La escultura en bronce en el antiguo Egipto (Segunda Parte)
Por Cristina Pino
1 febrero, 2007
Modificación: 23 abril, 2020
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4.Tercer Periodo Intermedio

La escultura en bronce del Tercer Periodo Intermedio que se conserva es no solo abundante sino también de gran calidad. Durante esta época se desarrolló una intensa industria metalúrgica a lo largo de todo Egipto y se realizaron cuantiosas obras que, en opinión de Bianchi[43], tienen características especiales: son de gran tamaño, se decoran con otros materiales, son independientes no perteneciendo a un conjunto y están hechas a la cera perdida. Estas peculiaridades las hace diferentes de lo que se hacía en el Próximo Oriente, pero las relaciona con el mundo helénico.

La mayoría son mujeres ataviadas con vestidos decorados en oro, plata y electro que deben ser imitaciones de los lujosos trajes que llevaban las damas de alto rango.

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Fig. 35. Karomama. Museo del Louvre. Nº 500.

La obra más significativa de esta índole es la figura de la Divina Adoratriz Karomama (fig. 35 A y B)[44], hija de Osorkón II, de la Dinastía XXII, procedente de Karnak y que se encuentra en el Louvre. La calidad de su fundición, la perfección de las incrustaciones en oro, plata, electro y cobre rojo, unidas a la notable belleza del rostro enmarcado por la peluca corta con el uraeus, así como las equilibradas proporciones del cuerpo, nos sitúan ante una de las mejores esculturas del arte egipcio, inspirada en modelos de comienzos de la Dinastía XVIII.

Una figura del Museo Británico (fig. 36) que representa a una reina o una diosa, lleva, como la del Louvre del Reino Nuevo, el ajustado traje de red hecho con incrustaciones de oro, con un collar del que pende una imagen de Osiris. El rostro, sin embargo, es ancho y un tanto tosco. De similares características a Karomama son las estatuas de Takushit, de la Dinastía XXV, del Museo de Atenas, de la Cantante de Amón Meresamon, de la Dinastía XXII, y de una mujer desconocida, de la XXV, ambas en el Museo de Berlín.

La Cantante de Amón llamada Meresamon (fig. 37)[45] es de gran tamaño pues mide casi 70 cm. de altura. Ha perdido los brazos y las incrustaciones de los ojos y cejas. Se toca con la corta peluca redonda y rizada característica del Tercer Periodo Intermedio y, al igual que Karomama, viste la túnica de anchas mangas cortas, aunque no lleva ornamentos y su decoración se limita al collar. Frente a las otras figuras femeninas de rostro serio, la de Meresamón muestra una sonrisa apenas apuntada.

La Hija Real Takushit (fig. 38)[46], nombre que significa «La Kushita», del país de Kush en la Alta Nubia, es una joven con un largo vestido con mangas hasta el puño, todo él decorado con incrustaciones en plata organizadas en registros en los que se representan imágenes de dioses y textos de carácter sagrado. Es de factura menos refinada que Karomama y carece de la belleza en el rostro que caracteriza a la Divina Adoratriz, no obstante, es una obra de calidad, especialmente por la singularidad de las incrustaciones.

La estatua de la mujer desconocida (fig. 39) también en Berlín[47] es, como Takushit, de la Dinastía XXV. Ataviada igualmente con un ajustado vestido decorado con efigies de dioses y un grueso collar de largo contrapeso, lleva una peluca movible.

Las representaciones en bronce de reyes en la postura tradicional de rodillas ofrendando a un dios son muy frecuentes durante el Tercer Periodo Intermedio. En el Museo Mariemont de Bruselas se encuentra una figura de Smendes (fig. 40), aquí como sacerdote, cargo que ocupaba cuando se proclamó rey a la muerte de Ramsés IX. Al no estar representado como monarca, no lleva tocado alguno.

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Fig. 39. Mujer. Museo de Berlín. Nº 2309.

El Museo Británico conserva la estatua de un poco conocido monarca de la Dinastía XXII llamado Pimay (fig.41)[48]. Esta vez, la estilizada figura del soberano, de más de 25 cm. de altura, lleva la Corona Blanca del Alto Egipto, constando su nombre en el cinturón y en un hombro. Se adorna con un pectoral muy delicadamente trabajado.

Sin embargo, son los kushitas de la Dinastía XXV los que logran una gran maestría en este tipo de figuras reales de las que se conservan bastantes piezas. Siguen el modelo tradicional del monarca ofreciendo un sacrificio u ofrenda a la divinidad en su calidad de sumo sacerdote, pero aportan nuevos elementos iconográficos como el casquete, el collar con cabezas de carnero y los rasgos negroides del rostro sobre un cuello corto, así como el vigoroso cuerpo[49].

