Seneb y su familia
Por Susana Alegre García
3 agosto, 2009
Detalle de la escultura de Seneb junto a su familia. Museo de El Cairo. Foto: Susana Alegre
Modificación: 21 marzo, 2021
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Época: Dinastía IV[1]
Dimensiones: 34 cm. de alto. 22’5 cm. de ancho.
Material: piedra caliza policromada
Lugar de conservación: Museo Egipcio de El Cairo
Lugar de localización: escultura localizada durante los trabajos de A. Junker en Guiza entre 1926-1927.

El grupo escultórico que muestra a Seneb acompañado de su familia se encontró en la tumba de este personaje en la meseta de Guiza, colocado en el interior de una especie de urna bastante burda realizada con piedra caliza. Tanto la escultura como la urna se exponen en una vitrina del museo de El Cairo, compartiendo sala con algunas de las obras de arte más carismáticas del Imperio Antiguo. De hecho, esta escultura forma parte de las creaciones más célebres y singulares de este período, siendo una de las más admiradas por los visitantes del museo cairota. Posiblemente llama especialmente la atención por no mostrar la idealización y estandarización que tantas veces se presenta en el arte egipcio, y plasmar a Seneb como a un enano, con su cabeza grande y desproporcionada respecto al tronco, así como unas extremidades cortas y algo deformes. La escultura, por tanto, plasma a Seneb sin eludir sus singularidades físicas, haciendo perdurar los rasgos que le hicieron inconfundible y le dotaron de personalidad.

seneb-museo-cairoEscultura de Seneb, junto a su familia, conservada en el Museo de El Cairo. Foto: Susana Alegre García 

La escultura tiene como base un podio sobre en que se sientan Seneb y su esposa. Sobre este elemento se encuentran inscritos los nombres de los personajes representados, sus títulos y el cartucho del faraón Didufri. Lo cierto es que Seneb, como Jefe del Guardarropa Real, debió disfrutar de una posición bastante elevada, ya que su cargo lo situaba en proximidad a la monarquía y en el ámbito de la corte. Además, Seneb ostentó cargos sacerdotales como responsable del culto a los faraones Quéops y a Didufri. La esposa, Senetefes, también se vinculó al mundo religioso como sacerdotisa de Neit, un tipo de titulatura recurrente entre las grandes damas del Imperio Antiguo.

En el grupo escultórico Seneb aparece con las piernas cruzadas, en una postura que en la estatuaria egipcia caracteriza a los escribas[2]. Sin embargo, él aparece en una actitud relajada e incluso tiene las manos sobre el pecho, en una postura de reposo. La actitud relajada todavía se hace evidente ante la presencia de los niños y, más todavía, ante el abrazo que le extiende su esposa: apoya su brazo izquierdo en el codo de su esposo y lo rodea afectuosamente con el otro. Ciertamente, este tipo de expresiones de afecto son muy comunes en el arte egipcio y son la demostración del deseo de la pareja de perpetuar su unión gracias a la poderosa magia del arte.

Seneb se muestra en el grupo escultórico con el pelo muy corto y luciendo tan solo un sencillo faldellín, un aspecto muy común entre los personajes masculinos mostrados en el arte egipcio de todos los tiempos pero especialmente presente en el Imperio Antiguo. Su esposa luce un vestido blanco que se ajusta al cuerpo y se extiende hasta los tobillos, sin mostrar más ornamentación que una sencilla pulsera en una de las muñecas. También lleva una peluca corta que oculta el pelo natural, que solo se hace visible levemente en la zona de la frente. Su atuendo y este tipo de peluca es muy común en la moda de las féminas del Imperio Antiguo.

Los rostros de Seneb y su esposa se muestran solemnes y serenos, pero con una leve sonrisa dibujándose en sus labios. Son rostros de facciones bastante pormenorizadas y personalizadas, lo que quizá se haga más evidente observando el perfil de ambos y especialmente atendiendo a la nariz: la de ella es corta y redondeada, la de él es mucho más alargada y con una curva que la hace suavemente aguileña. Ella tiene también unas mejillas carnosas y redondeadas, con algunos hoyuelos en el entorno de la boca. Seneb tiene unos pómulos más huesudos y con algún surco que parecer aludir a alguna arruga marcándose entre la zona de la nariz y la boca. Los ojos y las cejas solamente aparecen perfilados en bajorrelieve, sin conservar un perfil de policromía que los realce. El acabado pictórico y detalles como ciertas zonas de textura irregular podrían hacer pensar que la escultura fue colocada en la tumba de Seneb estando aún inacabada, como si hubiera habido una cierta precipitación, idea que se posiblemente se agudiza al observar el aspecto de la urna en la que la imagen fue localizada.

En lo que respecta a la policromía, el grupo escultórico de Seneb muestra un convencionalismo recurrente en el arte egipcio de todos los tiempos: él se muestra con la piel morena, mientras que ella aparece muy pálida. Esta dicotomía alude a un ideal de belleza que se mantuvo vivo durante milenios y en el que se priorizaba la piel oscurecida por el sol en los hombres y la tez clara y diáfana en la mujeres. En la escultura esta tradición también se hace patente en la figura de los hijos de la pareja, de ahí que la niña se muestre con la piel tan blanca como la de su madre; el niño, sin embargo, se pintó del mismo tono suavemente anaranjado del podio.

