Amaneció por fin el día tan soñado,
aquel en que mis pies se posarían
sobre mi Tierra Prometida.
Tomé un avión y en busca de emociones,
me fui hasta El Cairo para ver las Pirámides,
pero antes de terminar el día,
un hombre sorprendente me dio las buenas noches,
en el nombre de Egipto.
Retomé el equipaje,
volando sobre el agua, la duna y la palmera
llegué al hermoso Aswan, pasé a la otra ribera
donde las tumbas gozan la aparición del sol,
y en la pequeña puerta de un jardín encantado,
un anciano increíble
me invitó a que pasara y me ofreció una rosa
en el nombre de Egipto.
Torné a volar al Sur,
quise poner mis ojos sobre el Ramsés caído,
sobre el Ramsés en pie
y la casi infinita gracia de aquella diosa
que mira hacia las aguas que devoran su reino,
sin perder la sonrisa,
me devolvió a una Magia, apenas recordada,
en el nombre de Egipto
Astrónomos, geómetras.
hombres de poca FE o tal vez de ninguna,
científicos, poetas, amadores de vida,
temedores de muerte, no busquéis más
¡Todo está allí
El lugar es el Río que acaricia,
el mensaje es el Río que refleja,
la medida es el Río que alimenta,
la respuesta navega en el Nilo, hacia su Estrella.
¡Pedid y se os dará!
Gizeh, Nov. 1986
Autora: Yolanda Tundaca