En Berlín hay dos buenas muestras (figs. 42 y 43), aunque fueron modificadas drásticamente en la Época Saita para despojarlos de su carácter nubio[50]. Uno de ellos (nº 34393) lleva la Corona Blanca no constando su nombre en inscripciones, pero sus características permiten atribuirlo a Taharka. La figura nº 34397 sí lleva ese nombre en el cinturón. Se toca con el tradicional casquete real nubio y presenta gruesos labios que sonríen ligeramente[51].

También es Taharka el rey representado en una estatuilla del Museo Británico[52] (fig. 44) hallada en Kawa. Tiene inscrito el nombre en el cinturón y presenta acentuados rasgos nubios. Las mismas alteraciones para privarla de sus características nubias sufrió otra escultura de un rey kushita (fig. 45)[53] que se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York. Conserva restos de oro y de una inscripción con el nombre que bien puede ser Taharka o Pianjy.

Otro monarca del mismo origen se halla en el Museo de Bruselas (fig. 46)[54]. Su identidad no ha podido ser verificada, aunque algunos autores, basados en el estilo de la figura, le identifican de nuevo como Taharka. Lleva el collar con los carneros, animal de Amón, y un doble uraeus sobre el casquete.En el Louvre se encuentra un magnífico grupo compuesto por Taharka ofertando vasos nwal dios Hemen (fig. 47)[55]. El rey está realizado en bronce y parece ser un añadido a una figura anterior del dios hecha en piedra y revestida de oro y plata. Frente a las otras estatuas nubias, no se adorna con joya alguna salvo las que decoran el casquete.Dos estatuillas del mismo monarca, una arrodillada y otra de pie, están en el Museo de Bellas Artes de Boston[56].

El Museo de Atenas conserva la que quizá sea uno de los mejores ejemplos de la maestría de la escultura real en bronce de la Dinastía XXV. Se trata del faraón Shabaka[57] (figs. 48 A y B), como consta en el cinturón, adornado con brazaletes, el collar de los carneros y el característico bonete de los reyes nubios con doble uraeus. El modelado del cuerpo presenta fuerte musculatura, como es característico de los reyes kushitas, mientras que el rostro, de acusados rasgos, se muestra sereno.

En el Museo de Bellas Artes de Boston se encuentra la estatuilla de Pefetjawybast (fig. 49), cuyo nombre de coronación, Neferkara, figura en el cinturón. Fue rey en Heracleópolis, en el Egipto Medio, y contemporáneo de la Dinastía XXII en Tanis, de la XXIII en Leontópolis, de la XXIV en Sais y de la XXV en Nubia. Es precisamente con las esculturas de esta Dinastía con las que la figura de Pefetjawybast guarda mayor relación[58].

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51. Taharka. Museo del Louvre. E 3916.

Las pequeñas esfinges siguen siendo una tipología muy empleada, siendo buenas muestras las que se conservan en el Museo de Brooklyn y en el Louvre. En este último hay dos piezas muy interesantes, la del rey Siamon (fig.50)[59] de la Dinastía XXI, probablemente procedente de Tanis y la de Taharka (fig. 51)[60]. La primera es de bronce negro con incrustaciones de oro y está ofertando un plato con panes y aves. Es en el plato donde están inscritos los nombres del monarca cuyo rostro muestra una leve sonrisa. La de Taharka está apoyada sobre las cuatro patas y tiene ante la cabeza dos grandes cobras.

La esfinge del Museo de Brooklyn (fig. 52)[61] tiene un carácter arcaizante lo que la sitúa en las Dinastías XXII-XXIII siendo probablemente una representación de Sheshonk.

Estatuas de reyes de pie de este largo periodo se conservan en varios museos. En el Kestner de Hannover[62] se encuentra una bella figura (fig. 53) que se toca con el nemes de rayas, está decorada con oro y los ojos son de cristal.

En Brooklyn se halla una escultura de Osorkón I (fig. 54), también de la Dinastía XXII[63]. El rey lleva en el pecho las imágenes de los dioses y su nombre de coronación, mientras en el faldellín aparece su nombre personal. Es una de las mejores obras en bronce del periodo, las incrustaciones son de oro unas y de electro otras.

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Shabaka. Museo Estatal Ermitage. San Petersburgo. Nº 731.

