El viaje ritual de Khety (H.1) de Herakleópolis
Por Juan Rodríguez Lázaro
1 octubre, 2007
Tumba de Khety (H.1). Reconstrucción de dos registros tallados en la parte alta de una pared interna.
Modificación: 25 abril, 2020
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En 1968, durante la segunda campaña de excavaciones españolas en Ehnasya el Medina, Jesús López abría a unos 300 metros del templo de Herishef, una trinchera que por vez primera revelaba el emplazamiento de una antigua e interesante necrópolis.

Este extenso cementerio cuyos límites aún se encuentran por definir, fue fechado por López en el Primer Periodo Intermedio. Durante aquella época, el periodo histórico más importante de Nen-nesut (Herakleópolis Magna de los griegos), la ciudad se convertiría gracias a los oscuros soberanos de IX y la X dinastía, en la nueva capital del país.

Ante la incertidumbre que presenta la cronología ofrecida por López, los actuales excavadores de la necrópolis prefieren ampliar esta, de forma generalizada, hasta el Imperio Medio. La aparición de un gran número de tumbas destruidas ha hecho creer, a los sucesivos directores de las campañas españolas, que aquel cementerio había sido arrasado por el ejército del rey tebano que conquistó Herakleópolis. Tras lograr superar los últimos focos de resistencia, Mentuhotep II entra en Nen-nesut y derroca al último representante de la monarquía herakleopolitana. Se cree que es en esos momentos cuando la capital del Norte es arrasada y el ejército tebano ejecuta la destrucción de la necrópolis que nos ocupa. No obstante esta teoría, ampliamente difundida, presenta no pocas dudas cuando se comprueba que la supuesta destrucción de Nen-nesut no aparece testificada por ningún documento. Tampoco existen pruebas de que el ejército tebano haya entrado finalmente en la capital del reino herakleopolitano. Por otro lado y en contra de esto, si que hay pruebas suficientes como para asegurar que la actividad en la capital del Norte no se detuvo tras la conquista de Mentuhotep II. También es un hecho confirmado, que las necrópolis de la ciudad continúan activas y que en ellas se siguen enterrando funcionarios herakleopolitanos que pertenecen ya al Imperio Medio.

Así pues, ante la teórica destrucción de la necrópolis hallada por López, hemos de plantearnos la siguiente pregunta: ¿Resulta lógico que un gran ejército profesional, como en aquellos momentos lo era el del rey tebano Mentuhotep II, manchara su prestigio y profesionalidad al emprender en un absurdo ataque contra las tumbas de esta necrópolis? ¿Por qué durante el transcurso de las múltiples campañas de excavaciones, que ya se han realizado en este cementerio, no ha aparecido rastro alguno de aquellas milicias tebanas (armas, escudos o cualquier tipo de objeto militar)?.

1. Herakleópolis (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 1. Vista parcial de la antigua necrópolis de Herakleópolis Magna. En primer término, cámaras de piedra calcárea correspondientes a la estructura interna de la tumba de Saket y su familia. Tras ellas y sobre el lado derecho, área arqueológica en la que apareció la mayor concentración de bloques correspondientes a la destruida tumba de Khety (H.1). Foto: Juan R. Lázaro – Agosto 1988.

¿Quien fue Khety (H.1)?

Khety (H.1), sepultado en esta necrópolis herakleopolitana, es sin lugar a duda uno de los personajes más notables e interesantes de cuantos hasta la fecha a descubierto la Misión Arqueológica Española que trabaja en la zona.

Desgraciadamente, su tumba había sido destruida y los hermosos relieves que un día decoraron sus estancias internas, aparecieron fragmentados y diseminados por un amplio área de terreno. Estaba claro que en una época, que aún no se ha podido precisar a pesar de los intentos, toda aquella estructura funeraria fue brutalmente despedazada.

