Los Mitos Cosmogónicos egipcios
Por Rosa Mª Bustos Ramos
22 junio, 1998
Modificación: 16 mayo, 2020
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Sistema cosmogónico Tebano

Tebas era durante el tercer milenio a.C. la modesta capital del nomo IV del Alto Egipto. El dios local Amón no podía competir con sus poderosos vecinos. Montu, el halcón adorado en el nomo III, y Min, el señor del nomo V. Pero los reyes de la dinastía XI hicieron de Tebas la nueva capital de un Egipto que acababa de conocer la guerra civil y la invasión extranjera; sus fieles proclamaron a Amón dios nacional y le elevaron al rango de demiurgo, porque los teólogos tebanos no podían admitir que el más poderoso de los dioses no fuera el más antiguo.

Así se elaboró, precipitadamente, un nuevo sistema religioso que utilizaba materiales mitológicos de origen muy diverso. Amón se apropió de las facultades procreadoras del vecino Min e hizo suyas las características de Ptah, el demiurgo menfita, y aquéllas de Re-Atum, el demiurgo heliopolitano. No se pueden ordenar cronológicamente estos préstamos porque los textos religiosos que se tienen hoy en día fueron escritos mucho más tarde. Hay un detalle que parece evidente: los sacerdotes de Amón se dieron cuenta que una de las cuatro parejas divinas de Hermópolis se componía de Amón y su compañera Amaunet. Utilizaron esta circunstancia y relacionaron el dios tebano con las ranas y las serpientes de Hermópolis, elaborando una cosmogonía que afirmaba la existencia de un linaje de serpientes creadoras del universo.

Durante mucho tiempo los elementos hermopolitanos no fueron preponderantes en la doctrina tebana; en realidad sólo están bien documentados en la época ptolemaica. Los himnos a Amón del Imperio Nuevo insisten sobre todo en el carácter solar (heliopolitano) de Amón que se ha convertido en Amón-Re. Un himno de la dinastía XVIII (papiro Bulaq 17) refleja bien el sincretismo tebano; Amón demiurgo presenta características solares, pero también se menciona la creación del mundo por el Verbo, típica de la teología menfita, y el huevo primordial de la cosmogonía hermopolitana.

Otro himno, un poco posterior, celebra a Amón, el demiurgo que se manifestó sobre la colina donde más tarde se alzaría el templo de Karnak (papiro Leyde I-350). Tebas es el modelo de todas las ciudades porque en su emplazamiento existieron el agua y la tierra por primera vez. Luego vinieron la arena desértica, que delimita los campos cultivados, y los hombres que fundaron las otras ciudades. Amón es el artesano de sí mismo, cuya apariencia nadie conoce. Su primera forma fue la Ogdóada, hasta que completó la creación, mientras estuvo solo. Este himno aprovecha un tema hermopolitano, pero también dice que Amón se transformó en Ta-tenen, el demiurgo menfita, e hizo nacer a los dioses primordiales. Después, Amón se alejó para habitar el cielo, donde se estableció adoptando la forma de Re, el dios solar heliopolitano. El himno es una amalgama de las doctrinas profesadas por el clero de la metrópolis religiosas del país cada vez que se refieren a la creación del mundo. Quizás se puede afirmar que los elementos hermopolitanos empiezan a ganar terreno, en este himno, en detrimento de aquellos que subrayan la importancia de Re (Amón-Re), el dios universal del Imperio Nuevo.

Los textos tardíos confirman esta evolución. Los más explícitos son las dos inscripciones que el faraón Ptolomeo VIII hizo gravar en la parte baja de las jambas de la puerta central de la sala hipóstila del templo de Karnak. El contenido parece reflejar un estadio relativamente antiguo en la evolución del sistema cosmogónico tebano. En él se dice que Amón anunció las cosas venideras, y ellas se produjeron al instante. Así pués Amón creó el mundo por medio del Verbo, como el demiurgo menfita. El resto del proceso creador es eminentemente intelectual: Amón reglamentó todo lo que se produciría en el futuro, sin ordenar nada que fuera imperfecto.

Amón creó también a Ta-tenen (el demiurgo menfita), a la Ogdóada (los dioses demiurgos hermopolitanos) y fabricó su propio cuerpo dándole la forma de un niño que surgió de entre los pétalos de un loto en la superficie de las aguas del Caos primordial (el Nun). El dios misterioso y guerrero de los tebanos posee la habilidad de Ptah-Ta-tenen, el patrón de los artesanos, cuando se trata de confeccionar la imagen del niño demiurgo hermopolitano. Después, Amón iluminó la tierra con sus ojos (el sol y la luna; un tema solar heliopolitano), creó a los hombres y a los dioses, puso orden en la asamblea divina de la Enéada y convirtió a los miembros de la Ogdóada en miembros de su clero. Shu obtuvo la dignidad de profeta encargado de transportar la capilla divina, y Tefnut el rango de esposa divina. Y se dispuso que Tebas fuera la residencia del faraón que gobernaba el país en beneficio de su padre Amón, el dios heredero de Osiris en la función de rey del Alto y del Bajo Egipto.

Todos los textos que han llegado hasta nuestros días, entre algunos a los que me he referido, han permitido reconstruir la doctrina tebana de la creación del mundo. Al inicio existió un dios serpiente, Kematef, cuyo nombre significa «Aquel que ha cumplido su tiempo». Esta serpiente era, en realidad, un aspecto de Amón y murió dejando un hijo, la serpiente Irta, «el Creador de la Tierra», otra forma de Amón. Irta creó a la Ogdóada, de modo que se pueden distinguir tres generaciones de Amón demiurgo: Kematef, asimilado al gran dios Amón del templo de Karnak, Irta que se confunde con el Amón del templo de Luxor, y Amón en el aspecto de uno de los miembros de la Ogdóada hermopolitana.

El particularismo religioso de los sacerdotes tebanos les condujo a introducir cambios considerables en la doctrina tradicional. Estos sacerdotes afirmaron que la Ogdóada no era originaria de Hermópolis, sino de Tebas: los ocho dioses primitivos aparecieron en Tebas, en un mundo envuelto aún por las tinieblas, y las olas del caos primordial les transportaron hasta Hermópolis, a un lugar en donde crearon el sol. Después de haber cumplido su misión, nadaron hacia Tebas, donde murieron y fueron enterrados junto a la serpiente Kematef, en el lugar donde se alza el pequeño templo de Medinet Habu. Cada diez días, Amón de Luxor (es decir, Irta, el hijo de Kematef) atravesaba el Nilo para presentarles ofrendas funerarias. Su misión terrestre había terminado; sin embargo en el otro mundo eran seres poderosos que hacían brotar para los humanos las aguas de la inundación anual, y surgir en el horizonte el sol que les iluminaba. Por ello se les veneraba presentándoles ofrendas. Kematef fue identificado con Osiris, el rey de los muertos, y se llegó a afirmar que Amón era el alma de Osiris, que recorría el círculo del universo confundido con el astro solar y visitaba el cadáver de Amón, cuando llegaba de noche al mundo inferior.

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