Nono de Panópolis. Sociedad, religión y literatura en el Egipto tardoantiguo
Por David Hernández de la Fuente
1 enero, 2012
Modificación: 25 abril, 2020
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La figura de Nono en su contexto

Estos ejemplos históricos acreditan una forma amplia de entender la espiritualidad en la época y pueden proporcionar una perspectiva adecuada para comprender la figura y la obra de Nono de Panópolis, autor de una epopeya dionisíaca y de otra cristiana. Desconocida su vida, Nono combina por origen cultura helénica y cristianismo copto, pues es de Panópolis (Akhmim – Chemnis), ciudad con fuerte tradición helénica desde tiempos de Heródoto pero también foco del monasticismo de Shcnute y su Monasterio blanco. Parece que escribe en Alejandría y que, a juzgar por otros datos que proporciona en su obra (Dion. XL y XLI) puede que pasara algunos años en Bérito, en su famosa escuela de Derecho. En todo caso, su vida se sitúa entre 400 y 470[61], discutiéndose cual de sus obras escribió antes[62], su aparente contradicción e intención[63]. Nono desarrolló su actividad literaria entre la capital cultural de Oriente, Alejandría, y su ciudad provincial de Panópolis, que cuenta con numerosos testimonios de una rica cultura en época bajoimperial y bizantina. Panópolis, verdaderamente, fue el centro cultural de la recóndita Tebaida hasta la conquista musulmana, en el siglo VII, y un foco permanente de creación literaria y artística. Se caracterizó principalmente por una gran mezcolanza de razas y credos, siendo sede de unos 400 templos, y por un ambiente étnico y culturalmente muy variado que, sin duda afectó a nuestro autor. Fue cuna de otros poetas, como Horapolo el Viejo, Ciro de Panópolis y Pamprepio, y parece que tuvo su esplendor precisamente durante el s. V[64] Escasas noticias biográficas y teorías dispares hacen de este autor un gran desconocido para los estudios griegos. Entre las teorías más sugerentes sobre la identificación de Nono, E. Livrea, lo identifica con el personaje homónimo que fue obispo de Edesa entre 449 y 451 al que la tradición hagiográfica atribuye la conversión de Santa Pelagia[65]. Esta teoría ha sido recientemente rebatida por A. Cameron[66], aunque el estudioso italiano ha vuelto a salir a la palestra para defenderla[67]. El otro intento de identificación se refiere a otro Nono, a veces apodado “el abad”, que es autor de unos escolios mitológicos a Gregorio Nacianceno[68]. Sin embargo, la cuestión permanece sub iudice[69].

Para una cronología más precisa de su actividad literaria, se han propuesto diferentes teorías, desde finales del siglo IV, hasta incluso finales del V, en una época de bastante confusión, pero en general se sitúa su floruit en la primera mitad del siglo V. Su datación es, pues, bastante incierta, y no figura en el léxico bizantino Suda. Varios indicios nos señalan el terminus post quem. Por un lado, Claudiano y su poema De raptu Proserpinae de 397, pues Nono hace uso claramente de él. También cuenta el hecho de que Bérito figura en el canto 41 de las Dionisíacas como una ciudad, una pólis, status jurídico que no le fue concedido hasta el 450. Keydell[70], principal editor moderno del poeta, establece un terminus ante quem para su actividad literaria gracias a una mención que de nuestro autor hace Agatías[71] como uno de los jóvenes poetas de su tiempo y también mediante la aparición de la primera obra de la escuela de Nono, el Encomio a Teágenes, de 470.

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Fig. 7. Restos romanos en Akhmin (Panópolis). Fotos en: www.panoramio.com/ photo/53571483?source=wapi&referrer=kh.google.com

Contamos además con dos epigramas de la Anthologia Graeca[72], que se le atribuyen sin demasiada certeza. Uno de ellos sería una suerte de epitafio, que ha comentado Livrea[73]. Se ha dicho también, basándose en suposiciones a partir de sus obras, que Nono estudió Leyes en la ciudad de Bérito, en su famosa escuela de Derecho como tantos otros jóvenes con posibilidades de estudio en su tiempo, fundamentándose esta afirmación en el extenso panegírico que sobre esta ciudad figura en las Dionisíacas. Para Keydell, autor de la más reputada edición de Nono, el poeta habría descrito fielmente la zona del Asia Menor, por conocimiento personal. Así, parece que también habría conocido también la ciudad de Tiro, según la descripción física que de la misma se hace en el canto 40, versos 311 y siguientes. También se ha dicho que el controvertido lugar de composición de las Dionisíacas fue la ciudad de Alejandría, pues en el proemio al mismo, en el que se cita la “cercana isla de Faro”[74], Nono parece indicar que escribe en aquella ciudad. Sin embargo, se obvia en su enorme producción literaria toda mención de su patria egipcia, salvo un par de alusiones[75].