Algunos de aquellos bloques, hallados durante las sucesivas campañas de excavación, demuestran que formaron parte de distintos elementos estructurales de la tumba de Khety (H.1) realizados en de piedra. Algunos de gran tamaño aparecidos un mismo lugar, evidencian que el emplazamiento original de la tumba no pudo estar muy lejos de aquel otro ocupado por el complejo de Saket y su familia. A pesar de estos indicios el lugar exacto de la tumba de Khety (H.1), no se encuentra recogido en ninguno de los planos de la necrópolis publicados hasta el momento.

Gracias a las inscripciones talladas en algunos de aquellos bloques, hoy podemos hacernos una vaga idea de quien fue ese funcionario que con su nombre evocaba la memoria de varios reyes herakleopolitanos de la las dinastías IX y X. Concretamente a los soberanos de “La Casa de Khety”, tal como se les mencionaba en los textos tebanos de la época.

Durante el transcurso de su existencia, Khety (H.1) acumularía un importante número de títulos que a finales de la XI dinastía, le convertirían en una de las principales autoridades de la ciudad de Nen-nesut.

Todo hace suponer que este personaje, desempeñó cargos jurídicos de primera magnitud en el Estado unificado de Mentuhotep II. Es incluso probable que su posición dentro del nomo herakleopolitano hubiese sido un paralelo de aquel otro, que en provincias, mantenían los nomarcas.

Los títulos de Khety (H.1), generalmente mencionados en las puertas de su tumba, demuestran que nos encontramos ante un hombre ilustrado, un funcionario que estaba estrechamente relacionado con la administración estatal y con los estamentos judiciales encargados de aplicar la ley en todo el país.

Los títulos que de él conocemos son los siguientes:

1. jmy-r´ pr-wr “Superintendente de la Gran Corte de Justicia”
2. [s3b] jry Nxn wD´ m3 w´t “[Juez y] guardián de Nekhen, que juzga en privado con justicia”
3. jmy-r´ wD sDmy w´t “Superintendente de los (casos) del juzgado escuchados en privado”
4. [jmy-r´ ] sS ´n nsw n xft-hr “[Superintendente] de los documentos reales escritos del Tribunal)”
5. xtmty-bjty “Tesorero del rey del Bajo Egipto”
6. mH-jb nswt m xtm wDt “Confidente real de los decretos sellados”
7. smr w´t “Amigo único”
8-a. nb.f mry “Amado de su señor”
8-b. nb.f mry m3´ n st-jb.f “Justo amado de su señor, en el lugar de su corazón”

La escena del viaje ritual a Abydos

2. Khety (H.1) Dibujo J R. Lázaro. (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 2. Tumba de Khety (H.1). Escena fragmentada que describe el viaje en barco del propietario de la tumba, a la ciudad sagrada de Abydos. (Reconstrucción y restitución de algunos colores: Juan R. Lázaro).

De entre los temas utilizados en la decoración interna de la tumba de Khety (H.1), tenemos que destacar cierta representación que tiene visos de acontecimiento histórico. Una escena trascendental que describe un hecho acontecido a medio camino entre la vida y la muerte de este ilustre personaje herakleopolitano. Se trata del viaje ritual en barco a la ciudad sagrada de Abydos, un tema que a partir del Imperio Medio, se iba a convertir en uno de los clásicos de la iconografía funeraria.

Esta escena, que de nuevo justifica el alto nivel alcanzado por el personaje, se encuentra muy fragmentada y solo podemos reconstruirla parcialmente por tres únicos fragmentos que de ella conocemos. Dos de aquellos se guardan actualmente en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (1976/114/ ? (44) y 1976/114/A/2068) mientras que un tercero se conserva en la Real Academia de Ciencias de Córdoba (1981/1/300), (Fig. 2 y 7).

Como dato significativo, se observa que el pequeño fragmento del MAN (1976/114/ ? [44]) (Fig. 4.), muestra en su borde derecho la huella del impacto que le produjo un cincel o cualquier otro tipo de herramienta. Ese golpe seco, que probablemente quebró la pared original en este punto, podría tomarse como una prueba importante a la hora de investigar sobre la identidad de los auténticos destructores de la tumba de Khety (H.1).

