Egipto en el cine
Por Susana Alegre García
1 octubre, 2010
Claudette Colbert en el papel de Cleopatra (1934), bajo la dirección de Cecil B. de Mille.
Modificación: 27 abril, 2020
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La fascinación generada por el antiguo Egipto ha provocado que imágenes inspiradas en su estética se reiteren en el arte occidental desde tiempos muy remotos. Ya griegos y romanos se dejaron seducir por sus sugestivas formas, inaugurando un gusto egiptomaníaco que se ha perpetuado hasta nuestros días. La pintura, la moda, la joyería, la arquitectura, la ópera… han mantenido viva, aunque reinterpretada y actualizada, la imaginería de un mundo perdido en los milenios de la historia. No es de extrañar que el cine tampoco pudiera resistirse a los encantos del país de los faraones.

Georges Méliès, en los pioneros estudios Pathé, rodaba el film Cléopâtre en 1899. Esta era la primera ocasión que se narraba en fotogramas la vida de la célebre reina, inaugurando una larga saga de películas en las que Cleopatra ha sido la gran musa. De hecho, la biografía de esta mujer puede considerarse como uno de los temas clásicos y más reiterados del cine egiptomaníaco, posiblemente por permitir mostrar el relato de un amor tempestuoso en el que se mezclan la pasión y la ambición; y, a la vez, por enmarcarse en el lujo exacerbado de una corte decadente y afianzada en la Alejandría de las matemáticas y de la ciencia, con su famoso faro y su no menos famosa biblioteca. Intrigas de corte, traiciones, incestos, celos y guerras, ¿qué más puede desear un guionista como fuente de inspiración?.

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Foto 1. La película Cleopatra protagonizada por Claudette Colbert (1934), bajo la dirección de Cecil B. de Mille, muestra una estética propia del Art Decó y un vestuario atrevido que sorprendentemente escapó a la dura censura del Hollywood de la época.

La vida de una reina del Nilo, el periplo del médico de un faraón, las desventuras de los constructores de las pirámides, y tantas otras, son temáticas que han sido tratadas por el arte cinematográfico y que se integran en el género denominado “reconstrucción histórica”. A pesar de este nombre, en realidad, es excepcional que esas películas narren acontecimientos con visos de auténtica reconstrucción, tratándose en general de relatos eclécticos y en los que ajustarse a la historicidad suele ser lo menos relevante. El antiguo Egipto, de hecho, se convierte en una auténtica excusa, en un marco esplendido en el que situar un relato con el que derrochar auténticos tesoros para levantar decorados magníficos y exhibir vestuarios extravagantes.

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Foto 2. Jack Hawkins y Joan Collins en Tierra de faraones, dirigida por Howard Hawks en 1955, mostrando unos atuendos, peinados y maquillaje que nada tienen que ver con la época que supuestamente retrata la película.

Buena parte de la imaginería presente en el cine egiptomaníaco entronca con una larga tradición estética desarrollada en la pintura europea de los siglos XVIII y XIX. Se trataba de obras que mostraban un Egipto lleno de tópicos: esclavos fustigados, palacios suntuosos, oro a raudales, exuberantes danzarinas, imágenes bucólicas de las orillas del Nilo, cortesanas ligeras de ropa, mancebos adormilados e inmensas construcciones. Los tópicos, los equívocos y hasta los errores garrafales eran, evidentemente, algo común. Pero no menos relevantes para la formación de la estética del cine egiptomaníaco han sido algunas obras teatrales y, especialmente, las óperas enmarcadas en el mundo de los faraones. Lo cierto es que las escenografías desarrolladas en espectáculos como Aida han tenido un intenso influjo en el arte cinematográfico.

Tal es la magnificencia que permitía desarrollar esta ópera y tan seductora resultaba ante el espectador que incluso, aunque parezca sorprendente, existen versiones de Aida en el cine mudo.

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Foto 3. Elizabeth Taylor en el papel de Cleopatra, dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1963, mostrando una estética acorde con la época en que fue rodada.

