Alejandría
Por Ahmed Kandil 
18 julio, 2003
Modificación: 16 mayo, 2020
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6 – La Biblioteca de Alejandría

Fue en Alejandría durante los seiscientos años que se iniciaron hacia el 300 a..C., cuando los seres humanos emprendieron en un sentido básico, la aventura intelectual que nos ha llevado a las orillas del espacio, pero no queda nada del paisaje y de las sensaciones de aquella gloriosa ciudad de mármol. La opresión y el miedo al saber han arrasado casi todos los recuerdos de la antigua Alejandría.

Su población tenía una maravillosa diversidad; soldados macedonios y más tarde romanos, sacerdotes egipcios, aristócratas griegos, marineros fenicios, mercaderes judíos y visitantes de la India, todos ellos, excepto la vasta población de esclavos vivieron juntos en armonía y respeto mutuo durante la mayor parte del período que marca la grandeza de Alejandría.

La ciudad fue fundada por Alejandro Magno y construida por su antigua guardia personal. Alejandro estimuló el respeto por las culturas extrañas y una búsqueda sin prejuicios del conocimiento. Según la tradición ( y no ha de importar mucho que esto fuera o no cierto ) se sumergió en el Mar Rojo y en lo que es considerada la primera campana de inmersión del mundo. Animó a sus generales y soldados a que se casaran con mujeres persas e indias, respetó los dioses de los demás pueblos y por ejemplo, coleccionó formas de vida exóticas, entre ellas, un elefante que destinó a su maestro Aristóteles.

Su ciudad estaba construida a una escala suntuosa, porque tenía que ser el centro mundial del comercio, de la cultura y del saber. Estaba adornada con amplias avenidas de treinta metros de ancho, con una arquitectura y una estatuaria elegante, con la tumba monumental de Alejandro y con un enorme faro, una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Pero la maravilla mayor de Alejandría fué su biblioteca y su correspondiente museo (en sentido literal, una institución dedicada a las especialidades de las Nueve Musas ). De ésta biblioteca legendaria lo máximo que sobrevive hoy en día es un sótano húmedo y olvidado del Serapeum, el anexo de la biblioteca, primitivamente un templo que fue vuelto a consagrar al conocimiento y unos pocos estantes enmohecidos pueden ser en la actualidad sus únicos restos físicos. Sin embargo, este lugar fué en su época el cerebro y la gloria de la mayor ciudad del planeta; el primer auténtico instituto de investigación de la Historia del Mundo.

Los eruditos de la Biblioteca estudiaban la totalidad del Cosmos ( palabra griega que significa el orden del universo ), en cierto modo, lo opuesto al Caos. Presupone el carácter profundamente interrelacionado de todas las cosas, inspira admiración ante la intrincada y sutil construcción del Universo.

Había en la Biblioteca una comunidad de eruditos que exploraban la física, la literatura, la medicina, la astronomía, la geografía, la filosofía, las matemáticas, la biología y la ingeniería. La ciencia y la erudición habían llegado a su edad adulta.

El genio florecía en aquellas salas. La Biblioteca de Alejandría fué el lugar donde los hombres se reunieron por primera vez de modo serio y sistemático el conocimiento del mundo. Además de Eratóstenes, allí se instruyó el astrónomo Hiparco que ordenó el mapa de las constelaciones y estimó el brillo de las estrellas; Euclides, que sistematizó de modo brillante la geometría y que en cierta ocasión dijo a su rey que luchaba con un difícil problema matemático: «no hay un camino real hacia la geometría»; Dionisio de Tracia, el hombre que definió las partes del discurso y que hizo en el estudio del lenguaje lo que Euclides hizo en la geometría; Herófilo, el fisiólogo que estableció de modo seguro, que es el cerebro y no el corazón la sede de la inteligencia; Heron de Alejandría, inventor de cajas de engranajes y de aparatos de vapor y autor de un autómata, la primera obra sobre robots; Apolonio de Pérgamo, el matemático que demostró las formas de las secciones cónicas ( elipse, parábola e hipérbola ) las curvas que como sabemos actualmente siguen en sus órbitas los planetas, los cometas y las estrellas; Arquímedes, el mayor genio mecánico hasta Leonardo de Vinci y el astrónomo y geógrafo Tolomeo, que compiló gran parte de lo que es hoy la pseudociencia de la astrología; su universo centrado en la Tierra estuvo en boga durante 1500 años, lo que nos recuerda que la capacidad intelectual no constituye una garantía contra los yerros descomunales y entre estos grandes hombres hubo una gran mujer, Hipatia, matemática y astrónoma, la última lumbrera de la biblioteca cuyo martirio estuvo ligado a la destrucción de la Biblioteca siete siglos después de su fundación, historia a la cual volveremos.