En cuestión, la escena describía como una embarcación, que lógicamente debió partir de Nen-nesut (Herakleópolis), navegaba río arriba, en contra de la corriente, con el fin de alcanzar el santuario del dios Osiris en Abydos[1]. Las velas de la nave se encuentran plegadas y enrolladas junto al mástil. A su vez, este último se había desmontado y colocado en horizontal sobre dos postes de madera rematados en lo alto con una especie de horquillas. Uno de estos soportes se levanta en la parte central de la embarcación mientras que el otro se alza en la popa. La vela plegada indica que el barco navega en dirección contraria al viento, por ese motivo un grupo de marinos, que se sitúa sobre la mitad derecha de la embarcación, ha tomado sus remos y los hunde enérgicamente en las aguas del río para remontar su corriente. La parte inferior de los remos aún se hacen visibles en el fragmento nº 3 (Fig. 8).

La reconstrucción completa del registro permite adivinar la disposición que originalmente, tuvieron cada uno de los personajes dentro de la barca.

3. Deir el Bahari. Templo funerario de Mentuhotep II. Fragmento

Fig. 3. Deir el Bahari. Templo funerario de Mentuhotep II. Fragmento procedente de una escena naval. El poste de madera, que aquí soporta el mástil y la vela de la embarcación, es un paralelo cronológico muy próximo al que vemos en la barca de Khety (H.1) de Herakleópolis. (E.Naville,1907. The XIth Dynasty Temple of Deir el-Bahari, I, Pl. XIV G.).

De pie y frente al grupo de remeros, se encuentra la figura de un sacerdote lector “Hb”, fácilmente reconocible por la ancha banda de tela que cruza diagonalmente su pecho. Detrás de él, sobre el lado izquierdo del poste central, un texto en vertical nos advierte de la presencia del principal personaje de la escena. Concretamente del propio Khety (H.1), que representado en una escala mayor que el resto de los personajes, se sentaba cómodamente en un sillón rematado con patas de león. Restos de la parte baja de aquel asiento aún se distinguen en el fragmento nº 2, (Real Academia de Ciencias de Córdoba 1981/1/300). Aunque en el escueto texto jeroglífico que acompañaba al personaje no se ha conservado su nombre, no hay duda de que al final del mismo se escribía Khety (H.1). Así lo confirma el epíteto que le precede y que habitual llevado por aquel funcionario:

nb.f mry [Hty] “El amado de su Señor, [Khety]”[2].

La presencia de un sacerdote lector “Hb” sobre esta embarcación (Fig.4), es determinante para la correcta interpretación de la escena. En un principio, podríamos pensar que aquí simplemente se recogía uno de los desplazamientos rutinarios del dueño de la tumba. Sin embargo, la imagen del sacerdote lector “Hb” cambia radicalmente ese concepto y nos da un punto de vista puramente funerario.

Los sacerdotes lectores “Hb”, que ya aparecen en el Imperio Antiguo, figuraban siempre en lugares preferentes dentro de las ceremonias funerarias.

En esta escena de Khety (H.1) sentado, podríamos creer que el personaje se encontraba aún con vida. Sin embargo, la presencia del sacerdote lector “Hb” delante de él sugiere que en contra de su aspecto, el propietario de la tumba debió haber ya fallecido y que el viaje de peregrinación se realizaba con el cuerpo embalsamado del difunto[3]. Así pues, hemos de pensar que también la misión del sacerdote lector “Hb” era la de presentar el cadáver del difunto a Osiris, el gran dios de la muerte y la resurrección.

Generalmente el sacerdote lector “Hb”, se mostraba siempre con un rollo de papiro entre sus manos. En algunos casos, manteniéndolo desplegando mientras recitaba las formulas funerarias escritas en el, y en otros, simplemente cerrado y empuñado en una de sus manos.

