lugar que hoy conocemos como Malkata. La planta del edificio es complicada y hoy todavía no sabemos sus límites. Se construyó con motivo de unos fabulosos festivales Sed que el rey celebró en los años 30, 36 y 37, y allí, parece ser que vivió la familia real los últimos años del reinado. De estas excavaciones lo más destacable son los frescos de algunos pavimentos, decorados con escenas de la naturaleza, como pájaros en los marjales del Nilo entre plantas y flores de loto. Los techos también estaban pintados con pájaros volando y el museo ha reconstruido varios paneles especialmente bellos y originales por la gama única de color dorado y marrón, poco común en la pintura egipcia, que utiliza siempre múltiples colores vivos. Pueden representar una puesta del Sol con los pájaros volando en un cielo dorado.
Figura de jaspe amarillo.
Cuando Amenhotep III muere, sube al trono su hijo Ajenatón. Traslada su corte a Amarna, proclama a un dios único, Atón, el disco solar, y todo Egipto sufre una revolución ideológica y artística. De este periodo posee el museo una pieza extraordinaria: un trozo de una cara femenina, en jaspe amarillo, de la que desconocemos la procedencia. Fue comprada por Edward S. Harkness quien la donó al museo en 1926. Es una verdadera obra de arte. La piedra esta muy pulida y trabajada con los cánones del realismo del periodo amárnico, pero resulta difícil de identificar, pudiendo ser una reina o una diosa. El gesto imperioso y quizá un poco amargado de la boca es característico de otras estatuas de Tiy, y como esta reina tenía un templete en Amarna, puede ser que este fragmento perteneciera a una imagen rejuvenecida de la reina Tiy situada en su propio templete. Sin embargo Dorotea Arnold en “Royal women of Amarna” piensa que representa a una mujer demasiado joven para ser la reina Tiy y que podría ser Nefertiti, o quizá Kiya. En todo caso, seguramente sería parte de una estatua compuesta, muy de moda en aquella época. Consistía en hacer la figura con piedras de distintos colores para dar más realismo sin necesidad de pintura. El cuerpo podía ser de caliza blanca, imitando al lino blanco real, y, en este caso, las manos los pies y la cabeza, de jaspe amarillo. En Egipto la carne de los dioses era de oro, así que suponemos que esta sería una estatua de culto a la persona divinizada.
Vaso canopo de Kiya.
Una de las piezas más bellas y a la vez controvertidas que el museo posee del periodo amárnico es la cabeza de uno de los vasos canopos encontrados por Theodore Davis en la tumba 55 del Valle de los reyes. Estas tapas se hallaban encima de unos vasos de alabastro cuya inscripción primera estaba dedicada a la esposa secundaria de Ajenatón, Kiya, y posteriormente raspada para acomodarla a otro propietario. Por tanto, la primera dueña de los vasos se ha clarificado, pero no ocurre lo mismo con las tapas que según Geoffrey Martin encajan mal en los vasos. Indudablemente fueron hechas para un personaje femenino y se alteró posteriormente para el enterramiento de un rey, por ejemplo, añadiendo a su frente el ureo o cobra real. Las cabezas son de alabastro con incrustaciones de vidrio y piedras en los ojos. Por el momento han sido adjudicadas a la reina Tiy, Nefertiti, Kiya, Merytatón y pueden ser de cualquier otra princesa de este reinado. A pesar de no cerrar perfectamente en los vasos, quizá la dama con más probabilidades de estar representada en ellas es la famosa Kiya. Tres de estos vasos se encuentran en el museo del Cairo y uno en el Metropolitano regalado por Theodore Davis en 1915.
En 1939, el museo de Hildesheim estaba trabajado en la rehabilitación de un templo de Ramses II en Hermópolis, y en uno de sus pilonos descubrieron gran cantidad de bloques decorados que servían de relleno. Sus jeroglíficos los identificaban como amárnicos y la delicadeza de sus relieves, como provenientes de algún edificio decorado en los últimos años de vida en la ciudad. La temporada estaba terminando y los bloques eran tantos, que los arqueólogos alemanes no tenían tiempo suficiente para fotografiarlos, medirlos, reseñarlos y copiar sus escenas e inscripciones. Así que optaron por enterrarlos de nuevo y esperar a la temporada siguiente. Desgraciadamente en el aquel momento estalló la segunda guerra mundial y la expedición suspendió sus excavaciones. Se puede suponer lo que hicieron los rateros locales durante los años de la guerra, en los que los lugares arqueológicos tuvieron poca protección. No sólo robaron los bloques descubiertos y enterrados por los alemanes, sino también se apoderaron de un depósito similar que se encontraba en los cimientos del otro pilono del templo. Fácil tarea, pues el pilono estaba en estado ruinoso. Para 1942, los bloques se habían esparcido por el mundo, vendidos a coleccionistas y museos. La mayoría de ellos fueron a parar a América y están alojados en diferentes museos: Brooklin, Boston, Richmond, Tejas, etc. Uno de los mayores coleccionistas privados fue Norbert Schimmel, quien prestó sus relieves al Metropolitano para su exhibición.
