Egipto en el Museo del Louvre
Por Teresa Armijo
30 abril, 2008
Modificación: 6 febrero, 2017
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VI-2 El Instituto Francés de Arqueología Oriental (IFAO)

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Foto 41.- Portada del BIFAO

En 1880 se funda el Instituto Francés de Arqueología Oriental de El Cairo, uno de los organismos que más ha contribuido al desarrollo de la egiptología, tanto por sus excavaciones como por sus publicaciones periódicas que incluyen el boletín del Instituto (BIFAO) y prestigiosos estudios monográficos sobre un amplio abanico de temas. Vamos a ver algunas piezas excepcionales que el museo debe a sus excavaciones.

Idealización, simbolismo y retratos

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Foto 42a.- Cabeza de Didufri 42b.- Cabeza de Sesostris III

Vamos a ver dos cabezas de reyes encontradas en dos excavaciones diferentes del IFAO. Desde 1901-1924, excavaron en Abu-Roash, a 17 km de El Cairo y al Norte de Giza. En ese lugar, el hijo de Keops, Didufri, construyó su complejo mortuorio, que debía estar adornado con más de 20 estatuas del rey. El IFAO y la Universidad de Ginebra reemprendieron recientemente los trabajos en la zona. En el templo funerario se encontró una preciosa cabeza de Didufri en cuarcita amarilla (E 12626) que llegó al Louvre en el reparto de 1907.

Desde 1915 a 1940 trabajaron conjuntamente el IFAO y el Museo del Louvre en Medamud donde existía un templo dedicado al dios Montu, dios de la guerra, cuyo culto siguió hasta la época romana; se suponía que protegía a Tebas por su lado Norte. Entre las ruinas coptas y romanas surgieron algunas magníficas estatuas de varios reyes. Una de ellas es la de Sesostris III (E 12962)

Hace años que se mantiene una discusión sobre si los egipcios hacían retratos o si sus personajes eran idealizaciones mágico-religiosas, o bien estaban supeditados a unas imágenes estereotipadas con una simbología fija. Hasta aquí hemos visto la cabeza de Amenhotep III (A 25; foto 27A) con facciones infantiles en el año 30 del reinado, es decir cuando el rey ya debía ser anciano, para aquella época. Tenemos varios ejemplos de este rey envejecido: uno es una estatua acéfala, de pie, con túnica asiática, arrinconada en El Cairo, y otra una estela del Museo Británico encontrada en Amarna (EA 57399); en ambas el rey está gordo y falto de vitalidad. La cabeza del Louvre es claramente una idealización por la que el soberano de Egipto perduraría por siempre joven, bello y con cuerpo de atleta (recordamos la estatua del Museo de Luxor del rey de pie en un trineo, datada en la misma época).

Contemplemos ahora la cabeza de Didufri. Es de una limpieza absoluta, no hay ningún aditamento innecesario. El nemes es liso, sin las rayas que le caracterizan; el cuerpo del ureo no tiene escamas; ni tan siquiera el khol de los ojos distorsiona la fisonomía del monarca. Tiene una gran fuerza expresiva, quizá algo brutal, no es la imagen sonriente e idealizada del rey-dios, sino un hombre serio que muestra su poder. ¿Podemos considerarla un retrato? A pesar de esta fisonomía que nos parece natural, esta escultura es la primera en la que el rey de Egipto se nombra a sí mismo “Hijo de Ra”.

En la foto de la derecha, Sesostris está representado con los párpados pesados, ojeras hinchadas, líneas alrededor de la boca y las comisuras de los labios caídas. Tiene una expresión de tristeza, cansancio y desilusión. Todo ello, rasgos característicos de la vejez. Sin embargo, hay quien afirma que la representación de la ancianidad no significa retrato, sino un símbolo de madurez, experiencia y sabiduría. Se basan en varios ejemplos que parecen copias del rostro de Sesostris, principalmente la estatua de Amenhotep hijo de Hapu de El Cairo.