Sabemos que dentro de aquellos rollos de papiro estaban redactados toda una serie de encantamientos. Conjuros funerarios designados con títulos propios tales como, formula “para conseguir una embarcación y cruzar al más allá” (Textos de los sarcófagos 403) o formula “para navegar al Iunu” (Textos de los sarcófagos 616). El sacerdote lector “Hb” recitaba estos textos, con la finalidad de que el difunto pudiese evitar los obstáculos con los que se iba a tropezar en su viaje al más allá.

Tanto el sacerdote lector “Hb” como el sacerdote “sm”, este último caracterizado por su vestimenta de piel de leopardo, eran personajes imprescindibles en todos los ritos funerarios. Ambos individuos, junto con otros sacerdotes ritualistas de menor grado, eran los principales responsables de llevar a buen término las ceremonias y los preparativos previos a la inhumación del cadáver.

4. Khety (H.1). Foto J R. Lázaro. (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 4. Tumba de Khety (H.1). Pequeño fragmento perteneciente a la escena del viaje ritual en barco. Un sacerdote lector -Hb- aparece delante de la imagen del propietario de la tumba. La presencia de este último, hoy perdida, se intuye detrás del texto que cita uno de sus habituales epítetos. Museo Arqueológico Nacional de Madrid (1976/114/ ? [44]) Foto: Juan R. Lázaro 26-V-2007.

Si realmente Khety (H.1) llegó a viajar al santuario de Abydos, tal como parece indicarnos esta escena, tendíamos que aceptar que ese viaje solo pudo tener lugar cuando el país se encontraba totalmente unificado por Mentuhotep II. Antes de eso, difícilmente un ciudadano herakleopolitano hubiera podido viajar a la ciudad de Abydos, puesto que habitualmente aquel centro religioso se encontraba en manos de los tebanos. Idéntico planteamiento se cuestiona cuando reparamos en uno de los titulo de Khety (H.1), concretamente el de [s3b] jry Nxn wD´ m3 w´t “[Juez y] guardián de Nekhen, que juzga en privado con justicia”. La relación de Nekhen con este título tampoco podría sostenerse, ya que esa ciudad del Alto Egipto, estuvo en poder de los tebanos durante una buena parte de la X-XI dinastía.

En cualquier caso la escena del viaje ritual a Abydos, en la tumba de Khety (H.1), se encuentra, junto con otros ejemplos del reinado de Mentuhotep II, entre las primeras representaciones de este tipo. El hecho de que por vez primera, aparezca en una tumba herakleopolitana la hace aún más importante.

Es muy posible que por cuestiones de espacio, en la tumba de Khety (H.1), veamos que la escena solo recoge una embarcación, la nave principal en la que el propietario de la tumba emprende su último viaje. No obstante y gracias a las múltiples representaciones conocidas de este tipo, sabemos que en ocasiones ese acontecimiento se transformó en todo un cortejo funerario que se desplazaba por Nilo.

5. Detalle de la capilla funeraria de Neferkhau y Satbahetep

Fig. 5. Detalle de la capilla funeraria de Neferkhau y Satbahetep con restos ínfimos de la policromía original. Un sacerdote lector -Hb-, que empuña en su mano izquierda el rollo de papiro y un sacerdote -sm-, cubierto con una piel de leopardo, levantan sus brazos en presencia de Neferkhau, el dueño de la tumba. Museo Arqueológico Nacional de Madrid 1976/114/A/2080. (Foto: Juan R. Lázaro 26-V-2007).

Un ejemplo de ello lo encontramos en una de las paredes de la tumba tebana de Dagi (Fig. 6), visir de Mentuhotep II. Allí sobre el lado izquierdo de la escena, aparecía una nave principal que trasportaba el sarcófago con el cuerpo embalsamado de aquel noble. Bordeado por las figuras de dos plañideras, el féretro era precedido por las figuras de tres hombres, uno de los cuales un sacerdote lector “Hb”. A su vez la nave principal, era precedida por dos embarcaciones de remeros que actuaban como remolcadoras. Se observa que de la parte posterior de la primera de ellas, la que abrían la comitiva (hoy perdida), partía una gruesa cuerda que arrastra a las otras dos embarcaciones.