La pintura Europea, las tramoyas de óperas, los grabados de ciertos libros de viajes… eran creaciones fantasiosas, capaces de generar imágenes impresionantes, llenas de lujo y esplendor. Y fue ahí donde el cine buscó la inspiración; es decir, en un Egipto que, en realidad, ya era un Egipto reinterpretado y filtrado por una óptica deformadora. A ello sumar el gusto y moda de cada época. Por ejemplo, la película Cleopatra de 1934 muestra a una bella Claudette Colbert rodeada de un ambiente propio del Art Decó, muy en boga esos años; a Joan Collins en Tierra de Faraones se la viste y peina de un modo ciertamente acorde con la moda de 1955, pero ni remotamente semejante a lo que conocemos de atuendo en el reinado de Quéope (o Jufu), período en que supuestamente se centra; todo cuanto rodea a Elizabeth Taylor, también en el papel de Cleopatra (1963), encaja a la perfección en la moda de su tiempo, integrando elementos hasta de la estética hippie y sicodélica. ¿Dónde queda el auténtico Egipto en todo esto? ¿Dónde está su auténtica moda y sus gustos?. Pues, salvo contadas excepciones o singulares detalles, generalmente el auténtico antiguo Egipto siempre ha estado muy lejos del Séptimo Arte.

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Foto 4. Fotografía tomada durante el rodaje de Los Diez Mandamientos (1956), que muestra en pleno ensayo a los actores que protagonizan a los principales protagonistas del film, entre ellos, Charlton Heston, Yul Brynner y Edward Robison.

Además de la epopeya histórica, en la narrativa del cine egiptomaníaco ha sido muy reiterada la temática bíblica. Un buen ejemplo lo constituyen las dos más grandes versiones de Los Diez Mandamientos, una realmente magnífica de 1923 y la tan célebre de 1956, protagonizada por actores como Charlton Heston, Anne Baxter o Yul Brynner. En ambos filmes el lanzamiento publicitario se realizó a gran escala, como demostración de la capacidad económica de un Hollywood esplendoroso, en el marco de escenografías impresionantes y gigantescos decorados.

Foto 5. Uno de los fotogramas de la película Ágora de Alejandro Amenábar (2009), donde la astrónoma y filósofa Hipatia aparece junto a su padre y maestro, Teón, también uno de los sabios alejandrinos más reconocidos de su época.

Foto 5. Uno de los fotogramas de la película Ágora de Alejandro Amenábar (2009), donde la astrónoma y filósofa Hipatia aparece junto a su padre y maestro, Teón, también uno de los sabios alejandrinos más reconocidos de su época.

Lo cierto es que el Egipto bíblico de Cecil B. DeMille tenía poco que ver con la historia antigua y hasta con la propia Biblia. Se trataba de un maravilloso e imaginario cartón piedra, mero pretexto para mostrar el gusto hollywoodiano inclinado a fotografiar escenarios grandiosos. La intención era provocar asombro y estupor en el espectador y, de paso, que los estudios norteamericanos pudieran mostrarse con toda su potencia productiva y constructiva, como si de nuevos faraones se tratara; aunque su imperio fuera de efímero cartón y celuloide.

Fotos 6. Vistas de los gigantescos decorados levantados en Malta para el rodaje de Ágora. Ver en http://www.lashorasperdidas.com/index.php/2008/04/07/nuevas-imagenes-de-agora/

Fotos 6. Vistas de los gigantescos decorados levantados en Malta para el rodaje de Ágora. Ver en http://www.lashorasperdidas.com/index.php/2008/04/07/nuevas-imagenes-de-agora/

La capacidad técnica en los últimos años ha permitido que los ordenadores reconstruyan marcos todavía más sobrecogedores, generando virtualmente pirámides, templos o ciudades, y multiplicando simuladamente el número de extras. Pero aún así, las grandes epopeyas centradas en el antiguo Egipto continúan siendo producciones muy costosas, en las que hay que invertir una gran cantidad de recursos y levantar decorados inmensos. Un buen ejemplo de ello es Ágora, dirigida por Alejando Amenábar, cuya promoción insistió en que se trataba de la película más cara del cine español y europeo. La película, que muestra la vida de la astrónoma Hipatia, se ambienta en una Alejandría convulsionada y heredera de viejas glorias, que continúa siendo un centro de investigaciones científicas pero que sucumbe ante los enfrentamientos políticos y fundamentalismos religiosos. Los decorados que para Ágora se construyeron en Malta, por sus dimensiones ciertamente faraónicas, resultan muy impactantes. Es de imaginar que no menos costosa será la nueva producción hollywoodiana que llevará nuevamente a la gran pantalla a la célebre reina Cleopatra, papel al que parece que podrá rostro Angelina Jolie y con un guión que se basará en el libro Cleopatra: A Life, escrito por la ganadora del Premio Pulitzer, Stacy Schiff.