En Amarna se inicia un proceso retratista que, como hemos visto, produce caricaturas en un primer intento (foto 21), para más tarde realizar obras de arte magníficas y muy personalizadas y expresando el mundo interior de cada personaje (foto 20). Desde entonces se intenta infundir alma y vida a las representaciones, aunque se favorezca al individuo.

Es posible que el retrato no fuera una constante en el arte egipcio, sino que apareciera de forma esporádica

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Foto 43a.- Tesoro de Tod 43b.- Relieves de Montuhotep

Nos vamos ahora a Tod, donde existía otro templo a Montu y, al igual que Medamud, se suponía que protegía a Tebas, en este caso, por el lado Sur. Aunque ya había allí una capilla de la Dinastía V, el templo de Montu fue construido por Mentuhotep II, Mentuhotep III y Sesostris l y fue utilizado hasta época copta. En 1936, después de tres años de excavaciones y bajo una iglesia cristiana de barro, el arqueólogo francés Bisson de la Roque encontró lo que llamamos el tesoro de Tod (izquierda; E 15128, E 15303). Bisson quiso saber si las losas del pavimento eran originales y mandó levantarlas una a una. Le esperaba una excitante sorpresa: un pozo conteniendo cuatro cofres de bronce con el cartucho de Amenemes II, sucesor de Sesostris l. Una vez abiertos los cofres mostraron sus maravillas: lingotes de oro numerados, vasos de plata, algunos importados o al menos con gran influencia de Creta, Siria y Anatolia, platos, trozos de lapislázuli etc. La importancia de este hallazgo no radica solamente en ser uno de los más ricos en plata, sino también en mostrar la relación del Reino Medio con países de Grecia y Oriente Próximo.

El primitivo templo de Reino Medio está casi destruido en la actualidad pero el Louvre conserva unos fragmentos impresionantes de algunos relieves que muestran la delicadeza y maestría de los artesanos de entonces. En el que aquí mostramos el dios sentado en un trono, abraza al rey Mentuhotep (derecha; E 15116). El traje del dios y el lateral de su trono están finamente grabados con plumas.

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Foto 44.- Deir el Medina

En 1917 el Instituto Francés de Arqueología Oriental obtuvo la concesión para excavar en Deir el Medina. A partir de 1922 fue Bernard Bruyère quien emprendió los trabajos de una manera rigurosa, sistemática y científica. Su minuciosa y paciente labor duró hasta 1951. Cada año se publicaba el curso de las excavaciones en Rapports préliminaires de fouilles de l´IFAO, Documents de fouilles y Mémoires de l´IFAO.

Bruyère excavó en el llamado cementerio Este, situado en una ladera de la colina de Qurnet Murray. Su distribución es muy curiosa porque la parte baja de la montaña estaba reservada para niños y fetos, la zona media para adolescentes y lo alto de la colina para los adultos. Una manera original de organizar un cementerio. La mayoría de las tumbas datan del reinado de Hatshepsut y Thutmose III, no tienen ninguna estructura externa, ningún piramidón y por dentro no están decoradas, no hay relieves ni pinturas, son simples pozos donde se enterraron los obreros, con sus estatuas, generalmente de madera y varios muebles, vasijas, cestos y otros utensilios, que nos fascinan por haber sido utilizados por sus propietarios. Gracias a estos restos nos vamos a adentrar en la vida privada de los trabajadores de las necrópolis tebanas.

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Foto 45a.- Silla 45b.- Asamblaje

Como hemos dicho, las casas egipcias tenían pocos muebles y, entre ellos los más utilizados fueron los asientos, especialmente los taburetes y las sillas. En la foto vemos una silla clásica con respaldo, similar a las que todavía hoy utilizamos. Es de la época de Thutmose III (E 14437) y consta de 15 elementos: las 4 patas son lisas y las traseras suben formando los laterales del respaldo; las patas llevan 4 refuerzos y otros 4 listones forman el armazón del asiento; el interior del respaldo está formado por 3 tablones de anchuras diferentes.

