Pablo y el egipcio
Por Gerardo Jofre
1 noviembre, 2009
Modificación: 22 mayo, 2020
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Dos décadas después de la muerte de Jesús, sus seguidores comenzaron a difundir el cristianismo. Pablo de Tarso, uno de los apóstoles más activos, comenzó su actividad evangelizadora pocos años después de la crucifixión de Jesús de Nazaret, tras una “llamada” o revelación acontecida en su camino hacía Damasco. El pasado mes de junio finalizó el año paulino. El redescubrimiento de la tumba de Pablo en Roma, el hallazgo en el estrecho de Messina de un posible Templo donde estuvo el apóstol, la localización de su retrato en un fresco del siglo IV en las catacumbas romanas o el descubrimiento de un ancla de plomo similar al del navío que naufragó en la costa maltesa (Hechos 27,39-40), son tan sólo los últimos descubrimientos arqueológicos relacionados con la figura de Pablo.

La arqueología ha descubierto años atrás numerosos vestigios relacionados con lugares y personajes entorno a la vida de Pablo. En Corinto por ejemplo, se descubrió un pavimento inscrito en el que se menciona a Erasto como edil y en Romanos 16,23, Pablo saluda a Erasto a quien llama “tesorero de la ciudad”. Al final del viaje, Pablo añade que Erasto estaba en Corinto (2 Tim 4,20).

Tras décadas de excavaciones en los lugares que Pablo visito en sus viajes, podemos afirmar que se han descubierto restos que proporcionan información relevante al contexto del Libro de los Hechos.

Lo que sabemos de Pablo nos viene transmitido a través del Libro de los Hechos y las epístolas paulinas. Hay que señalar, que el Libro de los Hechos de los Apóstoles y algunas cartas de Pablo (especialmente Gálatas) son prácticamente la única fuente con la que contamos para saber los acontecimientos de los primeros años de la Iglesia. La obra Hechos de los Apóstoles atribuida por la tradición a Lucas, fue redactada entorno al año 90 d.C. y al margen de su importancia, determinadas partes del texto presentan serias dificultades de valor histórico (por ejemplo Hechos 22, 1-21 o 9, 27-30).

Además, nos han llegado dos antiguas versiones de “Hechos de los Apóstoles”:

a) El llamado texto egipcio: Compuesto por el Códice Vaticano (s.IV), Códice Sinaitico (s. IV), Códice Alejandrino y por los papiros P45 y P74.
b) El texto occidental compuesto por el Códice Beza (s. V).

El texto occidental es algo más extenso que el texto egipcio. Este dato lo vamos a tener en consideración a la hora de analizar el siguiente pasaje.

En Hechos 21, 37-40 podemos leer un episodio que contiene elementos históricos y teológicos relacionados con Pablo y un personaje llamado “El Egipcio”.

En la narración, Pablo es acusado de haber introducido en el templo de Jerusalén a paganos griegos y es linchado por la muchedumbre. Efectivamente, el patio de los gentiles era la única parte del Templo abierta a los no judíos. Los arqueólogos han encontrado varias inscripciones en diferentes losas del Templo de Herodes que refieren a la prohibición de que un pagano entre el recinto sagrado. Una de esas inscripciones dice así:

“Ningún gentil puede entrar más allá del muro que divide el patio entorno al lugar sagrado. Si es sorprendido, será responsable de su subsiguiente muerte”.

Ante el alboroto, Pablo es arrestado por el tribuno de la cohorte auxiliar, que estaba en la fortaleza Antonia. Este oficial romano, manda que lo encadenen y le intenta interrogar, pero debido a los gritos del gentío, no puede sacar nada en claro. Seguidamente, lo envía al cuartel.

Lo que sucede después es singular:

Hechos 21,37-40: “Cuando iban ya a meterle en el cuartel, Pablo dijo al Tribuno. ¿Me permites decirte una palabra?, Él le contestó: «Pero,¿sabes griego? ¿No eres tú entonces el Egipcio que estos últimos días ha amotinado y llevado al desierto a los cuatro mil terroristas?». Pablo respondió: «Yo soy un judío, de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Te ruego que me permitas hablar al pueblo». Se lo permitió. Pablo de pié sobre las escaleras pidió con la mano silencio al pueblo y haciéndose un gran silencio les dirigió la palabra en lengua hebrea”.

Veamos un análisis del texto. En un principio Pablo es encadenado e interrogado en el lugar donde es atacado, algo extraño, cuando lo más lógico hubiera sido que el oficial dispersara a los alborotadores y llevara a Pablo al cuartel junto con varios agresores para aclarar lo sucedido.

Si leemos el texto del veremos que ambos no presentan diferencias sustanciales a destacar en este fragmento.

Códice Sinaítico y Códice Beza

Si leemos el texto griego de ambos códices observamos que las preguntas son todavía más directas:

(Hechos 21:37-38) “¿Puedo hablar contigo?, Él le respondió ¿Tienes conocimiento del griego?, ¿No eres por lo tanto (o luego) el Egipcio que hace unos días antes hizo un levantamiento y se llevó al desierto a cuatro mil asesinos (sicarios)?”

Algunos estudiosos como Wesley deducen que “el Egipcio” no debía saber griego y que Pablo al hablar en griego al Tribuno, le hace dudar de que se trate del Egipcio. En mi opinión, todo lo contrario. Las versiones griegas de ambos códices nos muestran que el oficial ha encadenado e interrogado a Pablo de manera inmediata en el lugar del tumulto porque sospecha que es un sicario. Cuando Pablo le habla en griego, el oficial piensa que el sicario es concretamente “el Egipcio” y le pide si él es el Egipcio. Ante una posible confusión de identidad, Pablo deja claro que el no es el Egipcio, sino un judío nacido en Tarso.

