Pared de ofrendas de Sat-Ba-Hotep explicada en el canal
Por Rosa Pujol
23 junio, 2004
Modificación: 26 abril, 2020
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Pared de ofrendas de Sat-Ba-Hotep

Primero os facilito unos datos generales e históricos sobre esta pieza, antes de comenzar con la transcripción de la presentación de la misma en el canal:

LA PARED DE OFRENDAS DE SAT-BA-HOTEP
Heracleópolis Magna (ca. 2134-2040 a.C)
Primer periodo Intermedio (Periodo heracleopolitano)
MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL – MADRID

La pieza que explicamos data, según todos los indicios, del Primer Período Intermedio. El Primer Periodo Intermedio es el espacio de tiempo que va desde la VI Dinastía menfita hasta la XI Dinastía tebana.A finales de la VI Dinastía, la monarquía menfita se debilitó y fragmentó, y el caos se adueñó del país. Esta fragmentación dio lugar al auge de pequeños reyes locales que, de alguna manera, se fueron haciendo con el poder.

Naturalmente todo esto no ocurrió en dos días, sino que los hechos se fueron sucediendo desde la VI Dinastía a la IX o X, abarcando desde el 2134 hasta el 2040 a.C. Algunos autores no hacen distinción entre las dinastías IX y X y la consideran una sola, que, además, discurrió paralela, o casi, con la Dinastía XI tebana. Recordemos que entonces el país estaba fragmentado. Entre estos gobernantes locales, los hubo más importantes y que consiguieron una cierta hegemonía sobre los demás, arrogándose la soberanía del país. Estos reyes tuvieron su capital en Heracleópolis Magna, por lo que a este periodo le llamamos Heracleopolitano. Es decir, la capital se trasladó desde Menfis a Heracleópolis Magna, consiguiendo un dominio notable de gran parte del país, muchas veces a través de pactos con los gobernantes de las provincias o nomos, llamados nomarcas.

Sin embargo, nunca pudieron pactar con los príncipes de Tebas, enemigos seculares de los reyes heracleopolitanos. Tras un periodo oscuro y confuso de guerras internas, surgió la reacción de los tebanos que, finalmente, se alzaron con el poder, unificando Egipto de nuevo.Esto ocurrió en época de los Antef y Mentuhotep, fundadores de la Dinastía XI y del periodo que llamamos Reino Medio.

Ihnasya el-Medina

Heracleópolis Magna estaba situada en las márgenes del Bahr el-Yusuf, brazo del Nilo que baña el oasis de El Fayum, y que desemboca en el Lago Karum. La ciudad se situaba al SE del oasis, y un poco más alS de Lahun y Kahun. El nombre que recibía en época faraónica era nn-nsw (que significa literalmente “el niño o el infante real”) y era la capital del nomo de Im-Jent. El nombre de Heracleópolis Magna se lo dieron los griegos al asociar el dios local, Herishef, con Heracles.En la actualidad, el nombre árabe del lugar es Ihnasya el-Medina –que bien pudiera derivar de nn-nsw, ya que se aprecian coincidencias consonánticas entre Ihnasya y nsw.

Excavación

Al finalizar la campaña de salvamento de los monumentos de Nubia para la construcción de la presa de Asswan, en la que nuestro país colaboró, España solicitó permiso para excavar en la zona de NN-NSW. El permiso fue concedido y la excavación dio buenos resultados en términos generales.Prueba de ello son algunos ejemplos que podemos ver en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. En concreto nuestra misión retomó la responsabilidad de seguir con la excavación del Templo de Herishef, emprendida en el siglo XIX por Naville y Petrie.Herishef era el dios local de nn-nsw y toma la forma de un hombre con cabeza de carnero y disco solar entre los cuernos. Su nombre Hry-s-f significa “el que está presente en su lago”. Era dios de la fertilidad y su disco solar nos indica su asociación con Ra.

Cuando en el año 1968 apareció la necrópolis del Primer Periodo Intermedio, se comprobó que ésta había sido saqueada y destruida, por lo que se hallaba en muy mal estado. Sin duda esta destrucción se debió a las luchas con los tebanos.