Fotos 7. Vistas de los gigantescos decorados levantados en Malta para el rodaje de Ágora. Ver en http://www.lashorasperdidas.com/index.php/2008/04/07/nuevas-imagenes-de-agora/

Fotos 7. Vistas de los gigantescos decorados levantados en Malta para el rodaje de Ágora. Ver en http://www.lashorasperdidas.com/index.php/2008/04/07/nuevas-imagenes-de-agora/

En un arte donde el rigor histórico y la verosimilitud suele ser lo de menos relevante, aunque con curiosas excepciones, resulta especialmente llamativa la película polaca Faraón de 1966, dirigida por Jerzy Kavalerowicz, inspirada, a su vez, en la novela homónima de Boreslaw Prus (seudónimo de Alexander Glowacki) y publicada en 1897. En esta película, que arranca con una elipse magistral entre la imagen de un escarabajo pelotero y un pobre anciano que se afana haciendo una zanja en el desierto, es, aunque con muchas reservas, la que busca un mayor acercamiento a la realidad del antiguo Egipto, al menos en cuanto a la ambientación se refiere, cuidando la historicidad de los vestuarios, el mobiliario, el maquillaje, las pelucas y detalles como el carro de guerra portado por el monarca o las barcas de papiro que navegan por el Nilo.

La clave del relato de Faraón viene dada por el pulso que sostiene un estado en permanente bancarrota y un sacerdocio que acumula gran cantidad de riquezas y se convierte en el verdadero detentador del poder. En conjunto el argumento consigue un acercamiento libre al momento histórico vivido en Egipto durante el reinado de Ramsés XI, cuyo poder en el sur se vio usurpado por el sumo sacerdote Herihor. No obstante, el objetivo de Kawalerowicz era plantear a través de la historia del antiguo Egipto una reflexión sobre el eterno conflicto entre el poder civil y la influyente clase sacerdotal.

Foto 8. Una de las imágenes de la película polaca Faraón (1966), donde se muestra al rey con la doble corona y los atributos de la realeza.

Foto 8. Una de las imágenes de la película polaca Faraón (1966), donde se muestra al rey con la doble corona y los atributos de la realeza.

Pero el singular enfoque estético de Faraón y su carácter intelectual fueron poco comprendidos por el gran público y en su momento, fuera de Polonia, la película fue un fracaso en taquilla. En España la incomprensión rozó en algunos casos lo ridículo, ya que para animar la taquilla la película llegó a presentarse como “de destape”, debido a los cuerpos desnudos que en ella abundan o las trasparencias de los linos sobre el cuerpo femenino, características tan propias del verdadero atuendo faraónico y que aparecen en la película únicamente como puro prurito arqueológico. En nuestros días, sin embargo, Faraón es en todo el mundo una auténtica película de culto entre aquellos que aman al cine y a Egipto.

En 1932 la momia de un sacerdote, sepultado vivo por amor, finalmente resucitó. Pronto, aunque algo tambaleante, sembró muerte y pavor. Además, la temible momia revivida quería llevarse a la paz del Más Allá a una joven inglesa, Zita Johann, que se parecía como dos gotas de agua a la princesa que el sacerdote había amado cuatro mil años atrás. El rostro de la momia, con los ojos hundidos por los milenios de la muerte aparente, era el de Boris Karloff; la película era La Momia y el director, Karl Freund, fotógrafo del expresionismo alemán que debutó en el cine incomodando los sarcófagos egipcios, el Libro de los Muertos y el culto a la diosa Isis.

Foto 9. Programa de mano de la película Sinuhé el egipcio, dirigida por Michael Curtiz en 1945 y basada en la exitosa novela homónima del escritor finlandés Mika Waltari.