Los reyes griegos de Egipto que sucedieron a Alejandro tenían ideas muy serias sobre el saber. Apoyaron durante siglos la investigación y mantuvieron la biblioteca para que ofreciera un ambiente adecuado de trabajo a las mejores mentes de la época. La Biblioteca constaba de diez grandes salas de investigación, cada una dedicada a un tema distinto. Había fuentes y columnatas, jardines botánicos, un zoo, salas de disección, un observatorio y una gran sala comedor donde se llevaban a cabo con toda libertad las discusiones críticas de las ideas.

El núcleo de la biblioteca era su colección de libros. Los organizadores escudriñaron todas las culturas y lenguajes del mundo. Enviaron agentes al exterior para comprar bibliotecas. Los buques de comercio que arribaban a Alejandría eran registrados por la policía, y no en busca de contrabando, sino de libros. Los rollos eran confiscados, copiados y devueltos luego a sus propietarios. Es difícil de estimar el número preciso de libros, pero parece probable que el numero de libros en la época de Ptolomeo I era 200.000 volúmenes y en la época de Ptolomeo II fue duplicado a 400.000 volúmenes. Cuando llegó Cesar a Egipto en el año 48 a. C., el numero se aumentó 700.000 volúmenes, Marco Antonio ofreció a Cleopatra 200.000 volúmenes de la Biblioteca del Pérgamo. Finalmente el numero de los libros llego a 900.000 volúmenes. Cada uno de ellos un rollo de papiro escrito a mano. ¿Qué destino tuvieron todos estos libros?

La civilización clásica que los creó acabó desintegrándose y la Biblioteca fué destruída deliberadamente. Sólo sobrevivió una pequeña fracción de sus obras junto con unos pocos y patéticos fragmentos dispersos, ¡ y qué tentadores debieron ser éstos restos y fragmentos ¡. Sabemos por ejemplo que en los estantes de la Biblioteca había una obra del astrónomo Aristarco de Samos quien sostenía que la Tierra es uno de los planetas que orbita el Sol como ellos y que las estrellas están a una enorme distancia de nosotros.

Cada una de estas conclusiones es totalmente correcta, pero tuvimos que esperar casi dos mil años para redescubrirlas. Si multiplicamos por cien mil nuestra sensación de privación por la pérdida de esta obra de Aristarco empezaremos a apreciar la grandeza de los logros de la civilización clásica y la tragedia de su destrucción.

Hemos superado en mucho la ciencia que el mundo antiguo conocía, pero hay lagunas irreparables en nuestros conocimientos históricos. Imaginemos los misterios que podríamos resolver sobre nuestro pasado si dispusiéramos de una tarjeta de lector para la Biblioteca de Alejandría. Sabemos que hubo una Historia del Mundo en tres volúmenes, obra de un sacerdote babilónico llamado Beroso.

El primer volumen se ocupaba del intervalo desde la Creación hasta el Diluvio, un período al cual atribuyó una duración de 432.000 años, es decir cien veces más que la cronología del Antiguo Testamento. Sólo en un punto de la historia pasada hubo la promesa de una civilización científica brillante.

Los libros eran caros y cada uno era copiado a mano. La Biblioteca era depositaria de las copias más exactas del mundo. El arte de la edición crítica se inventó allí. El Antiguo Testamento ha llegado hasta nosotros principalmente a través de las traducciones griegas hechas en la Biblioteca de Alejandría. Los Ptolomeos dedicaron gran parte de su enorme riqueza a la adquisición de todos los libros griegos y de obras de África, Persia, India, Israel y otras partes del mundo.