Pared de ofrendas

La pieza que estudiamos se encontró en el estrato correspondiente a la necrópolis del Primer Periodo Intermedio, por lo que la datación es relativamente fácil, no sólo por este hecho, sino también por otros detalles que veremos en la propia pieza y que, de alguna manera, nos darían claves inequívocas para situarla en esta época.

Creemos que esta pieza está inédita, o casi, ya que no se ha publicado un estudio completo sobre ella.Sólo el Profesor Presedo la mencionó en el Congreso de Egiptología de 1976, y Doña Carmen Pérez Die dio datos sobre ella en un curso de egiptología que se impartió en el Museo. No obstante, nos consta que Doña Carmen Pérez Die nos prepara un estudio completo de la pieza, que aún está en embrión. Por lo tanto, y a la espera de dicho estudio, nos vamos a limitar a exponer al aficionado lo que se muestra en la pared, y a fijarnos en algunos detalles de interés.

Vemos que se trata de una pared de ofrendas fragmentada.Posiblemente el hecho de que esté fragmentada pueda deberse a las luchas a las que aludíamos entre heracleopolitanos y tebanos, o quizás a una destrucción sistemática por parte de los tebanos al hacerse con el poder. Si bien esta pieza en concreto no parece haber estado sometida a esta damnatio memoriae.

Aunque a simple vista pueda parecernos una pieza poco importante, no es así, ya que los testimonios de este período concreto son muy escasos y se conservan muy pocas paredes de ofrendas de estas características. Este fragmento de pared fue el resultado del reparto de los hallazgos de la excavación de Ihnasya el-Medina entre el gobierno egipcio y el Museo.

Podemos afirmar casi con seguridad que esta pared proviene de una mastaba. Sabemos que los enterramientos egipcios eran de dos tipos, hipogeos y mastabas, si exceptuamos las pirámides reservadas a los faraones del Reino Antiguo. Como todo el mundo sabe, los hipogeos eran enterramientos excavados en la roca o ahondados en la tierra. Las mastabas eran enterramientos en una cueva subterránea con un pozo y una superestructura de piedra con vaga forma de banco. De ahí su nombre, ya que mastabat en árabe significa “banco”. Pues bien, como en esta zona no había rocas en las que excavar hipogeos, la deducción lógica es que se trató de una mastaba.

Sólo se encuentran mastabas de esta época en Edfú y en Ihnasya el-Medina.Si bien las de Edfú estaban hechas de piedra, mientras que las de Heracleópolis Magna estaban hechas de adobe, puesto que la crisis hacía que se buscaran materiales de construcción más económicos. Sobre las paredes interiores de adobe de las mastabas, se colocaban planchas de piedra decoradas.Con estas paredes “postizas” querían dar la impresión de que toda la tumba era de piedra, y naturalmente los costes eran mas reducidos.

Es de suponer que esta pared decorase la capilla de una mastaba, y dentro de esta capilla, es posible que cubriera la pared S. Las mastabas estaban normalmente orientadas al E, con la estela de falsa puerta al O, y las ofrendas de carnicería en el N.

En el estilo de la pieza destacan elementos del Reino Antiguo, aunque con algunas variaciones.Estas innovaciones pueden ser la cenefa de figuras rectangulares que enmarca la escena de la ofrenda. Otra sería el tipo de jeroglífico inciso, mientras que las figuras están en relieve. Veremos más ejemplos de este tipo de jeroglíficos “de crisis” a finales de la Dinastía XVIII, cuando las inscripciones se hacen más toscas y menos cuidadas. Naturalmente estos jeroglíficos no soportarían una comparación los de las mastabas de Ti o Mereruka, o la de los hermanos manicuristas, en las que las escrituras están realizadas en bajorrelieve finísimo y esmerada ejecución.

Parte superior

Aquí vemos el arranque de la fórmula de ofrenda en cuidado bajorrelieve.Apreciamos que se trata de una fórmula prt-hrw –literalmente “para salir a la voz”-. Los ideogramas nos muestran el plano de una casa en cuya salida hay una campanilla, elemento indispensable en la voz. Esto nos indica que, por medio de la invocación se espera que se materialicen de modo mágico las ofrendas que se citan:panes, bueyes, cervezas, ocas, etc., para el ka de la venerable Sat-ba-hotep. En este tipo de ofrendas suele aparecer otra fórmula, que llamamos hotep-di-nsw (“ofrenda que hace el rey” a tal dios funerario, generalmente Anubis, que reside en tal sitio, señor de tal necrópolis para que salga a la voz tal cantidad de panes, ungüentos, telas, vino, etc.). Al estar esta parte fragmentada no podemos saber qué dios recibía el encargo real para que las ofrendas a Sat-ba-hotep se materializasen.