Ajenatón y pato.
Entre ellos destaca Ajenatón matando a un pato, por ser la única representación de un faraón sacrificando con sus propias manos a un animal; la cabeza del rey parece reflejar la tensión del momento.
En Amarna las princesas jugaron un importante papel y están representadas en numerosas obras de arte. En estos relieves vemos dos hermanas, con el mechón a un lado de la cabeza, llamado el mechón de juventud, que utilizaban los príncipes y princesas. La mayor tiene el busto de frente, rompiendo con el canon de la representación egipcia. Las princesas amárnicas tienen con frecuencia una cabeza apepinada, principalmente cuando son pequeñas y llevan el cráneo rapado. Sin embargo cuando van creciendo parece que sus cabecitas son normales. Entre estos relieves encontramos a Anjesempaatón, la futura esposa de Tutanjamon con el cráneo normal, arrodillada ofreciendo unos panes a Atón. De hecho, en todas las representaciones del reinado de su esposo no aparece con esa anomalía.
En todos los relieves de Hermópolis comprobamos el realismo anatómico propio del arte de Amarna, la vitalidad de las aletas de la nariz, el hundimiento en el párpado destacando el globo ocular, la delicadeza de las mejillas; junto a ello se refleja la expresión interior de los personajes, el esfuerzo de unos soldados llevando la silla real o la serenidad de las personas reales, el momento preciso en la que un caballo se rasca la pierna, o el suave viento que mueve unas espigas de trigo.
Una pequeña obra de arte de esta época, comprada por Rogers Found en 1940, es un frasquito de perfume extraordinario, en forma de vaso “hesy”. Está hecho de alabastro y la figura de la niña de cornalina a la que se ha excavado por detrás para que se ajuste a la curva del frasco. Es una obra maestra del lapidario que a la vez demuestra la delicadeza de aquella sociedad sibarita. El pelo es de obsidiana o cristal negro; la flor de loto esta compuesta por triángulos de cristal de color púrpura, imitando a la turquesa, y color azul imitando al lapislázuli, los rojos son de cornalina. La base es una lámina fina de oro. No cabe duda de que el vaso es una de las joyas del museo.
Cabeza de escultura de Tutanjamón.
Tras el corto reinado de Smenjkarra, Tutanjamón sube al trono, siendo todavía un niño. Esta cabecita formaba parte de un grupo en el que Amón coronaba al rey. De la figura del dios sólo queda una gran mano imponiendo la corona. Tutanjamón tiene una carita redonda algo infantil con grandes ojos de mirada soñadora. La corona Kepresh está perfectamente cincelada. Esta corona quizá representa un casco de guerra y está formada por multitud de pequeñas plaquitas metálicas pintadas en azul. Se le llama también la corona azul. Fue adquirida por Rogers Found en 1950.
El último rey de la dinastía XVIII es Horemheb, de quien el museo posee una de las mejores estatuas de su persona. Está representado como escriba, cuando todavía era General en el reinado de Tutanjamon. La figura presenta los cambios estilísticos de Amarna, vemos un gran realismo en la anatomía del cuerpo y en la naturalidad de la postura. Normalmente los escribas están sentados con la espalda rígida y Horemheb está mucho mas relajado, con la espalda algo echada para adelante y el vientre flojo. Mientras que el escriba tradicional llevaba el torso desnudo con la paleta de tinta, Horemheb va vestido a la moda con un traje de lino sumamente transparente, y los ojos, en vez de estar fijos en el papiro que debía leer, miran melancólicos a la lejanía. En la falda esta desplegando un papiro con un himno a Thot, dios de la sabiduría. La estatua fue un regalo de los señores Everit Macy en 1923.
Los libros de los muertos fue una pieza imprescindible en los complicados ajuares funerarios a partir del reino nuevo. En él el difunto podía encontrar las fórmulas mágicas para alcanzar la eternidad. Entre los papiros del museo destacaremos el de la dama Nani, cantora de Amón, que vivió en la dinastía XXI. Nos demuestra que las mujeres llegaban a la otra vida, sin necesidad de que las acompañara un marido. Los sarcófagos eran tan bonitos y decorados como los de los hombres y el ajuar funerario, a veces, es más rico que el del esposo. La dama Nani elegiría los capítulos de su libro y se presentaría ella sola, sin miedo, ante el dios Osiris. Fue comprado por Rogers Found en 1930.
Estela de Metternich.