Ptolomeo III «Evergetes» quiso que Atenas le dejara prestados los manuscritos originales o las copias oficiales de estado de las grandes tragedias antiguas de Sófocles, Esquilo y Eurípides, pero éstos libros eran para los atenienses una especie de patrimonio cultural, algo parecido a las copias manuscritas originales y a los primeros folios de Shakespeare en Inglaterra y no estuvieron muy dispuestos a dejar salir de sus manos ni por un momento aquellos manuscritos, sólo aceptaron dejar en préstamo las obras cuando Ptolomeo hubo garantizado su devolución con un enorme depósito de dinero. Pero Ptolomeo valoraba estos rollos más que el oro o la plata. Renunció alegremente al depósito y encerró del mejor modo que pudo los originales en la Biblioteca. Los irritados atenienses tuvieron que contentarse con las copias que Ptolomeo, un poco avergonzado, no mucho, les regaló. En raras ocasiones un estado ha apoyado con tanta avidez la búsqueda del conocimiento.

Los Ptolomeos no se limitaron a recoger el conocimiento conocido, sino que animaron y financiaron la investigación científica y de este modo generaron nuevos conocimientos.

Alejandría era la mayor ciudad que el mundo occidental había visto jamás. Gente de todas las naciones llegaban allí para vivir, comerciar y aprender. En un día cualquiera sus puertos estaban atiborrados de mercaderes, estudiosos y turistas. Era una ciudad donde griegos, egipcios, árabes, sirios, hebreos, persas, nubios, fenicios, romanos, galos e íberos intercambiaban mercancías e ideas. Fué probablemente allí donde la palabra cosmopolita consiguió tener un sentido auténtico, ciudadano, no de una sola nación, sino «Ser un Ciudadano del Cosmos».

Es evidente que allí estaban las semillas del mundo moderno. ¿ qué impidió que arraigaran y florecieran ?, ¿ a qué se debe que Occidente se adormeciera durante mil años de tinieblas hasta que Colón, Copérnico y sus contemporáneos redescubrieron la obra hecha en Alejandría ?. No puedo daros una respuesta sencilla. Pero lo que sí sé es que no hay noticia en toda la historia de la Biblioteca de que alguno de los ilustres científicos y estudiosos llegara nunca a desafiar seriamente los supuestos políticos, económicos y religiosos de su sociedad.

Se puso en duda la permanencia de las estrellas, no la justicia de la esclavitud. La ciencia y la cultura en general estaban reservadas para unos cuantos privilegiados. La vasta población de la ciudad no tenía la menor idea de los grandes descubrimientos que tenían lugar dentro de la Biblioteca. Los nuevos descubrimientos no fueron explicados ni popularizados y la investigación les benefició poco.

Los descubrimientos en mecánica y en la tecnología del vapor se aplicaron principalmente a perfeccionar las armas, a estimular la superstición, a divertir a los reyes. Los científicos nunca captaron el potencial de las máquinas para liberar a la gente. Los grandes logros intelectuales de la Antigüedad tuvieron pocas aplicaciones prácticas inmediatas. La ciencia no fascinó nunca la imaginación de la multitud. No hubo contrapeso al estancamiento, al pesimismo, a la entrega más abyecta, al misticismo. Cuando al final de todo, la chusma se presentó para quemar la Biblioteca no había nadie capaz de detenerla.

La gloria de la Biblioteca de Alejandría es un recuerdo lejano. Sus últimos restos fueron destruidos poco después de la muerte de Hipatia. Era como si toda la Civilización hubiese sufrido una operación cerebral infligida por propia mano, de modo que quedaron extinguidos irrevocablemente la mayoría de sus memorias, descubrimientos, ideas y pasiones. La pérdida fue incalculable. En algunos casos sólo conocemos los atormentadores títulos de las obras que quedaron destruidas. En la mayoría de los casos no conocemos ni los títulos ni los autores. Sabemos que de las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la Biblioteca sólo sobrevivieron siete. Una de las siete es Edipo Rey.