Si nos fijamos en el sentido de los signos (los egipcios escribían en ambos sentidos) veremos que esta fórmula esta orientada a la izquierda. Por paralelos con otros muros sabemos que mira hacia el exterior, a la entrada de la capilla de la que este muro formaba parte. Al leerse la fórmula, el nombre y los títulos de la difunta coincidirían con la figura de la misma en el extremo derecho de la pared. En cambio los textos de los demás personajes, miran hacia el interior.

Inmediatamente debajo de esta primera fórmula encontraríamos lo que se suele llamar de modo coloquial “pancarta” o “menú”.

Una “pancarta” (término no demasiado afortunado) es una especie de relación de los productos, rituales y ceremonias que debían realizarse todos los días a partir del enterramiento, mientras durase la inscripción que le servía de soporte como elemento de eternidad. Los egipcios eran conscientes de que el carácter humano es olvidadizo, y estas ofrendas eran como una garantía de eternidad para los difuntos, quienes al morir sus hijos y nietos, e incluso los sacerdotes encargados de la tumba, podían quedar desatendidos. Por eso, en los textos de tumbas y estelas funerarias, se anima a quien las vea (a los vivos que estáis sobre la tierra –anhw tp-ta) a que diga en voz alta la ofrenda funeraria allí relacionada, repitiendo el nombre del difunto. Incluso se les prometía algo parecido a nuestras indulgencias, diciendo que “esto hace mucho bien a quien lo dice”. De modo que la pervivencia feliz en el Más Allá quedaba garantizada por estas inscripciones en piedra.

En las pancartas –todas ellas prácticamente iguales- apreciamos unas pequeñas capillas en las que está escrito un alimento, bebida, ritual o perfume. Debajo, en un pequeño registro aparece por medio de números e ideogramas indicada la cantidad de perfumes, libaciones, fumigaciones, alimentos o bebidas que se le deben ofrecer al difunto.Incluso se contemplan las abluciones y las comidas con amigos. La tónica general es que piden que se les ofrezca una comida consistente en un primer plato ligero seguido de otro mas fuerte con ocas, carnes, palomas, etc y todo tipo de panes. El menú finalizaría con gran profusión de dulces.

Naturalmente estas “pancartas” estaban ligadas al conocido ceremonial de “Apertura de la boca”, por la cual se devolvían al ka del difunto sus funciones vitales:comer, respirar, ver, oler… de modo que pudiera disfrutar todos los días en los Campos de Ialu.

El origen de estas pancartas se remonta a antes de los Textos de las Pirámides, y su significado es mágico-religioso.Una vez acuñado este canon, se siguió manteniendo a lo largo de la historia de Egipto con muy pocas variaciones. Vemos con esto que los reyes y nobles heracleopolitanos siguieron las costumbres del Reino Antiguo en casi todas sus manifestaciones.

Sabemos ya que la mastaba pertenecía a una dama que vivió en el Primer Periodo Intermedio y cuyo nombre era Sat-ba-hotep (la hija del espíritu feliz, o bien el espíritu de la hija esta feliz), a quien, según nuestra reconstrucción ideal, debemos imaginar sentada a la derecha de la pieza, representada a escala mucho mayor que el resto de los personajes. Estaría sentada frente a una mesa de ofrendas rebosante de todo tipo de alimentos, todos ellos representados de modo idealizado, es decir, verticalmente. Esto lo hacían así con el fin de que quien viera esta pared pudiera apreciar la suculencia y abundancia de los productos ofrecidos. Así, la apariencia de equilibrio inestable que presentaban estas mesas obedecía, una vez más, a motivos mágico-religiosos.

Más abajo veremos cuatro registros, uno de ellos dedicado a los sacerdotes oficiantes en los ritos funerarios, y los otros tres dedicados a simples portadores de ofrendas.

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