Todos los elementos de la silla están unidos por medio de unas espigas que se introducen en agujeros perforados, exactamente del mismo tamaño, y generalmente unidos por un pegamento que se hacía hirviendo pieles y huesos de animales y dejando que el agua evaporara hasta quedar un concentrado viscoso; otras veces se utilizaban resinas calientes hasta formar una pasta pegajosa. En la tumba de Rejmira vemos a un obrero encolando la madera. Nuestra silla se terminó con una pintura cremosa y patinada. Lo más fascinante es que se aprecia el desgaste por haber sido utilizada por una familia de obreros del cementerio Este. Llegó al museo por el reparto de las excavaciones de Bruyère en 1927.

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Foto 46a.- Arca 46b.- Cajitas

El arca de la izquierda perteneció al obrero Jatauy que vivió en tiempos de Amenhotep III. Generalmente en los cofres con la tapa a dos aguas guardaban la ropa personal, mientras que los de tapa plana se utilizaban para la ropa de casa. El adorno preferido de los egipcios para realzar cualquier objeto de madera era la incrustación de otras maderas, pasta vítrea o piedras semipreciosas, pero esto resultaba muy caro para los obreros, por lo que trataban de imitar el sistema por medio de la pintura. En este cofre, tanto los bordes como el friso de pétalos imitan incrustaciones de ébano y marfil.

Las maderas importadas, como el cedro o el ébano eran costosísimas y no se desperdiciaba de ellas ni una sola astilla. Los habitantes de Deir el Medina tenían la facilidad de beneficiarse de las sobras de alguna pieza importante que hicieran en los talleres, para utilizarlas en algún pequeño objeto. En la foto inferior tenemos tres ejemplos de cajitas que generalmente guardaban cosméticos o joyas. La primera, con tapa corredera abierta (E 14657) aprovecha unos listones oscuros para sus cuatro patas y el borde de los dos largueros; la mostrada abajo añade un larguero central y enmarca sus adornos con un junquillo pintado en blanco (N 1322); en la tercera, además de listones de distintas maderas, se han transformando las virutas de ébano en graciosas motas (N 1323). Los botones redondos que aparecen en la tapa y en el cuerpo de la caja, no sólo decoraban, sino que servían de cierre atando ambos con una cuerda. El cofrecillo de la izquierda se halló en la tumba 1389 del cementerio Este y contenía un doble tubo de khol lleno y su bastoncillo para pintarse los ojos.

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Foto 47a.- Jarra de Cerveza 47b.- Plato con frutos 47c.- (Debajo) Tarros envasados

Entremos ahora en la cocina de los antiguos egipcios. La base de su alimentación era el pan y la cerveza. La cerveza tenía muy poca graduación alcohólica y era un líquido espeso y muy nutritivo. Se guardaba en grandes jarras de barro cocido bastante bastas, como la de la fotografía izquierda datada en la Dinastía XVIII (E 14593). En su fondo había todavía un residuo sólido de cebada fermentada, producto principal de la cerveza egipcia.

Además en el país del Nilo se cultivaban con esfuerzo diversos árboles frutales y en el plato (E 14574) vemos 3 granadas, pepitas de melón, 1 pepita de uva, 15 higos de sicómoro, 18 dátiles, 1 fruto del Persea y 7 huesos de otros frutos. Todo ello podría componer una dieta sana y variada consumida en el barrio obrero de Deir el Medina.

Para conservar algunos alimentos se utilizaban recipientes herméticamente cerrados y en algunos casos, por ejemplo, en dos de los potes pequeños de la fotografía inferior (E 16356 y E 14424) se conserva el tapón original. Este tapón se formaba con un amasijo de tierra y paja, con el inconveniente que al secarse podía desprender alguna partícula en el interior del recipiente. Para evitarlo colocaban un platillo de barro cocido que encajaba con exactitud en la boca del vaso, encima del cual se ponía el tapón, ya a salvo de molestos desprendimientos; todo ello se vendaba y ataba con un trozo de lino. En estas vasijas pequeñas se conservaban productos valiosos como las grasas animales o la miel, que no solo servían para la alimentación, sino también para fabricar ungüentos corporales. El tercer vaso (E 14425) como los anteriores está cuidadosamente pulido y pintado con rayas rojizas.