La ocupación romana en Palestina produjo el levantamiento de grupos nacionalistas judíos. Con frecuencia aparecían líderes que animaban a la lucha armada contra los romanos. Estos sicarios, eran rebeldes que realizaban atentados contra los intereses romanos.

¿Quién fue “el Egipcio”?

La anécdota del egipcio hubiese quedado únicamente en el texto lucano, sino fuese porque fuera del Nuevo Testamento, un historiador llamado Flavio Josefo lo vuelve a citar.

En su obra “Guerra de los Judíos” (Bell. II 261-263) el historiador añade: “Otro grupo de malos hombres que no mataban, pero con conceptos pestíferos y muy malos corrompieron el próspero estado y la felicidad de toda la ciudad, no menos que hicieron aquellos matadores y ladrones. Porque aquellos hombres, engañadores del pueblo, pretendiendo con sombra y nombre de religión hacer muchas novedades, hicieron que enloqueciere todo el vulgo y gente popular, porque se salían a los desiertos y soledades, prometiéndoles señales de la libertad que habían de tener. Envió contra éstos Félix, pareciéndole que eran señales manifiestas de traición y rebelión, gente de a caballo y de a pié, todos muy armados y mataron gran muchedumbre de judíos”.

“Pero mayor daño causó a todos los judíos un hombre egipcio, falso profeta, porque viniendo para halagarlos, siendo mago, queríase poner nombre de profeta, y junto con él casi treinta mil hombres, engañándolos con vanidades y trayéndolos consigo de la soledad donde estaban, al monte que se llama de los Olivos; trabajaba de venir de allí a Jerusalén, y echar la guarnición de los romanos y hacerse señor de todo el pueblo. Habíase juntado, para poner por obra esta maldad, mucha gente de guarda, pero viendo esto Félix proveyó en ello; y saliéndole con la gente romana muy armada y en orden, y ayudándole toda la otra muchedumbre de judíos, dióle la batalla. Huyó salvo el egipcio con algunos, y presos los otros, muchos fueron puestos en la cárcel, y los demás se volvieron a sus tierras”.

En su otra obra: “Antigüedades Judías” (20:169-172), Josefo dice lo siguiente acerca del Egipcio: “Con esos hechos perpetrados por ladrones, la ciudad estaba repleta de crímenes horrendos. Los impostores y los hombres falaces persuadían a la multitud que los siguieran al desierto. Decían que allí les mostrarían signos y señales que sólo pueden producirse por obra y providencia de Dios. Muchos que los creyeron, sufrieron los castigos que merecían por su locura, pues Félix los hizo ejecutar cuando le fueron entregados”.

“En ese tiempo llegó a Jerusalén un egipcio que simulaba ser profeta, y quiso persuadir a la multitud que ascendiera con él al monte de los Olivos, que se encuentra a la distancia de cinco estadios de la ciudad. Les dijo que desde allí verían caer por su orden los muros de Jerusalén, y les prometió abrirles un camino para volver a la ciudad”.

“Cuando Félix oyó tales cosas; ordenó a sus soldados que tomaran las armas. Salió de Jerusalén con muchos soldados de caballería y de infantería, y atacó al egipcio y a los que estaban con él. Mató a cuatrocientos de ellos, e hizo prisioneros a doscientos. En cuanto al egipcio, eludió el encuentro y se escapó”.

El Egipcio por tanto fue un mago, un falso profeta, procedente de Egipto que actuó contra los romanos e instigo al nacionalismo judío a la rebelión. Es muy probable que también fuese judío, y que también conociera el griego al igual que Pablo. El Egipcio emulando a Josué, prometió a sus seguidores que caerían los muros de Jerusalén.

Finalmente el Egipcio fue perseguido por Félix y huyó probablemente al desierto y más tarde quizá volviera a su tierra, Egipto. Estos sucesos tuvieron lugar en algún momento entre los años 52 y 60 d.C.

La Guerra de los judíos fue escrita entre los años 75 y 80 d.C. y antigüedades Judías sobre el año 94 d.C., esto ha llevado a algunos estudiosos a argumentar que Lucas habría usado material de Josefo para Hechos de los Apóstoles. Uno de esos materiales sería el episodio del Egipcio. No podremos nunca saber si eso es así, sin embargo si podemos observar que Lucas plasma un mensaje teológico en aquellos sucesos: La teología lucana descarta cualquier idea de que el cristianismo pudiera ser confundido con una rama del movimiento nacionalista judío, pues de lo contrario el Tribuno no le hubiera concedido la palabra.

En conclusión, tanto el trasfondo teológico de la narrativa, como la posibilidad de una inserción de material de Josefo en el libro de los Hechos, dificultaria su historicidad. Sin embargo es bastante probable que durante algún momento de la detención de Pablo, esa confusión con el Egipcio sucediera realmente.

A partir de Hechos 21,39, Lucas prepara el discurso de Pablo, finalizando la parte histórica de este curioso relato.

Bibliografía

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Desclée de Brouwer, Nueva Biblia de Jerusalén revisada y aumentada, Bilbao, 1998.
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James K. Hoffmeier, Arqueología de la Biblia, Madrid, 2008.
Josefo, Antigüedades Judías.
Josefo, Guerra de los Judíos.
Piñero, Guía para entender el Nuevo Testamento, Madrid, 2006.
Ramis Darder, Francesc, Apuntes de la asignatura Viajes de San Pablo, Curso CETEM 2008-2009.
Scio de San Miguel, La Santa Biblia traducida al español de la vulgata latina, Barcelona, 1853.

 

Autor Gerardo Jofre, coordinador de la Sección de Egipto y la Biblia

 

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