De la dinastía 30 destaca la famosa estela de Metternich, comprada por medio de la Fletcher Fund en 1950. Contiene una leyenda del niño Horus para que quien la lea se cure de la picadura de serpientes, escorpiones, etc. La inscripción cuenta, como Isis había escondido al niño Horus entre los cañaverales de papiros por temor a su hermano Set que los perseguía. Ella fue a saludar a los habitantes de la ciudad y cuando volvió encontró al niño sudoroso, con el cuerpo agarrotado y sin poder moverse. Entonces la diosa dio un grito de dolor y los habitantes del lugar vinieron y todos se lamentaba y estaban muy tristes, pero nadie sabía como devolver la vida a Horus, a quien había picado un escorpión. En esto llegó Neftis y lloró amargamente viendo la aflicción de Isis, hasta que le dice: “Grita al cielo y haz que los marineros del barco de Ra cesen de remar, que el Sol no se mueva en su trayectoria para curar al niño Horus”. El tiempo se paró y el dios Thoth descendió del barco diurno provisto de poderes mágicos y dijo a Isis “Oh diosa Isis, cuya boca conoce como pronunciar encantos, nada va a suceder al niño Horus. Cuando la noche llegue será vencida por la luz para salvar a tu hijo. Y esto mismo sucederá a todo aquel que conozca cuanto está aquí escrito”.Esta leyenda se convirtió en un talismán para los egipcios y la copiaban en ostraca y hasta en piezas de lino para recitarla en el momento oportuno.
Templo de Dendur
El templo de Dendur fue construido por el emperador Augusto, en honor de la diosa Isis y, para ganarse el favor del pueblo, también en honor de dos hijos de dos jefes nubios deificados por morir ahogados en el sagrado Nilo. El mismo Augusto, persona que no se dejó impresionar por la cultura egipcia, ofrece aquí a Isis con la indumentaria propia del faraón. El templo consta de tres habitaciones: pronaos, antecámara y santuario. Es una versión abreviada de los templos egipcios cuya planta se ha conservado con bastante consistencia durante tres mis años. El lugar que lo alberga está encerrado en una estructura de metal y cristal, proporcionando un espacio muy luminoso.
Los Fascímiles
Como hemos dicho el museo posee una colección de facsímiles que realizó el departamento gráfico de las expediciones de Winlock. La mayoría corrió a cargo de Davies y su esposa. En aquel momento tuvieron como finalidad principal ambientar el museo para la colocación de las piezas encontradas, pero hoy se encuentran expuestos en dos salas especiales. Hay unas 370 escenas y nos proporcionan varias ventajas. La primera es ver como eran las pinturas en el momento del descubrimiento, ya que desgraciadamente las tumbas tebanas están sufrimiento mucho deterioro; la segunda es poder contemplar escenas de algunas tumbas cerradas al público, por su mal estado; la tercera es que nos brindan la oportunidad de apreciar la belleza de algunas pinturas desaparecidas.
Pájaros del Palacio Norte.
Entre estas últimas mencionaremos los frescos del Palacio Norte de Amarna. En 1925, la Egypt Exploration Found encontró en el palacio Norte de Amarna una serie de pequeñas salas abiertas alrededor de un jardín hundido con un canalillo alrededor. Una de ellas conservaba todavía las paredes cubiertas de frescos bellísimos de pájaros y flores, entre los cuales había unos nichos. Una de las suposiciones sobre este recinto es que el conjunto podría ser una gran pajarera abierta y que nichos servían para que los pájaros anidaran fácilmente. Los frescos estaban casi al aire, pues su soporte se había destruido por la lluvia y las termitas. Los ingleses intentaron reforzar la pared para poder arrancar las pinturas, pero comprobaron que se destruían. Entonces pensaron edificar un pequeño museo “in situ”, para resguardarlos sin moverlos. Esto ya lo había hecho Petrie con un pavimento encontrado en el Gran Palacio, que hoy se encuentra en el hall del museo del Cairo. Pero los expertos pensaron que las pinturas no iban a resistir tan siquiera los golpes y martilleos de la construcción de un edificio cercano. Entonces pidieron socorro al departamento gráfico del museo Metropolitano que se encontraba en Luxor. Wilkinson cuenta que él calco la pared con un trabajo ímprobo porque se le deshacía y tardó una semana. Los Davies fueron los encargados de copiar los colores. Los frescos desaparecieron, sólo lograron salvar un pavo que se encuentra en el museo Ashmolean de Oxford. Pero los facsímiles propiedad del Metropolitano nos dan una idea de la decoración mural de este palacio. Su importancia radica en que son de las pocas obras de pintura secular egipcia, pues normalmente estaba cargada de simbolismos mágico-religiosos. Aquí el artista se vio libre reglas o motivaciones funerarias y se dedicó a reflejar la naturaleza.
Un museo como el Metropolitano es una fuente casi inagotable de estudio. Estas líneas y estas fotografías son sólo una muestra del departamento de arte egipcio cuya finalidad es avivar el deseo de visitar el museo y, sobre todo, de profundizar en la fascinante cultura del país del Nilo.
En Amigos de la Egiptología también: Recorrido fotográfico por el Museo Metropolitano de Nueva York