La vida de las mujeres egipcias durante la dinastía XVIII
Por Teresa Armijo Navarro-Reverter
4 julio, 2004
Modificación: 14 enero, 2017
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V.- La mujer y la economía familiar

Para conseguir ese bienestar deseado, la mujer obrera no vivía ociosa y aportaba beneficios a la economía familiar. El caso más significativo nos lo proporciona la aldea de los obreros de Amarna. El poblado fue planificada para un grupo de familias de un mismo estrato social y con las mismas oportunidades, que habitaban casas iguales de 5 m . de fachada por 10 de profundo. Sin embargo, las excavaciones modernas han encontrado muchas variantes de esa casa inicial: habitaciones convertidas en taller donde quedan restos de grandes telares; otras abiertas al cielo para dedicarlas a molienda o para criar animales domésticos; se ha dado el caso de dedicar todo el piso bajo para cría de animales limitando a un segundo piso la vivienda; las más afortunadas ampliaron su hábitat anexionándose otra casa, a veces convertida en taller o granja. En todas estas variaciones vemos el trabajo de las hacendosas mujeres que, mientras los maridos trabajaban decorando las tumbas, se dedicaban a cuidar animales o a tejer lino para su posterior venta. En algunas viviendas se han hallado restos de algún gran telar vertical, nuevo en estos momentos, cuya instalación ocupaba casi toda una habitación. Dada su complejidad, suponemos no limitaba su producción al consumo casero, sino que fabricaría tejidos para el exterior (fig.4). De esta forma las mujeres aumentaban los ingresos del hogar y las diferencias económicas de cada familia se dejaron sentir al poco tiempo de su establecimiento; pronto la riqueza acumulada por unos cuantos desvirtuó la uniformidad del conjunto.

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Mujer sujetando al niño en su regazo. Tumba tebana de Menna. TT69

Las mujeres debían participar en las faenas del campo, ya que en la tumba de Menna (TT 69) unas muchachas cortan las flores del lino con sus propias manos; también ayudarían en los pequeños talleres caseros artesanales. Por ejemplo, en el Suburbio Norte de Amarna, se han hallado moldes de colgantes y cuentas de collares en cerámica, principalmente concentradas en los cuadrantes T 33, T 35 y T 36, donde abundan las casitas humildes; suponemos que las mujeres ayudarían a estas industrias familiares, al menos enfilando las cuentas para producir la «bisutería» demandada en la ciudad (fig.5). Sin embargo, los oficios no poseen el genero femenino en la lengua egipcia, ni tan siquiera los serviles como panadero o fabricante de cerveza, trabajos realizados en muchas ocasiones por mujeres. El hilado y tejido también fue practicado por mujeres de todas las clases sociales; encontramos representaciones de hilanderas en la tumba de Djehutynefer (TT 104), tiempos de Amenhotep II y de Neferhotep (TT 49), de tiempos de Ay.

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Mujer en la tumba tebana de Menna. TT69

El trueque se debió realizar en Egipto desde épocas remotas y en muchos casos estaba en manos de las mujeres, las cuales se encargaban de aportar al hogar los productos deficitarios organizando el intercambio con los excedentes familiares. La mujer obrera se ocuparía ella misma de buscar a alguien interesado en sus productos o se sentaría en lugares de tráfico para conseguir la venta (Eyre 1998). Alguno de ellos se encontraría en la orilla del Nilo donde atracaban los barcos mercantes, que seguramente tendrían necesidad de provisiones para seguir navegando y podían traer productos interesantes intercambiados en otros lugares. En la tumba de Qenamón (TT 162), tiempos de Amenhotep II-Thutmose IV, vemos un barco sirio que está descargando su mercancía, pudiendo tratarse de una importación oficial puesto que Qenamón era el Alcalde de Tebas. En el muelle hay unos tenderetes bien instalados con un palo apropiado para colgar y exponer la mercancía; su uniformidad nos hace pensar en montajes fijos en el puerto de la gran ciudad, pero tanto las mesas como las sillas son diferentes en cada puesto, posiblemente traídos por los propios vendedores (fig.6). Nada nos indica la regularidad de este comercio atendido por tan escaso personal, parece más bien representar un comercio de ciudadanos libres que aprovechan la llegada de gentes de fuera para ofrecerles sus excedentes (Davies y Faulkner 1947, pl. VIII). Entre los productos vendidos vemos tejidos, sandalias y productos alimenticios, posibles frutos del trabajo femenino; entre los vendedores hay una mujer y la mercancía expuesta puede ser de fabricación propia. Vemos como la mujer egipcia de este periodo se mantuvo activa y siempre alerta para no dejar escapar la ocasión de conseguir un bienestar familiar en un nivel más elevado que sus antepasados.