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Foto 48a.- Macetero 48b.- Lámpara 48c.- (Debajo) Encendedor

Varios objetos curiosos encontrados en estas tumbas nos dan una idea más exacta de la vida en el poblado. Por ejemplo, en el cementerio Este apareció un gran numero de cuencos denominados por Bruyère maceteros (E14632) por tener un agujero en la parte baja. El de la foto de la izquierda es del reinado de Thutmose III. Sin embargo, generalmente contenían alimentos, panes o frutos y, en estos casos, el agujero podría servir para hacer circular el aire y evitar su putrefacción; otra posible utilidad sería el cocer en ellos los panes cónicos. Y, ¿por qué no podría usarse como macetero en las casas y aprovecharlo como recipiente en la tumba?

Las lámparas más comunes eran un plato de cerámica lleno de algún líquido combustible, como aceite o grasa, donde se introducía una mecha de lino retorcido. Para encenderlo se frotaba un junquillo seco por las muescas de una madera. Quedan restos oscuros que demuestran su uso.

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Foto 49a.- Ostrakón caza de perros 49b.- Lavandería 49c.- Encargo de ventanas

Una de las grandes joyas de Deir el Medina es un gran pozo situado al Norte del templo de Hathor. Seguramente fue un intento para llegar a la capa freática y obtener el agua sin tener que acarrearla desde el Nilo. Al menos hay dos documentos de la Dinastía XX que lo mencionan y puede que se volviera a intentar en época tolemaica cuando se construyó el templo. Parece ser que en ningún momento obtuvieron el resultado deseado y el pozo sirvió de vertedero para infinidad de ostraka escritas en hierático que nos han aportado una valiosa información sobre la vida y los archivos oficiales de la comunidad. Fue excavado por Bruyère entre 1949 y 1951.

En algunos trozos de piedra los artesanos aprendían a dibujar llegando a ejecutar verdaderas obras de arte como la que representa a tres perros cazando una hiena (izquierda); una curiosidad es la cabeza totalmente retorcida del perro rojizo (E 14366). Llego al Louvre en el reparto de 1935.

Quizá más interesantes son los que nos hablan de la vida del poblado y nos revelan el ingenio de los obreros en momentos concretos de sus tareas. Aquí vemos dos ejemplos. Bruyère publicó en 1937 una serie de “recibos” de lavandería (superior derecha). En la aldea existían unas personas dedicadas al lavado de la ropa en el Nilo, pero como cabe pensar, no todas sabrían escribir. Para cubrir esta ignorancia pintaban en una laja de piedra las prendas recogidas a cada familia, poniendo unos puntos encima de las que se repetían. De esta forma sabían lo que debían devolver en cada casa. Por ejemplo, en la fotografía vemos una camisa, dos triángulos de tela, que era la prenda interior usada a modo de pañal tanto por hombres como por mujeres, una faja con flecos, otra sin flecos y una serie de trozos que no sabemos muy bien para que servirían. De la pieza más utilizada se recogieron 13, la pintada y 12 puntos. Comprobamos que los lavanderos hacen distinción entre la ropa con o sin flecos, ya que las adornadas eran más valiosas y habría que tratarlas con más cuidado siendo, seguramente, más cara su limpieza.

En un cascote de barro rojo (inferior derecha) figura el pedido de cuatro ventanas (E 23554). El texto dice: “A Najtamón. Hazme cuatro ventanas de madera exactamente como el modelo. Date prisa, quisiera tenerlas para mañana. Te explico el modelo: Largo: 4 palmos (0,29 cm.); alto 5 palmos y dos dedos (0,41 cm.)” Esta joya fue comprada en Dra Abu El Naga en 1911 y se data en la segunda mitad del reinado de Ramses II.