La biblioteca madre fue quemada en el incendio de Alejandría durante la guerra entre la flota romana y la egipcia en el año 48 a. C., y la biblioteca del Serapeum fue destruida en el año 391 por el patriarca Teofilo.

7 – Cleopatra y sus agujas

Cleopatra VII quien fué la ultima reina de la dinastía de los Ptolomeos, llegó al trono en el año 51 a. C., a la edad de 17 años, participando con su hermano y marido Ptolomeo XII después de la muerte de su padre Ptolomeo XI.

Cleopatra, cuyo nombre en griego significa «el orgullo de su padre», era de origen heleno, pero fué inspirada por la religión de los egipcios y sus creencias. Nació, vivió y se suicidó en Alejandría. En el año 30 a. C. y cuando contaba con 38 años, a raíz de la derrota naval egipcia sufrida ante Octavio, puso fín a sus días.

Se habló mucho de la historia de Cleopatra y Cesar que llegó a Egipto en el año 48 a. C. para acabar el conflicto que había entre Cleopatra y su hermano y marido Ptolomeo XII. César fué atraído por su belleza, inteligencia, encanto y simpatía y de ella tuvo un hijo llamado Cesarión que fue reconocido por Cesar antes de su muerte. También se habla de su historia con Marco Antonio que gobernó la parte oriental del Imperio Romano después de la muerte de César. Cleopatra y su flota dirigida por Marco Antonio, fué derrotada en la guerra contra Octavio en la famosa batalla de Actium en el año 31 a. C.

En el año 30 a. C., Marco Antonio pensando que Cleopatra había ya muerto, decide quitarse la vida y Cleopatra al ser conocedora de la noticia, se suicida en su palacio real para no ir cautiva con Octavio. Fue momificada y enterrada en Alejandría.

Octavio acabó el Caesaron y lo dedicó al culto de los emperadores. Este se hallaba en el llamado «Distrito Real» ( estación de Raml actualmente) y mas tarde, en el siglo IV y en la época de Constantino, éste edificio se transformó en la iglesia de San Miguel.

En el año 1879, dos obeliscos de Cleopatra fueros transportados uno a Londres y el otro a Nueva York. El obelisco representa los rayos de sol ( petrificados )

8 – Los Romanos en Egipto

Los romanos entraron en Egipto en el año 30 a. C., bajo la jefatura de Octavio, quien fundó un nuevo suburbio al este de Alejandría al que puso Nikopolis, «La Ciudad de la Victoria» ( Mustafa Kamel actualmente ). Así Egipto empezó a ser una provincia romana gobernada por un monitor y Alejandría continuo siendo la capital de Egipto.

Durante la época romana, Egipto perdió mucho de su importancia y fue considerada como una granja de maíz, fuente de lino, papiro y uvas y en Alejandría, algunas industrias empezaron a elaborar vidrio, papel, incienso y vino.

Muchos emperadores romanos visitaron Egipto, como Adriano ( 117-138 d. C.), quien ordenó restaurar los monumentos destruidos después del conflicto entre los judíos y griegos en la época de Trajano. También restauró el Serapeum y navegó por el Nilo con su amigo Antinoo, por quien ordenó construir la ciudad que llevo el nombre de «Antinoopolis» ( Sheik Abada, en Elminia actualmente) y también restauró las estatuas de Amenofis III conocidas por los colosos de Memnón hoy día y en honor de Diocleciano, fué hecha la columna llamada hoy la Columna de Pompeyo en Alejandría, cerca del Serapeum y una pequeña biblioteca.

Los Romanos en Egipto

Los emperadores romanos permitieron las divinidades egipcias, así en Alejandría, se siguieron adorando a los dioses locales Serapis, Isis y Harpócrates.

En el año 323 d. C. y durante el gobierno de Constantino empezó la religión cristiana a ser la religión oficial del Imperio Romano y en el año 391 fueron destruidos los centros de culto pagano.