La ciudad sagrada de Abydos como centro de peregrinación

Según una antigua leyenda popular, el dios Osiris fue asesinado por su hermano Seth en las cercanías de la ciudad de Abydos, exactamente en un lugar llamado Nedyt. Versiones posteriores del mismo mito relatan que el cuerpo de Osiris, después de ser cortado en catorce pedazos por su hermano, fue diseminado por distintos puntos de la tierra egipcia. Concretamente su cabeza fue enterrada en la ciudad de Abydos.

En 1898 el francés Emile Amelineau que excavaba en la necrópolis tinita de Abydos, encontró sin saberlo la tumba del Horus Djer. El hecho de que en su interior se encontrase un cráneo y varios ostracas que hacían referencias al dios Osiris, así como también una escalera lateral que se mencionaba en los textos osiríacos con el nombre de “la escalera del gran dios”, fue más que motivo suficiente para que Amelineau asegurase que había encontrado la tumba del propio Osiris, el lugar en donde se enterró la cabeza de aquel gran dios. Más tarde, el inglés W.F.Petrie se encargó de poner las cosas en su sitio al demostrar que aquella tumba, fue realmente construida para un soberano de la Iª dinastía llamado Djer.

Sin que sepamos exactamente por que motivo, aquella tumba tinita fue abierta a finales de la XI dinastía. Es posible que fuese entonces cuando se aceptó la creencia, de que en aquel antiguo sepulcro, había sido enterrado Osiris. Al menos, eso es lo que parece desprenderse del hecho de que en su interior se encontrase una mesa votiva, atribuida al rey Mentuhotep III, y un fragmento de estela de Amenemhat I.

6. Tumba de Dagi, visir de Mentuhotep II.

Fig. 6. Tumba de Dagi, visir de Mentuhotep II. En esta escena del viaje a Abydos estaban originalmente representados tres barcos. A la izquierda, podemos ver una parte de la embarcación principal en donde una plañidera se giraba hacia el difunto. Delante de ella, se hallaban tres hombres, uno de los cuales es un sacerdote lector -Hb-. Sobre el lado derecho de la escena aparece una de las dos remolcadoras que precedían el cortejo fúnebre. (N. de Garis Davies, -Five Theban Tombs-, 1913, Pla. XXXVI).

En los comienzos de de la XIII dinastía, aquella tumba ya reasignada al dios Osiris, se había convertido en uno de los centro de peregrinación más visitados de todo Egipto. El rey Ugaf, toma entonces la iniciativa de protegerlo y levanta allí cuatro estelas que condenan con pena de muerte, cualquier tipo de construcción que se levante dentro de ellas. Otros soberanos de la XIII dinastía, tales como Khendjer y Neferhotep I, erigen nuevas estelas y estatuas en la zona.

Khendjer (“el jabalí”), fue el constructor de la famosa escalera de los textos osiríacos y de la magnifica“Cama de Osiris”, que se encontró volcada en el interior de la tumba.

A una cierta distancia de esa “tumba de Osiris”, se hallaba el santuario del dios Khentyamentiu “El primero de los occidentales”, patrón de Abydos desde tiempos inmemorables.

Desde de la V y la VI dinastía, cuando aquella arcaica divinidad comenzaba a asociarse con Osiris, comprobamos que el santuario de Abydos, se convierte paulatinamente en uno de los centros religiosos más importantes de todo el país[4].

Prácticamente todos los soberanos de la VI dinastía, deciden dejar allí constancia de sus propios cultos personales. Con ese fin, hacen erigir dentro del área del templo, toda una serie de construcciones que se designan en los textos de la época, con el nombre de “capillas-ka”. Se trata de pequeños edificios de piedra destinados a perpetuar la memoria de cada uno de aquellos soberanos. Dentro de ellos se hallaba una estatua del rey constructor y un receptáculo acondicionado para recibir sus ofrendas personales de culto.