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Foto 50a.- Anukis 50b.- Estela de orejas

Los obreros que trabajaban toda su vida en tumbas reales eran muy cuidadosos a la hora de preparar su morada eterna. Se llevaban a sus dioses preferidos, a veces de manera muy simple como esta cabeza de Anukis (N 3534) en madera. Quizá importada por algún obrero de la región de Elefantina, la triada de Knum, Satis y Anukis fue muy venerada entre las familias de la aldea, aunque no ha aparecido ningún santuario dedicado a estos dioses en los alrededores.

Por otra parte, Ahmose Nefertari fue divinizada y junto con Amenhotep I pasaron a ser los protectores de la necrópolis, por lo que se han encontrado muchas estelas dedicadas a su culto. La que vemos (E 14242) perteneció al escultor Iyerniutef, cuya saga familiar era conocida en Deir el Medina pues su abuelo, Pyay, ya era escultor de la aldea y su hijo Pamerihu siguió su camino. En la parte alta, el difunto está ofreciendo a la reina y abajo, junto a su esposa Tabak, a cuatro orejas. Las orejas son uno de los signos externos de la llamada Piedad Personal que consistía en que los fieles se ponían directamente en contacto con los dioses. Esta devoción apareció ya con Amenhotep II pero cuando se extendió fue durante la época ramésida y debilitó la autoridad divina del faraón, puesto que con anterioridad el rey era el único intermediario entre la divinidad y los hombres. Los pares de orejas esculpidos en piedra, madera, barro o cerámica se colgaban en las paredes de los santuarios como exvotos para que los dioses atendieran a sus fieles. En esta estela hay 4 orejas, dos por cada orante, y la inscripción delante de ellas dice que la reina es “aquella que escucha las oraciones”.

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Foto 51.- Sarcófago de Madja

La tumba 1370 del cementerio Este, que perteneció a la dama Madja, es una de las más ricas y de ella posee varios objetos el museo, por ejemplo un espejo encontrado entre las vendas de la momia (E 14465). La dama se enterró en este precioso sarcófago (E 14543) tallado en un solo tronco de árbol estucado y pintado. Lleva una gran peluca azul y un collar terminado en cabeza de halcón. En las cintas amarillas, imitando oro, se leen textos del Libro de los Muertos; en cada lado se ven dos figuras del chacal Anubis. Y lo más curioso es la parte inferior: en el lado izquierdo hay una escena de ofrendas al matrimonio; en el derecho vemos momentos del entierro y dos hombres tirando de un sarcófago con barba de dios, quizá el de la misma dama convertida ya en Osiris. Donado en el reparto de 1935.

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Foto 52.- Tres ushebtis

Como en todos los cementerios egipcios, los ushebtis son frecuentes en Deir el Medina y algunos muy bellos. Los personajes a quien pertenecen las tres figurillas de la fotografía debieron vivir a finales de la Dinastía XVIII. Empezando por la izquierda, el primero se llamaba Hesmeref (E17335), es de madera sin pintar, tiene un porte elegante con una peluca perfectamente tallada y el libro de los muertos inscrito alrededor del cuerpo, pero no luce ninguna joya. Se conocen 6 ushebtis de este personaje y, sin embargo, no se ha localizado su tumba.

El segundo es de Sennefer (E 14004), un simple obrero que se enterró en el pozo 1159, ya ocupado por el Jefe de Equipo Hormes. La figurilla es muy bella en madera ligeramente estucada y pintada; curiosamente lleva la oreja perforada por lo que pudo vivir en el reinado de Ajenatón o algo después, época de poca actividad en Deir el Medina. Su ajuar funerario es bastante pobre: dos ushebtis (el otro dorado está en El Cairo), un par de sandalias usadas y dos vasos. Puede que esto indique un entierro precipitado, lo que estaría de acuerdo con los rasgos infantiles del ushebti.

El tercero perteneció a Hapyaa (E 14374) y es del tipo más frecuente de Deir el Medina: en madera estucada y pintada, con un sudario inmaculado y un saco de grano en una mano. Se encontró en la tumba 1352 perteneciente a Setau, personaje que vivió en tiempos de Ajenatón ya que en dos de sus estatuillas aparece el nombre de Atón. Como vemos la reutilización de las tumbas fue bastante común en el Cementerio Este.

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