Foto 9. Programa de mano de la película Sinuhé el egipcio, dirigida por Michael Curtiz en 1945 y basada en la exitosa novela homónima del escritor finlandés Mika Waltari.

 

Foto 10. Cartel original del estreno de la La momia (The Mummy) de 1932, con Boris Karloff como protagonista.

Foto 10. Cartel original del estreno de la La momia (The Mummy) de 1932, con Boris Karloff como protagonista.

Las peripecias de Imhotep (el Karloff momificado), generó una larga serie de “sobrinos” cinematográficos. La Hammer, una pequeña productora británica, especialista en filmes de terror de bajo coste, realizó una auténtica saga de películas centradas en el tema de la momia resucitada. La Universal compró los derechos y lanzó todo un ciclo con filmes en los que se reactualizan los resortes estilísticos del expresionismo alemán. En 1959, el heredero de Karloff fue Christopher Lee, quien encarnó a un sacerdote que volvía a la vida para vengar la profanación de la tumba de una princesa, papel protagonizado por Yvonne Furneaux en La momia, del director Terence Fisher y bajo la producción de Michael Carreras.

El cine de terror ha hecho que las momias retornasen del Más Allá con un sueño de amor o de venganza. Regresan envueltas en raídas vendas, provistas de una descomunal fuerza y de una mirada escalofriante. Estos engendros milenarios persiguen a sus víctimas con paso lento y pesado, aunque, sorprendentemente, siempre terminan alcanzándolas. Pero como contrapartida, el cine también ha generado momias cargadas con fuertes dosis de ingenuidad, como la que en 1931 aparece haciendo un tú a tú con Bugs Bunny en una película producida por la Walt Disney. El simpático conejo tenía una “terrible” aventura entre momias, esfinges y pirámides en Egyptian Melodies, dirigida por Wilfred Jackson. El mismo Superman en Superman y las momias, y hasta la surrealista Pantera Rosa en La esfinge rosa, han tenido experiencias similares.

Foto 11. Boris Karloff y Zita Johann en los papeles protagonistas de la película La momia de Karl Freund (1932).

Foto 11. Boris Karloff y Zita Johann en los papeles protagonistas de la película La momia de Karl Freund (1932).

Momias terroríficas, momias infantiloides y hasta momias irónicas, de todo y para todos los gustos. Una de las más burlescas y surrealistas es la mostrada en La momia nacional, de José Ramón Larraz (1981). En esta película, la exuberante momia revivida de una antigua princesa egipcia, vengará su odio transformándose en una violadora de hombres. Se trata de una parodia divertida que juega con los elementos que han caracterizado los filmes de terror que tienen como protagonista a una momia asesina.

Foto 12. Escena de la película La momia, dirigida por Stephen Sommers y estrenada en 1999, donde la actriz, Rachel Weisz, encarna a una arqueóloga muy intrépida.

Foto 12. Escena de la película La momia, dirigida por Stephen Sommers y estrenada en 1999, donde la actriz, Rachel Weisz, encarna a una arqueóloga muy intrépida.

El pavor que habían generado las momias más clásicas del Séptimo Arte, parece que no era suficiente en los tiempos más contemporáneos. Las últimas entregas del género han necesitado incrementar su capacidad violenta y utilizar rebuscados efectos especiales para simular ejércitos de escarabajos carnívoros que emergen de la tierra de un modo incontenible, o terribles rostros dibujados en tempestades de arena, o harapos de vendas que vuelan siniestramente por el aire. Pero lo más llamativo es el matiz intensamente vampírico de estas últimas momias, obsesionadas en absorber energías de los cuerpos de quienes se ponen a su alcance. Momias de fuerza titánica y bocas grotescas, tan repugnantes o más que en la pasado, pero que, como siempre, siguen emergiendo del abismo del tiempo movidas por la pasión y la venganza.

Foto 13. Cartel de la divertida película La momia nacional, dirigida por J. Ramón Larraz, en la que se parodia todo un género de las películas de terror.

Foto 13. Cartel de la divertida película La momia nacional, dirigida por J. Ramón Larraz, en la que se parodia todo un género de las películas de terror.