Aunque hoy no poseemos documentos es muy posible, que esta costumbre de los soberanos menfitas, se haya extendido durante la VII y la VIII dinastía. Por el contrario, esa tradición parece quedar interrumpida con los reyes herakleopolitanos de la IX y X dinastía y solo, tras la unificación del país por parte del rey tebano Mentuhotep II, es que vuelve de nuevo a ser retomada.

El testimonio de que Mentuhotep II construyó en Abydos una de aquellas “capillas-ka”, lo aporta la inscripción que se escribió sobre uno de los bloques de aquel mismo edificio. Ese texto, después de enumerar toda una serie de ofrendas, concluye que son para “la estatua del rey del Alto y Bajo Egipto Nb-hpt-r´”[5]. Otros elementos arquitectónicos de este rey, tales como dos altares de granito rojo, deben ser igualmente relacionados con esa misma capilla[6].

Sabemos que también el rey Seankhare Mentuhotep III, sucesor directo de Mentuhotep II, continuó con esa tradición. Una placa grabada con su nombre y hallada bajo un muro de Thutmosis III que ocultaba un probable depósito de fundación, muestra un texto lo suficientemente revelador: “hwt-k3 S´nh-k3-r´” (Lacapilla-ka de Seankhare)[7].

Estos documentos parecen confirmar que ya bajo los reinados de Mentuhotep II y III, el santuario de Khentyamentiu-Osiris, era ya el principal centro de veneración del dios de la resurrección. Un santuario que incluso había eclipsado al que el propio Osiris tenía en Busiris, su ciudad de origen. En Abydos se celebraban anualmente “los hermosos festivales (o misterios) de Osiris”. Durante el transcurso de los mismos, el clero representaba de forma teatral los distintos actos de la muerte y la resurrección de Osiris. La popularidad que llegó a alcanzar esta fiesta, hizo que muchos personajes relevantes llegados de todo el país, quisieran participar en aquellos actos. Un ansiado deseo de identificarse con la figura del propio dios, con el fin de participar así de su propia resurrección, llevó a esos peregrinos a implicarse en oscuros rituales elaborados por el clero del templo. Un gran número de aquellos visitantes, quiso además dejar constancia de su paso por la ciudad y levantó, en las inmediaciones del santuario, toda una serie de cenotafios, estelas y figuras fúnebres.

Entre esos primeros casos documentados, se encuentran algunos funcionarios del rey Mentuhotep II, tales como Nakht y el escultor Iritisen que dejaron allí espléndidas estelas.

Considerando estos ejemplos, podríamos creer también que Khety (H.1) de Herakleópolis pudo haber dejado constancia de su viaje a la ciudad de Abydos. Realmente la idea no parece tan descabellada cuando comprobamos que otros personajes con el mismo nombre de Khety, aparecen documentados en la ciudad santa. Así por ejemplo en el interior del propio santuario, se encontró la estela de uno de aquellos Khety[8] y en sus inmediaciones de este, la estela de otro personaje de igual nombre (Cairo 20324). También la estatua de un tercer Khety apareció en ese mismo área (Cairo 476). ¿Será posible que Khety (H.1) de Herakleópolis se pueda identificar con alguno de estos personajes, o quizás con cualquier otro de Abydos que lleve ese nombre?

Escena de pesca con red

7. Khety (H.1) Dibujo J R. Lázaro. (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 7. Tumba de Khety (H.1). Reconstrucción de dos registros tallados en la parte alta de una pared interna. Sobre la derecha, se abría una puerta central cuyas jambas estaban decoradas con fórmulas funerarias y títulos acumulados por el propietario de la tumba en vida. Los fragmentos aquí expuestos, están conservados y catalogados en el siguiente orden:

1. Madrid. Museo Arqueológico Nacional 1976/114/ ? (44)
2. Córdoba. Real Academia de Ciencias 1981/1/300
3. Madrid. Museo Arqueológico Nacional (fondos) 1976/114/A/2068
4. Madrid. Museo Arqueológico Nacional (fondos) ?
5. Madrid. Museo Arqueológico Nacional (fondos) ?
(Reconstrucción y restitución de algunos colores: Juan R. Lázaro).