La época Bizantina ( 395 – 641 ) fué presidida por la llegada de los árabes a Egipto en el año 641 bajo la jefatura de Amr Ibn Elas del ejercito del Califa Omar Ibn Elkhatab. Con la llegada árabe se destruyeron la mayoría de las fortalezas romanas como la de Babilonia, en el viejo Cairo de la actualidad e hicieron una nueva capital, Fustat, muy próximas a ellas.

9 – Los Cristianos y San Marcos

Según la tradición, San Marcos fué el primero que vino a Alejandría con la nueva religión en el año 61. El primer cristiano en Egipto fue un zapatero llamado Aniano, al que San Marcos le curó una herida en la mano. A San Marcos atribuimos la fundación de la primera iglesia y la primera escuela de catecismo, cuyas dos primeras cabezas eran Clemente y Origen. San Marcos fue martirizado y enterrado en Alejandría en el año 62 durante el gobierno de Nerón que persiguió a los cristianos. Estos hubieron de esperar a la época de Trajano ( comienzos del siglo II d. C. ) para que se les permitiese extenderse, primero en Alejandría y luego poco a poco a lo largo de todo el Valle del Nilo.

La época de Diocleciano (284 – 305)

Fue la era de martirizar a miles de cristianos, uno de ellos San Menas, un oficial egipcio martirizado en el año 269 d. C., durante su servicio en Asia Menor por no renunciar a ser cristiano.

Cuando sus tropas volvieron a Egipto, llevaron consigo sus restos, produciéndose un milagro; el camello que portaba los restos del santo se negó a seguir adelante,.por lo cual fué enterrado en este lugar y olvidado un tiempo. Posteriormente un pastor se dio cuenta de que una oveja enferma al pasar por encima del enterramiento se curó; lo mismo sucedió con otra oveja y posteriormente con una princesa enferma. Pronto se difundió la noticia de los poderes curativos del santo. Atanasio hizo construir una iglesia sobre su tumba en el siglo IV y fue incorporada a una gran basílica, erigida por el emperador Arcadio, a comienzos del siglo V. El lugar se convertiría en el Lourdes del desierto occidental.

La razón de esta popularidad debió de ser el agua local que debe contar con poderes curativos. De la mañana a la noche aparecieron casas, se construyeron baños y se irrigó la tierra cercana. Mientras tanto el culto a San Menas atravesó el desierto gracias a los comerciantes y al Mediterráneo por los marinos, llegando a Francia y España, donde también se han encontrado los conocidos frasquitos con las imágenes del santo entre dos camellos arrodillados, algunos ejemplos expuestos en la sala núm. 1 en el museo Grecorromano de Alejandría.

El lugar ha sido excavado y se pueden discernir claramente los cimientos de la iglesia original, de la basílica de Arcadio. La cripta donde fué enterrado San Menas se sitúa al pie de una escalera de mármol en la iglesia, que fué incorporada al pórtico de la basílica, pero sus reliquias permanecen en el monasterio moderno. Al norte de la basílica están el hospicio y los baños con depósitos para agua caliente y fría.

En el año 325 d. C. en el consejo de Nicosia, Atanasio apuesta por las ideas de Arcadio sobre la naturaleza de la divinidad de Jesucristo y defendió la religión Ortodoxa y fueron acusados Arcadio y su doctrina.

En el año 330 Constantino trasladó la capital a Constantinopla «Estambul» y después de su muerte el Imperio Romano fué dividido entre Roma y Bizancio. Finalmente, la Iglesia Egipcia se separó de la iglesia oriental y la lengua Copta apareció como mezcla entre la escritura egipcia llamada «demótica» y el griego.

Debido a todo esto algunos cristianos egipcios han preferido la vida monástica en el desierto como San Antonio, la más ilustre de estas ermitas y fue el origen de la vida monástica en Egipto. Cuatro monasterios se construyeron en el norte de Egipto en el Uadi el-Natrón por San Macario y al igual que lo hizo en el sur, el ermitaño llamado San Pachon.

El monasterio de Santa Catalina fué construido en la Península del Sinaí durante la época del emperador romano Justiniano en el año 527. Contiene una gran colección de iconos bizantinos ( icono en griego es pintura dónde se señalan temas religiosos ). El icono pintado en estilo cáustico «sarcástico» lo era de colores de cera.

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