El cine de misterio y aventuras también ha encontrado en Egipto un marco magnífico en el que situar sus narrativas. Es el caso por ejemplo de Muerte en el Nilo, novela de Agatha Christie llevada a la gran pantalla con el mismo título en 1978 por el director John Guillermin y protagonizada por actores como Peter Ustinov, Angela Lansbury, David Niven, Bette Davis y Mia Farrow. También es una película de crímenes e intrigas La Esfinge de Franklin J. Schaffner (1981). En esta ocasión una doctora en egiptología viaja a Egipto interesada por la vida de un antiguo visir llamado Menefta. Sin embargo, el más trepidante de todos los arqueólogos cinematográficos ha sido indudablemente Indiana Jones, que, En busca del arca perdida (1981), se ve abocado a una espiral de acontecimientos donde se mezclan nazis, aviones que estallan, ciudades arqueológicas y, por supuesto, mujeres en líos que necesitan de la ayuda de un enérgico e incansable héroe. La escena en que Harrison Ford, sobre una antigua maqueta de Tanis, consigue orientar un rayo de luz que le indica el emplazamiento del Arca de la Alianza, es una de las más célebres de los filmes egiptomaníacos y una de las ficciones más memorables del cine de aventuras.

El mundo de la arqueología y los descubrimientos fabulosos ha inspirado reiteradamente la producción de películas. No es raro que el Séptimo Arte se fascinara especialmente por el hallazgo de la tumba de Tutankhamón, ya sea con un objetivo próximo al documental o derivando en la supuesta maldición que rodeó a sus descubridores. Tampoco entre las intrigas vinculadas a las excavaciones arqueológicas han quedado al margen los traficantes de antigüedades y la corrupción de los responsables de su conservación. En La Esfinge, por ejemplo, la investigación de la egiptóloga se cruza con los intereses de una red de sanguinarios saqueadores. Y en La maldición de la tumba de Tutankamón, del director Philip Leacock (1980), el arqueólogo Howard Carter aparece en lucha con una auténtica mafia de traficantes de antigüedades.

Foto 15. Cartel publicitario de la película La esfinge (1981) dirigida por Franklin J. Schaffner y protagnizada por Lesley Anne-Down y Frank Langella.

Foto 15. Cartel publicitario de la película La esfinge (1981) dirigida por Franklin J. Schaffner y protagnizada por Lesley Anne-Down y Frank Langell

Foto 14. Cartel original de la película Muerte en el Nilo (1987) adaptación de una novela de Agatha Christie con Peter Ustinov en el papel del inspector belga Poirot.

14. Cartel original de la película Muerte en el Nilo (1987) adaptación de una novela de Agatha Christie con Peter Ustinov en el papel del inspector belga Poirot.

 

Se nos muestra, incluso, el robo de toda una serie de valiosos objetos extraídos del interior de Tutankhamón y que, inesperadamente, explotan en un avión, dejando sólo una nube de fuego en el aire. Una ficción, claro; afortunadamente.

En El misterio de la tumba de la momia, de Michael Carreras (1964), un clásico del género de las momias, también aparece la idea de la utilización poco acertada de los restos patrimoniales egipcios. Esta vez es la momia de un antiguo príncipe la que sufre los efectos de unos desalmados que pretenden exhibirla como un espectáculo de feria. Este destino, o ser el centro de fiestas donde la alta sociedad europea desvendaba una momia faraónica, no era realmente algo imaginario y fue una realidad que estuvo de moda especialmente en el siglo XIX. Sin embargo, en la película de Michael Carreras se produce una resistencia ante semejante ultraje. Tal cosa costó la vida al arqueólogo que realiza el descubrimiento, que es asesinado por una banda de beduinos que, además, siguiendo un supuesto ritual del antiguo Egipto, le cortan la mano.

Fotos 16. Cartel anunciador de la película En Busca del Arca perdida (1981) protagonizada por Harrison Ford en el papel de Indiana Jones. Abajo, maqueta de la ciudad de Tanis (Egipto) donde el célebre aventurero logra localizar el emplazamiento del Arca de la Alianza.