Hemos dejado hablar a los protagonistas de diferentes asuntos familiares para introducirnos mejor en un hogar egipcio, hemos acompañado a las grandes damas en sus obligaciones sacerdotales y sociales, hemos visto a la mujer trabajadora aumentando los recursos de su hogar. Quizá nos hayamos aturdido por la complejidad de la estructura social, pero su persistencia durante miles de años, constata su adecuación en ese momento histórico.

Meier (2000, 165) observa diferentes formas de contratos en Asiria y en Babilonia y en la parte semítica Oeste. Sin embargo, en Nuzi se observan afinidades con Egipto en otros temas, aunque cada cual tuviera sus peculiaridades.

Paheri se identifica en la tumba de Ahmose hijo de Abana como el «hijo de la hija» de Ahmose, luego su madre, Kem, tenía que ser hija de Ahmose y hermana de Sitamón.

Whale (1989, 18-19) considera a este personaje hermano de Renini apuntando razones convincentes; sin embargo, Tylor (1900, 3) cree que pudiera ser su abuelo.

Ramose parece que tuvo otras esposas además de Hatnefer: la Señora de la Casa. Bakt aparece en un trozo de jarra encontrado en la tumba 71 (Whale 1989,248); y Ahhotep y Neferhor son mencionadas en las tumbas de Senenmut TT 71 y TT 353 (Dorman 1988, 169).

La palabra Ka es difícil de traducción. Significa la fuerza de la vida, o una parte espiritual del ser humano responsable de la vitalidad del difunto.

Heqanajt fue un oficial de la dinastía XI que nos ha dejado su correspondencia familiar. En una de sus cartas parece que la segunda esposa ha sido mal recibida y pregunta a sus hijos: ¿Qué os ha hecho ella a vosotros cinco?… ¿Porqué tenéis la idea de maltratar a mi nueva esposa? ¡Sois demasiado egoístas! (Wente 1990, 60). En otra dice «El día que Sihathor te lleve esta carta, debes echar a la sirvienta Senen fuera de mi casa, !Ten mucho cuidado, si se queda un día más actuaré! Eres tú el responsable por dejarla molestar a mi nueva esposa (o mi concubina: hebesu) …» (Wente 1990, 60). La intromisión de las siervas debía ser frecuente; tenemos otro ejemplo en un hombre que vivió en el Primer Periodo Intermedio y escribió a su padre difunto para que solucionase su problema familiar: «Respecto a las dos sirvientas Nefertjentet y Itjay que han afligido a Seny, confúndelas y elimina todas las aflicciones dirigidas contra mi esposa, a quien, tu sabes, necesito» (Wente 1990, 213).

Del Reino Medio nos ha llegado la siguiente carta que una dama escribe a su difunto esposo pidiendo la curación de una sirvienta como si se tratara de un miembro de la familia: Acerca de la sirvienta Imiu , que está enferma, ¿no puedes luchar día y noche con cualquier hombre o mujer que le estén haciendo daño?…..!Lucha por ella, cuídala, sálvala de aquellos que la hacen daño! ( Parkinson, 1991 160; Bryam 1996, 40). Pide que el marido aniquile a «cualquier hombre o mujer», pensando que la enfermedad provenía de algún espíritu que poseía la sirvienta.

De la época ramésida es un famoso papiro llamado de «Adopción» en el que una dama adopta como hijos y herederos a los hijos de su marido con una esclava comprada como un objeto reproductor. «Yo los tomé, los alimenté y los eduqué, habiendo llegado hasta hoy con ellos sin que me hayan hecho ningún daño, sino tratándome bien. No tengo hijos ni hijas excepto estos tres… Yo he hecho de ella una mujer libre en la tierra del faraón y si ella tiene hijos o hijas serán hombres libres en la tierra del faraón.» ( Johnson, 1996, 183).

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Reina Nefertiti besando a su hija. Tell el Amarna. Museo Brooklyn

La procreación de las concubinas podía facilitar, en algunos casos, el bienestar del matrimonio principal. Q uizá ésta sea la razón del caprichoso nombre que se les daba en Ugarit: «Aquella que completa la familia.» (Rainey 1965,10; Drower 1978,504).

Otras Sdwt de este periodo son: la madre de Sathioh, Ipu, esposa de Thutmose III (Troy, 1986, 164); Amenemopet, madre de Qenamón, administrador de Amenhotep II en Perunefer; Senetnay, esposa de Sennefer, alcalde de Tebas con Amenhotep II cuyo ajuar funerario también se encontró en el Valle de los Reyes, en la tumba KV 42.

Otras nodrizas reales de esta época son: Tethemet, puede que de Ahmose Nefertari (TT15, Whale 1989, 10); Rai, (Urk 77,17) Senetneferet, otra esposa de Sennefer (TT 96); Nebkabenet (Cairo 34117, Urk 1939); dos Tia amamantaron a dos reinas, Nefertiti (tumba de Ay TA 21) y Anjesenamón (MMA 1985.328.5).

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