Pero no todo han sido buenas noticias. Desgraciadamente tampoco a lo largo de este año nos hemos librado de los recurrentes robos y expolios de antigüedades en los yacimientos arqueológicos egipcios, así como la incautación de piezas y detenciones de quienes pretendían sacarlas ilegalmente del país. De hecho, han sido frecuentes las informaciones sobre excavaciones ilegales, con algunos de los expoliadores localizados in fraganti y hasta en pozos realizados en el interior de sus propias casas. En uno de estos pozos clandestinos se produjo el fallecimiento de cuatro personas adultas y un niño de once años .

Entre las noticias más desconcertantes se encuentra el hecho de que el Ministerio de Antigüedades parece haber perdido en los últimos 50 años un total de 32. 638 piezas arqueológicas guardadas en sus almacenes, al menos ello se deduce del inventario general recientemente presentado. Tras buscar excusas bastante absurdas e inverosímiles, el Ministerio de Antigüedades ha emprendido una investigación para intentar aclarar estas circunstancias, pero mucho nos tememos que las circunstancias difícilmente se aclararán.

En cuanto al tráfico de antigüedades, a finales de agosto la revista LiveSciece publicaba las declaraciones de Monica Hanna, especialista en el trafico de antigüedades y gran activista de cara a preservar al patrimonio arqueológico egipcio, donde la egiptóloga afirmaba que los saqueadores de antigüedades egipcios tratan de reclutar a los egiptólogos para que les ayuden, contactando a través de las redes sociales con profesionales o con personas con conocimientos del pasado egipcio. Los saqueadores buscan que les asesoren sobre los mejores lugares en los que actuar y sobre la venta de antigüedades. Ciertamente la colaboración de especialistas o pseudoespecialistas es una constante en el mercado de antigüedades, no siendo siempre intachables en cuanto a escrúpulos. Y es evidente que buena parte del tráfico de antigüedades no sería posible si la egiptología colaborara activamente en su eliminación y no adoptara la cómoda pose de mirar, con extraordinaria frialdad, hacia otro lado. Sería bueno y ético que se emprendiera un profundo cambio de actitudes.

Entre las circunstancias alarmantes hay que destacar la invasión en Dashur por la maquinaria pesada procedente de una cantera próxima, aunque las autoridades egipcias afirmaron que en la zona arqueológica no se habían producidos daños y que la situación había sido rápidamente solventada.

Mucho más próxima es la alarmante y penosa situación que acarrea el templo egipcio de Debod, que se alza a la intemperie en un parque público en Madrid desde 1972. Desgraciadamente a lo largo del año se han ido alternando noticias sobre el cierre al público del monumento, debido a problemas de climatización. A finales de año el templo egipcio permanece cerrado, aunque se supone que se está efectuando un estudio profundo del monumento para poder emprender acciones que definitivamente consigan preservar este legado milenario para las generaciones futuras. Esperemos que de una vez por todas, antes de que sea ya demasiado tarde, se tomen las medidas necesarias y definitivas para que el milenario templo de Debod pueda preservarse de forma eficaz.