La cronología de sus obras es la mayor incógnita en torno a su obra, por el carácter tan opuesto de las Dionisíacas y la Paráfrasis al Evangelio de San Juan. Durante mucho tiempo, hasta el siglo pasado, predominaba la idea de una supuesta conversión de Nono al Cristianismo. De tal manera, la primera obra en ser escrita habría sido necesariamente las Dionisíacas, con anterioridad a la conversión del autor a la fe cristiana[76]. Por otra parte, no se puede dejar de considerar a Nono como “el último poeta pagano”, en una romántica visión de los últimos días del paganismo[77]. De esta forma, para algunos autores, Nono quedaría incluido en el famoso giro o reacción pagana que comenzara durante el siglo IV con figuras como la del emperador Juliano. Se ha afirmado, incluso, que representaría la pervivencia del paganismo en pleno siglo V, lo cual parece ciertamente arriesgado.

Si las Dionisíacas recogen en 48 libros –la suma de los de la Ilíada y la Odisea– todos los mitos sobre Dioniso, desde los prolegómenos a su venida hasta llegar a su apoteosis final, la Paráfrasis versifica el evangelio johánico adoptando modelos de la literatura griega –lenguaje homérico, ecos de las Bacantes de Eurípides, referencias al neoplatonismo–, y está escrita bajo la influencia de los debates teológicos de la época, situándose su composición seguramente entre el Concilio de Éfeso (431) y el de Calcedonia (451) por su tratamiento de la naturaleza divina de Jesucristo y de la mención de María como “madre de Dios”.

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Fig. 8. Restos romanos en Akhmin (Panópolis). Fotos en: www.panoramio.com/photo/53571483?source=wapi&referrer=kh.google.com

Pero la atención sobre Nono es evidente por su importancia histórico-literaria en el contexto de la última pugna entre paganismo y cristianismo: en un contexto de convivencia casi al cincuenta por ciento de ambos grupos, hay algunas corrientes (pensamos en los gnósticos, en el hermetismo, la alquimia y la magia) o figuras literarias (Sinesio, Claudiano, etc.) que delatan una cierta tendencia a la simbiosis entre cristianismo y paganismo. En todo caso, Nono de Panópolis marcó una cierta revolución literaria por su éxito enorme, pues su estilo, métrica y vocabulario será imitado por una serie de autores posteriores, de modo que aparecerá una auténtica escuela de “nonianos”, o jóvenes poetas que escribirán con este característico y multiforme estilo. En lo que se refiere a esta escuela noniana, recientes investigaciones han puesto sobre la mesa la cuestión de la supuesta originalidad de Nono. Por ejemplo, hoy se data a Trifiodoro, uno de los supuestos sucesores “nonianos”, en el siglo III o principios del IV. Parte de la crítica, pues, considera a Nono más un perfeccionador de estas tendencias, que su creador[78].