Aparte de la escena del viaje ritual a la ciudad de Abydos, ya descrita anteriormente, dos de aquellos mismos fragmentos de la tumba de Khety (H.1) muestran, en su parte baja, restos de una segunda escena que se extendía por todo el registro inferior. Se trata de una escena de la vida cotidiana que aparece frecuentemente representada en las tumbas del Imperio Medio.

8. Khety (H.1). Foto J R. Lázaro. (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 8. Tumba de Khety (H.1). Fragmento de piedra calcárea que recoge parte de dos registros. Museo Arqueológico Nacional de Madrid 1976/114/A/2068. Esta pieza ha estado temporalmente expuesta en la sala egipcia del museo, pero en la actualidad se ha llevado de nuevo a los fondos. (Foto: Juan R. Lázaro 26-V-2007).

9. Khety (H.1). Foto J R. Lázaro. (Lázaro. El viaje ritual de Khety (H. 1) de Her.)

Fig. 9. Tumba de Khety (H.1). Detalle de uno de los pescadores que cierra la gran red. Museo Arqueológico Nacional de Madrid 1976/114/A/2068. (Foto: Juan R. Lázaro 26-V-2007).

En ella, ocho hombres aúnan sus esfuerzos para sacar del río una pesada red llena de peces. Es una trampa de grandes proporciones, que previamente se había preparado bajo el agua con el fin de atrapar los peces empujados hacia ella. Mientras que algunos pescadores se afanan en cerrar la red, tirando de las cuerdas que aparecen en los laterales, dos hombres situados en los extremos de la misma, se introducen en el río para controlar su carga y ayudar a que esta se cierra correctamente[9].

El escueto texto vertical grabado en el fragmento nº 3, sobre la figura del individuo metido en el agua, especifica la acción de este:

gw3 ´Ht ”cerrando la trampa”


Notas:

[1] Sobre el viaje a Abydos, ver la tumbas tebanas del visir Dagi (N. de Garis Davies, «Five Theban Tombs», 1913, p.34, Pla. XXXVI.); y de Sénet y Antefoker, (J.Vandier, «Manuel d´Archéologie égyptienne»V, 1969. p.920, Fig.346). También la del nomarca Amenemhat de Orix (P.E. Newberry, op.cit., 1893, p.33 y láminas XIV y XVI).
[2] Este mismo título figura igualmente en otros elementos arquitectónicos procedentes de la tumba de Khety (H.1).
[3] Un paralelo tardío de esta misma imagen lo encontramos en la tumba de Sennefer (TT 96). Allí el noble designado como un Osiris, es decir como un difunto, navega hacia el santuario de Abydos, sentado junto con su esposa, en una nave arrastrada por una remolcadora.
[4] Elisa Castel Ronda, 2004. «Abidos», p. 22-23.
[5] W. F. Petrie, 1903. «Abydos» II, pp. 33, 43. pl.24 [base].
[6] W. F. Petrie, 1903. «Abydos» II, pp.14, 16; Habachi 1963, pp.19-28, figs. 4-8.
[7] W. F. Petrie, 1903. «Abydos» II, pp. 16, 33. pl.23 [5].
[8] Estela del Imperio Medio citada en PM, V, p.46.
[9] Un buen paralelo de esta escena, que J. López interpretó erróneamente como una cacería con lazo (1968, p.75), lo vemos en la tumba tebana del famoso canciller Khety, cortesano de Mentuhotep II. Otros ejemplos similares los encontramos en las tumbas de Baket III, Amenemhat y Khnumhotep, nomarcas de de Beni Hassan. Finalmente, restos de una escena similar, hallada en la propia necrópolis de Herkleópolis, lo hallamos en la tumba de Sehu, (J. Padró, 1999, Fig. 102).

 

Autor Juan Rodríguez Lázaro


Artículo del Mes publicado en octubre de 2007 el Boletín Informativo de Amigos de la Egiptología, BIAE 51, https://egiptologia.com/biae-numero-51-octubre-2007/

 

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