Piedra de Shabaka y Teología Menfita
Por María Teresa Vázquez Garcés
7 noviembre, 2007
Piedra de Shabaka expuesta en el British Museum. Foto: Susana Alegre García
Modificación: 28 agosto, 2020
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De igual manera que la Piedra de Rosetta fue un documento capital para la lingüística, la Piedra de Shabaka es crucial en el terreno de los investigaciones sobre la religión del Antiguo Egipto. Ambas losas, además, se conservan en el Museo Británico, aunque el éxito de la segunda entre los visitantes no puede compararse con la que permitió a Jean François Champollion descifrar los jeroglíficos. Aunque menos conocida el interés de la Piedra de Shabaka es enorme y es referencia obligaba en los estudios sobre relatos cosmogónicos egipcios o de la Creación.

La Piedra de Shabaka recibe este nombre por datarse del reinado de un rey llamado Neferkare Shabaka (o Sabacón, o Sabaco) que gobernó en Egipto aproximadamente entre el 716 al 702 a. C., durante la Dinastía XXV, también llamada Etíope o Cushita. No se trata de una época fácil pues Egipto se encontraba hundido en una profunda crisis que fue aprovechada por los reyes de Nubia para emprender acciones de conquista. Shabaka ( Sabacón/Sabaco) es uno de estos reyes llegados desde Cush que gobernó Egipto pero que, aún siendo extranjero, adoptó sin reservas las tradiciones egipcias, la titulatura tradicional o los antiquísimos emblemas de los faraones.

El documento que llamamos Piedra de Shabaka es una losa de piedra de 66 cm. x 137 cm. con inscripciones, conservada en el Museo Británico desde 1805 con el registro EA498. Al observarla llama la atención que tiene un agujero en el centro y las profundas marcas de erosión, un desgaste sufrido al haber sido utilizada por los lugareños egipcios como piedra de molino. Aún así buena parte del texto de la Piedra de Shabaka se conserva legible para ofrecer una narración mitológica de gran interés, en la que el dios Ptah, protector de la ciudad de Menfis, tiene el máximo protagonismo. Es un texto fundamental para comprender la religiosidad egipcia y conocido comúnmente como la Teología Menfita.

museo_britanico_019-3495-670-620-80Detalle de la perforación y desgaste producido al utilizarse como piedra de molino.

Aunque el rey Shabaka era de origen Nubio y un conquistador de Egipto, y aunque al morir se hizo enterrar en una pirámide en la necrópolis de el Kurru, en Sudán, todo apunta a que fue un hombre interesado en perpetuar las tradiciones egipcias. Actuó como restaurador de monumentos egipcios que amenazaban ruina, levanto construcciones para honrar a los dioses egipcios y parece que le gustó hurgar en viejos archivos o en las bibliotecas de los templos. Precisamente la Piedra de Shabaka es producto de esto, pues en el propio texto se explica que es una copia hecha en piedra, para darle perdurabilidad, al texto escrito en un papiro encontrado en Menfis y que se estaban comiendo los gusanos.

A diferencia de otras leyendas mitológicas egipcias que narran la Creación inspirándose en fenómenos de tipo fisiológico (Atum escupe o vomita a su prole, los seres surgen del semen de Ra…etc.); en el texto inscrito en la Piedra de Shabaka el dios Ptah genera el cosmos a través del pensamiento (corazón) y de la palabra (la lengua). Estos medios “elevados” hacen que frecuentemente se considere un texto más intelectual y filosófico que otras cosmogonías egipcias, donde podrían existir precedentes de ciertas nociones bíblicas, especialmente las que sitúan al verbo como fuerza fundamental de la Creación: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (Jn 1:1-5)>>

museo_britanico_031-3471-670-620-80Detalle del texto inscrito en la Piedra de Shabaka.

Este es uno de los fragmentos más destacables del texto de la Teología Menfita en la Piedra de Shabaka:

«Aquel que se manifestó cómo el corazón, (aquel que) se manifestó como la lengua, con la apariencia de Atum, (aquél) es Ptah el muy grande, quien dio vida a todos los dioses así como a sus genios (kas), gracias a este corazón del que Horus es la emanación, (nacidos ambos) de Ptah. Y ocurrió que el corazón y la lengua predominaron sobre todos los miembros del cuerpo, puesto que él (Ptah) está en el cuerpo y que el (Ptah) está en la boca de todos los dioses, de todos los hombres, de todos los animales, de todos los reptiles, de todos los (seres) vivientes, pensando y decretando todo lo que desea.

Su Enéada está ante él, como dientes y labios, o sea, el semen y las manos de Atum. Porque la Enéada de Atum vino a la existencia gracias a su semen y a sus dedos. Pero la Enéada es, en realidad, los dientes y los labios de esta boca que pronunció el nombre de cada cosa, de la cual han salido Shu y tefnut, y que ha dado luz a la Enéada.

 La visión de los ojos, el escuchar de las orejas, el oler de la nariz, ellos informan al corazón. Él es quien hace surgir todo conocimiento, y la lengua anuncia lo que el corazón precisa.

Así nacieron todos los dioses y su Enéada fue completada. En verdad, cada palabra divina se realizó conformemente a lo que el corazón pensó y a lo que la lengua ordenó. Así fueron creados los espíritus machos y promovidos los hembras, autores de todo alimento y de toda subsistencia, por medio de esta palabra (dedicada ?) a aquel que hace lo que se aborrece. Así se dio la vida al pacífico, y muerte al turbulento. Así fueron creadas cada labor y cada oficio, la actividad de las manos, el movimiento de las piernas, la función de cada miembro, de acuerdo con el designio que pensó el corazón y que expresó la lengua, Lo que realizó enteramente.

Por ello se dice que Ptah, «Aquel que hizo todo y que hizo existir a los dioses». Él es Ta-tenen («la tierra que surge» del abismo primordial»), él es quien dio nacimiento a los dioses, aquel de quien todas las cosas han surgido: los alimentos, las subsistencias, las ofrendas divinas, todas las cosas buenas. Por ello se reconoce y comprende que su poder es más grande que el de los (otros) dioses. Y así Ptah se sintió satisfecho, luego que hubo hecho todas las cosas y todas las palabras divinas.

Él dio nacimiento a los dioses, él fundó las ciudades, él estableció los nomos, él instaló a los dioses en sus santuarios, él organizó sus ofrendas, él fundó sus santuarios, él fabricó sus cuerpos, según sus deseos. Y los dioses penetraron en sus cuerpos, (elaborados con) toda especie de plantas, toda clase de piedras, toda clase de barro, y con todas las materias que crecen en él, en las cuales se encarnan. Así, todos los dioses se unieron en él, lo mismo que sus espíritus (sus kas), satisfechos y reunidos en el Señor del Doble País». (Traducción de Jesús López en Mitología y Religión del Oriente Antiguo).

 

Autora María Teresa Vázquez Garcés 

 

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