Como quiera que sea, Nono marca una ruptura en la historia de la literatura griega en diversos aspectos, que tienen que ver, por una parte, con su enorme producción literaria, que le llevó a escribir ese grandioso compendio sobre Dioniso en más de veintidós mil versos, y, por otra, con sus innovadoras técnicas estilísticas y métricas, que se alejan considerablemente de los cánones clásicos. Cierto consenso semántico sobre el término «escuela» parece, por tanto, es necesario: obviamente, debemos entender «escuela» como un grupo de escritores que comparten ideas similares, métodos o estilo. En ese sentido, nadie puede negar la importancia de la herencia literaria del autor de las Dionisíacas, la obra más leída e imitada de su época, como atestigua no solo la tradición manuscrita, sino también hallazgos papiráceos e inscripciones. Casi todos los tradicionalmente considerados “poetas nonianos” eran a la vez eruditos y profesores de literatura (grammatikoi), con buena consideración social[79] que, lejos de quedarse en sus ciudades provinciales, se movieron social y geográficamente por todo el imperio, y han sido caracterizados con la afortunada expresión de A. Cameron, «wandering poets»[80]. Entre ellos destaca Pamprepio de Panópolis (fl. 470-486), casi contemporáneo de Nono, que se hace eco en sus versos de las Dionisíacas, y del que conservamos algunos fragmentos. Conocemos algo de su estelar carrera literaria y política a partir de la Suda: murió por conspirar contra el emperador, quien aprovechó este conato de rebelión para sofocar la oposición pagana en Egipto[81]. El siguiente es Museo Grammaticus, seguramente egipcio, y autor del célebre epilio Hero y Leandro, que floreció en la época de Anastasio I: imita a Nono muy de cerca en sus versos[82]. En tercer lugar mencionaremos a Coluto de Licópolis, también de la época de Anastasio I, autor del epilio El rapto de Helena. El también egipcio Cristodoro de Copto también imitó a Nono en su larga ekphrasis en hexámetros de las estatuas del gimnasio de Zeuxipo, en Constantinopla. Agatías de Mirina (530-580), además de historiador, fue poeta epigramático e imita a Nono en lo que se refiere a vocabulario. Su contemporáneo y amigo Pablo Silenciario (fl. 560-580), escribió una ekphrasis de la catedral de Santa Sofía y otra de su altar, donde muestra una gran deuda con la técnica descriptiva de Nono. De la época de Justiniano es también Juan de Gaza autor de una descripción de los frescos cosmológicos en los techos de los baños públicos de Gaza, en un estilo profundamente noniano. Por último mencionaremos al abogado y poeta Dioscoro de Afrodito (520-585), que dejó algunos poemas de encomio[83] (además de un glosario griego-copto y de papiros de toda índole) que dan testimonio de su poca habilidad versificadora[84] y de su deuda con respecto a Nono.

El éxito de Nono de Panópolis no acaba en el siglo VI, sino que se prolonga en al edad bizantina hasta llegar al Renacimiento europeo, a las primeras ediciones y traducciones en el siglo XVI y XVII y a su progresiva difusión. Este poeta tardío, relativamente desconocido para los helenistas, ha impresionado vivamente a otros autores más recientes, como Goethe y Cavafis, que lo consideraron un modelo literario con validez y vigencia. En muchas ocasiones, sin embargo, ha sido considerado un autor de estilo “impuro” o poco recomendable por los críticos de siglos pasados, a los que su barroquismo les parecía la contradicción del espíritu helénico[85].

En el variopinto contexto del Egipto tardoantiguo hay quienes han buscado en Nono y en su obra referencias filosóficas o religiosas, e incluso el testimonio de una dudosa pervivencia del dionisismo en fechas tan tardías, o incluso de una cierta simbiosis con el cristianismo. Sin duda este poeta de difícil lectura y su obra de problemática interpretación representa como pocas otras figuras el espíritu propio de su época de cambio, de mestizaje y de florecimiento cultural. Quizá la mejor invitación a la lectura de la obra de Nono, finalmente, sean los versos que el también grecoegipcio Cavafis le dedicó y que podemos citar para terminar:

“Anteayer leíamos versos de Nono.
Qué imágenes, qué ritmo, qué lengua, qué armonía.
Admirábamos entusiasmados al de Panópolis.”86