Los niños, mostrados en altorrelieve sobre el podio, se muestran desnudos y algo rollizos, correspondiéndose con la imaginería tradicional en el tratamiento de los personajes de corta edad. También era un tópico mostrarlos chupándose uno de los dedos de las manos, gesto que es, de hecho, identificador de las figuras infantiles en la iconografía egipcia. También era muy tradicional mostrarlos con cabello rapado o con un mechón recogido en una trenza a un lado de la cabeza.

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Uno de los aspectos más interesantes del grupo escultórico de Seneb es que muchas de sus características siguen los parámetros de los convencionalismos tradicionales y se responde a la tipología tradicional de retrato familiar tridimensional de Imperio Antiguo. Pero en otros aspectos es una obra audaz y excepcional, tanto a nivel técnico como en lo que respecta a los recursos utilizados para generar una composición general armónica y equilibrada.

Lo cierto es que la postura de las piernas de Seneb es excepcional en un grupo escultórico que muestra a un personaje sentado junto a su esposa. Lo habitual es que las piernas de ambos se muestren juntas y que se extiendan hasta la base. Pero, evidentemente, el enanismo hacía imposible este tipo de representación. De modo que para generar un diseño compensado, en la zona que debía estar ocupada por las piernas de Seneb se colocó la figura de dos hijos de la pareja. Ciertamente tienen un protagonismo eclipsado por el de sus padres, pero a nivel compositivo su presencia es relevante pues elimina el vacío que quedaría bajo la figura de su padre. De este modo se genera una volumetría que busca el equilibrio y la armonización con las piernas de la mujer, lo que no habría sido posible si Seneb hubiera sido mostrado con las piernas en otra posición. Cruzar sus piernas, como dejar las manos reposadas sobre el pecho, suaviza la descompensación de las medidas de sus extremidades en relación con la figura de la esposa. Ciertamente la escultura deja patente que Seneb era más bajo que su esposa, sin embargo, la composición y la manera de situar a los personajes, permite que la cabeza de ambos se muestre a la misma altura. Incluso las dimensiones algo más grandes de la cabeza de Seneb, insinúan una especie de perspectiva jerárquica. Así que aunque a Seneb se le muestra de un modo naturalista, en su representación se buscaron recursos que compensaran desequilibrios de carácter compositivo. Lo cierto es que el tratamiento iconográfico de Seneb implicaba conflictos difíciles de resolver dentro de las pautas de las convenciones plásticas egipcias, y, sin embargo, la obra consigue ser armónica y sorprendentemente canónica[3].

El artista que creo la escultura de Seneb con su familia fue bastante audaz y resolvió airosamente problemas compositivos de difícil factura. También fue audaz generando zonas liberadas, consiguiendo una especial vivacidad al no integrar las figuras en una pilastra dorsal y al generar espacios calados en puntos complicados, como, por ejemplo, entre los personajes, o en el brazo que Senetefes reposa sobre el codo de su esposo; incluso es excepcional el volado con el que se trató el otro codo de la dama, lo que, sin embargo, parece que terminó con una fisura que fracturó la piedra.

El grupo escultórico de Seneb es una pieza sin parangón en el arte egipcio. Su singularidad radica, sobre todo, en la voluntad de mostrar a Seneb de un modo naturalista y sin eludir sus deformaciones. Unas deformaciones que no le impidieron llegar a las capas más elevadas de la sociedad egipcia y ocupar cargos próximos a la figura del monarca. Un hombre privilegiado que buscó la eternidad en una tumba en la meseta de Guiza y que se inmortalizó disfrutando del gesto afectuoso extendido por su esposa.


Notas:
[1] A. Junker dató la escultura como una pieza de finales del Imperio Antiguo y en la bibliografía es frecuente encontrar diversas dataciones que la sitúan en la Dinastía V y/o VI. N. Cherpion, sin embargo, ha determinado que la datación correcta es la Dinastía IV, más concretamente, el reinado de Didufri. Ver en N. Cherpion, De quand date la tombe du nain Seneb (BIFAO 84), pp. 35-54 (en http://www.ifao.egnet.net/bifao/84/)
[2] 2. A pesar del acabado irregular de las extremidades, es factible adivinar la presencia de únicamente tres dedos en los pies. Recuerda con este rasgo la también excepcional escultura de escriba conservada en el Museo de El Cairo. Sobre esta pieza la Obra en Detalle del BIAE de enero de 2007.
[3] 3. Todos estos recursos se repiten de un modo u otro en los distintos relieves conservados en la tumba de este Jefe del Guardarropa Real. En ellos también se mantiene una evidente intención de mostrar a Seneb en su condición de enano, pero, a la vez, se utilizan recursos para compensar su talla y conseguir realzarlo como protagonista de las imágenes.

 

Autora Susana Alegre García

 

 

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