Fotos 16. Cartel anunciador de la película En Busca del Arca perdida (1981) protagonizada por Harrison Ford en el papel de Indiana Jones. Abajo, maqueta de la ciudad de Tanis (Egipto) donde el célebre aventurero logra localizar el emplazamiento del Arca de la Alianza.

Una mano que cobra vida de modo independiente y que reaparece durante el filme como ingenuo recurso aterrorizador, que se arrastra sobre sus dedos y mata a los infelices culpables del tan terrible crimen contra la dignidad del milenario príncipe.

En Fuera del tiempo (1989), el director Anward Kawadri presenta la historia de un hombre obsesionado por conseguir descubrir la tumba de Alejandro en las excavaciones de la antigua Alejandría, un objetivo que efectivamente obsesiona en la vida real a algunos arqueólogos. En la ficción, sin embargo, el descubrimiento se hace posible. Pero para colmo de males la momia de Alejandro cae en malas manos y, como resultado, los restos de tan ilustre personaje se pulverizan al estrellarse contra el mar al caer de un helicóptero

Fotos 17. Cartel anunciador de la película En Busca del Arca perdida (1981) protagonizada por Harrison Ford en el papel de Indiana Jones. Abajo, maqueta de la ciudad de Tanis (Egipto) donde el célebre aventurero logra localizar el emplazamiento del Arca de la Alianza.

Fotos 17. Cartel anunciador de la película En Busca del Arca perdida (1981) protagonizada por Harrison Ford en el papel de Indiana Jones. Abajo, maqueta de la ciudad de Tanis (Egipto) donde el célebre aventurero logra localizar el emplazamiento del Arca de la Alianza.

El punto de vista que ha centrado con mayor seriedad el tema del expolio, ha venido desde los más directamente afectados, es decir, los egipcios. Aún siendo muy mal conocido en el marco occidental, lo cierto es que el cine egipcio es uno de los más prolijos. Sus producciones se difunden ampliamente por todo el mundo árabe, donde son muy apreciadas. Es cierto que la mayor parte de las veces se trata de películas melodramáticas de poca calidad, pero no podemos olvidar excepcionales cineastas como Xadi Abd el-Salam, que en su película La Momia de 1969 rememora el descubrimiento del escondite de momias reales de Deir el-Bahari y las sórdidas querellas que el descubrimiento comportó. También destaca Yussef Chahine, con una producción que se ha difundido más allá de las fronteras de su país, gracias, sobre todo, a los galardones conseguidos en diversos festivales. El director recibía en 1984 el aprecio de la crítica con una producción franco-egipcia titulada Adiós, Bonaparte, en la que se narra la celebérrima expedición de Napoleón y el encuentro de la no menos celebérrima Piedra de Roseta. Lo más interesante es que la expedición es mostrada desde el punto de vista egipcio, es decir, la visión de un pueblo cuyo país se disputaban entre extraños y que, además, contemplaba desconcertado como era saqueado su patrimonio histórico. La película fue presentada por el propio director como un grito contra el expolio y como una llamada a las conciencias.

Foto 18. Youssef Chahine y su equipo en el templo de Deir el-Medina, rodando La memoire, primera entrega de una trilogía autobiográfica del director y estrenada en 1994.

Foto 18. Youssef Chahine y su equipo en el templo de Deir el-Medina, rodando La memoire, primera entrega de una trilogía autobiográfica del director y estrenada en 1994.

El antiguo Egipto ha inspirado filmes de carácter histórico, bíblico, terrorífico, pornográfico, cómico, de aventuras, de intrigas, de animación y hasta de ciencia ficción. Tampoco quedan al margen las series de televisión y los telefilmes, de los que existen una gran variedad de producciones que encajan en infinidad de géneros. El Séptimo Arte no se ha dejado amedrentar por maldición alguna, ni siquiera por el bajón en las taquillas o el coste de las producciones, y una y otra vez ha invertido su imaginación y sus recursos en los atractivos que el país nilótico ofrece: desde las tumbas a los palacios, desde la belleza de las reinas a la monstruosidad de las momias reencarnadas, desde lo tétrico a lo divertido, desde lo bíblico a lo déspota, desde lo putrefacto a lo sensual.

 

Autora Susana Alegre García

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