[1] Un panorama general en P. Brown (1971), G.W. Bowersock, P. Brown y O. Grabar (eds. 1995), A. Cameron (1993 vol. 1 y 2) y B. Ward-Perkins (2005).
[2] Ver., por ejemplo, R. Rémondon, 1952, pp. 63-78.
[3] J. Banaji, 2007, pp. 213 y sigs.
[4] R. Bagnall, 1993.
[5] J.C. Haas, 1988, pp. 8 y. 74 y cap. 5 passim.
[6] Un marco general en P. Chuvin (1990).
[7] Sobre la literatura ver. por ejemplo K. Treu, 1986, pp.1-7. Sobre la lengua latina en general, B. Rochette (1997). Sobre la cuestión del latín en Egipto a partir de los estudios de lenguas en contacto, J.N. Adams, 2003, pp. 527-641, esp. «Diglossia in Egypt» pp. 597-599 y «The learning of Latin in Egypt», pp. 623-630 y también Daris, 1971.
[8] J. Maspero, 1914, pp.183-184.
[9] R. Rémondon, 1952, pp. 68-72.
[10] Eunapio, VS 493.
[11] T. Gelzer, 1993, p. 44.
[12] Heródoto II 91.
[13] Cf. en general el artículo sobre la ciudad en RE 36.2, 1949, pp. 649-653.
[14] J. van der Vliet, 1993, PP. 99-130.
[15] Para un buen panorama, ver R.S. Bagnall, 1993, pp. 293-303.
[16] Para una discusión del término, ver G.W. Bowersock, 1990, p. 9-13.
[17] J. Maspero, 1914, pp. 183-184.
[18] Véase la lista de los varios Horapolos en R.A. Kaster, 1988, pp. 294-295. Sobre el interesante reinado de este emperador cf. Haarer (2006) y Meier (2009).
[19] De nuevo, R. Rémondon, 1952, p. 65.
[20] Suda, s.v. “Pamprepios (b)”, “Salloustios (c)”, “Sarapion (b)”. A. Cameron (1965) 499-500, sobre sus actividades políticas y su muerte, y A. Cameron, 1982, pp. 217-218.
[21] R. Rémondon, 1952, p. 67: «Par ces philosophes être vraiment Egyptien, c’est être païen, un peu comme pour les coptes, c’est être hérétique».
[22] Para este último, ver A. Cameron, 1982, pp. 217-289.
[23] W.H. Rouse y otros autores, 1940, pp. 65-68.
[24] Olimpiodoro, FrGrH IV 66, 37 y R. Rémondon, 1952, pp. 63-78.
[25] Zacarías Escolástico, Vida de Severo, en PO, II 58.
[26] E. Zolla, 1997, I.
[27] T. Gelzer, 1993, pp. 33-48.
[28] S. Mitchell, 1999, pp. 81-148.
[29] Recordaremos también la relación escolar entre Sinesio e Hipatia, San Basilio y San Gregorio e Himerio, San Jerónimo y Donato o San Juan Crisóstomo y Libanio.
[30] A. Cameron, 1966, pp. 25-38.
[31] Macr. I 18 (Dioniso asimilado al Sol). W. Fauth, 1995, pp. 165-183.
[32] W. Liebeschütz (1999).
[33] Macrobio, Saturnalia I 18.
[34] Sobre el sincretismo en torno a Dioniso, J. Burckhardt, 1945, pp. 133 y sigs., pp. 179-187.
[35] Cicerón, De nat. deorum III 58. Diodoro V 75 4.
[36] En general, G.W. Bowersock, 1994, pp. 157-166.
[37] D. Parrish, 1996, pp. 307-331. T.K. Thomas, 2000, 3.
[38] A. Bruhl, 1953, p. 180 y S.H. Allen, 1990, p. 15.
[39] J. Balty, 1991.
[40] G.W. Bowersock (1990) p. 49, señala la evidente contaminación con temas cristianos.
[41] D. XL.
[42] D. Parrish, 1996, p. 324.
[43] A. Bruhl, 1953, p. 307 y sigs. y S.H. Allen, 1990, pp. 17-18. Hemos tratado este tema en un trabajo de próxima aparición en el libro colectivo Redefining Dionysos, editado por A. Bernabé et al.
[44] A. Barigazzi (1963). Cf. los fragmentos de Euforión en L.A. De Cuenca ed. (1976).
[45] Ateneo, Deipn. III 23, 82D.
[46] Eusebio, Chron. XLVII 54, Malalas II 44, 14 Bonn.
[47] Ateneo, Deipn. VII 47, 286A
[48] E. Livrea ed. (1973).
[49] Quien puede estar refiriéndose a Dioniso y a su poema en Cinegética I 24-27 cuando afirma en diálogo con su musa que muchas veces ha frecuentado la poesía dionisíaca. Para A. González Senmartí, 1977.1, p. 212, podría estar en la nómina de escritores de la “materia báquica”.
[50] Suda, s.v. “Soterikos”.
[51] G.W. Bowersock, 1994, p. 160.
[52] A. González Senmartí, 1977.1, p. 216 y sigs. para más testimonios.
[53] W. Jaeger (1961).
[54] Un buen panorama de estos comienzos del pensamiento cristiano en E.F. Osborn (1987).
[55] M. Hengel (1985).
[56] Como prueban las Vidas de santos y la literatura pseudoepigráfica novelesca, como la historia de José y Asenet, en la Biblia de los Setenta. Cf. R. Grégoire (1987).
[57] Véase T. Martínez Manzano (1998).
[58] Cf. T. Gelzer, 1993, p. 45.
[59] Cf. R. Rémondon, 1952, pp. 63-78.
[60] Para un estudio detallado de esta cuestión remitimos de nuevo a nuestro artículo en prensa “Dionysos and Christ as Paralell Figures in Late Antiquity” en A. Bernabé et al. (eds.), Redefining Dionysos.
[61] D. Del Corno, 1999, XVI.
[62] Véase F. Vian, 1976, XVI-XVIII.
[63] Un buen resumen en A. González-Senmartí, 1977-1980, pp. 233-236. La llamada “cuestión noniana” versa, así, sobre la unidad o diversidad de las dos obras de Nono y cuál de ellas, la pagana o la cristiana, fue compuesta primero, y si hubo conversión o apostasía del poeta (W. Liebeschütz, [1996], 75-91 afirma que puesto que escribió la Paráfrasis, “so Nonnus at some stage of his life was a Christian”, p. 82), a partir de ello, o si acaso ambas obras pueden ser compatibles. Hay quienes afirman que son obras de autores distintos, como L. F. Sherry (1991).
[64] E. Amélineau (1893).
[65] Según E. Livrea, 1987, pp. 97-123.
[66] A. Cameron, 2001, pp. 175-188.
[67] E. Livrea, 2003, pp. 447-455.
[68] D. Accorinti (1990). Véase la discusión al respecto en J. Nimmo Smith, 1996, pp. 281-299. G. De Andrés (1968) parece identificar a nuestro Nono con el autor de los comentarios a Gregorio de Nacianzo en su catálogo de manuscritos de Nono en El Escorial.
[69] Es de notar que la atribución ha sido discutida modernamente (Sherry), recogiendo la tradición adespota de las D. (atribuida a Nono en el pap. Berol. P) y la doble atribución de la P. (a un tal Amonio y a Nono).
[70] R. Keydell, en su artículo “Nonnos”, de la Enciclopedia Pauly-Wissowa.
[71] Agatías, Hist. IV 23
[72] Anthologia Graeca 9.198 y 10.120
[73] E. Livrea (1989).
[74] Nono, D. 1.13-15.
[75] ¿Existe cierta animadversión hacia su lugar de origen? Cf. P. Chuvin (1991) pp. 278-281. Aunque no menciona su patria egipcia, sí habla del Nilo y otros aspectos de Egipto. Para un estudio más detallado sobre este tema, véase D. Gigli,1998, fascículos 1 y 2.
[76] Sostiene esto, entre otros, R. Keydell, en su mencionado artículo en el Pauly-Wissowa.
[77] Así titulaba G.F. Damiani, su estudio, L’ultimo poeta pagano (1902).
[78] Para más información sobre las tendencias poéticas de la época, véase A. Cameron, 1970, pp. 478-82 y Miguelez Cavero (2008), que traza un excelente panorama.
[79] Como ha analizado R. A. Kaster (1988).
[80] Que sirvió de título a un influyente artículo suyo, ver A. Cameron (1965).
[81] Véase A. Cameron, 1965, pp. 499-500.
[82] Cf. T. Gelzer ed., 1975, p. 298.
[83] Editados parcialmente por Heitsch, 1963, pp. 42.1-28 y 510.
[84] Su descubridor Maspero comentaba en 1911 su falta de invención, sentido de la métrica y valor literario. Cf. también Cameron, 1965, p. 507.
[85] Por ejemplo, dos de sus editores y comentaristas del siglo XVII, Cuneaus y Heinsius (véase bibliografía), corregían el estilo “anti-clasicista” y defectuoso de Nono.

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