El Museo Caloustre Gulbenkian en Lisboa conserva un torso de gran calidad de Pedubast (fig. 55)[64], un monarca de la Dinastía XXIII cuyos nombres constan en el faldellín que se decora con una cabeza de pantera y un friso de uraeus, todos ellos incrustados en oro. Parece que era parte de un conjunto en el que había otras dos figuras. También hay indicios de que el rey portaba un cetro.

La Dinastía XXV también produjo gran cantidad de obra en bronce de monarcas de pie. En el Ermitage de San Petersburgo (figs. 56 A y B) hay una figura de muy buena factura que algunos autores atribuyen a Shabaka[65] por su similitud con la sentada del Museo de Atenas. Otra estatuilla, esta parece que de Taharka[66], se conserva en Museo M. C. Carlos de la Universidad de Emory en Atlanta (fig. 57). En peores condiciones que la del Ermitage, muestra un monarca oferente cuyo rostro sonríe ligeramente. Al igual que sucedía con las figuras arrodilladas antes comentadas, esta ha sido alterada para ocultar su origen nubio. El doble uraeus característico de la Dinastía XXV y el collar con el carnero se eliminaron así como los brazos extendidos en los que, probablemente, llevaba los vasosnw.

También los altos personajes se representaron en bronce. La estatua del Padre Divino Jonsumeh con un Osiris pegado a su falda (fig. 58)[67] del Museo de Berlín, es una magnífica pieza de comienzos del Tercer Periodo Intermedio, no sólo por la calidad del fundido, sino también por las esmeradas incrustaciones en entre las que destaca Jonsu, el dios de su nombre que pende de una cadena que le rodea el cuerpo. Seguramente, se trata de una usurpación, pues las inscripciones, en plata, están modificadas. En estas esculturas que llevan la efigie de un dios como ofrenda, cada una de las figuras está realizada por separado y luego unidas.

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Fig. 61. Jonsirdais. Museo Británico. EA 14466.

Procedentes de Saqqara son las piezas de gran tamaño de la Colección Posno del Louvre. Dos de las figuras son masculinas, de pie y en posición de marcha[68], uno de los cuales es un libio de la Dinastía XXII, cuyo nombre, Bashasu (fig. 59), está grabado en el torso.

Parte de la extensa producción de escultura en bronce del Tercer Periodo Intermedio fue exportada. Uno de los lugares donde se han hallado las de mayor calidad es el Heraion de Samos, donde se encontraban unas enigmáticas figuras de diosas, reinas o simplemente muñecas, muy elaboradas y que deben estar relacionadas con el culto a Hera[69].

5. La Baja Época

Las manifestaciones artísticas de la Baja Época que emanan de la monarquía se caracterizan por su inspiración en períodos anteriores. Los Saítas buscaron sus modelos en los Reinos Antiguo y Nuevo, y ellos, a su vez, fueron el ejemplo para los reyes de la Dinastía XXX. En lo que se refiere a la escultura, aunque en muchos aspectos era arcaizante, se inclinó por un cierto naturalismo en la representación de la figura humana y animal.

La estatuaria en metal tuvo una gran actividad lo largo del periodo, pero la mayor cantidad de piezas se realizaron de forma industrial, quedando muy reducida la producción de esculturas individualizadas, tan numerosas durante el Tercer Periodo Intermedio. Así, son escasas las obras de estas características que hoy se conservan, siendo, en cambio, muy abundantes las realizadas en serie. Otra diferencia entre la escultura en bronce de la Baja

Época con el periodo inmediatamente anterior, es la casi total ausencia de figuras femeninas. Este hecho puede explicarse por el contacto de Egipto con otras culturas en las que se consideraba inapropiada la presencia de estatuas de mujeres en los templos, lugar al que iban destinadas las imágenes[70].

No obstante, en el Museo Calouste Gulbenkian en Lisboa se conserva la estatua de época Saita de Shepes (fig. 60 A y B), dedicada por su hija, la sacerdotisa Neitemhat. Se trata de una figura de tamaño importante, 66 cm. de alto, vestida con estrecha túnica y tocada con cortísima peluca, lo que rememora las obras del Reino Antiguo. El rostro, sin embargo, muestra facciones negroides, lo que ha sido interpretado como una pretensión de retrato[71].

Del período Saita hay en el Museo Británico una figura de gran calidad del Gobernador del Alto Egipto Jonsirdais (fig. 61)[72], que se data en el reinado de Psamético I. Avanza el pie izquierdo y va revestido con la piel sacerdotal de pantera y una túnica plisada. Portaba una ofrenda que, seguramente, era Osiris ya que las incisiones del hombro derecho y de la falda son de este dios.

En Bolonia se conserva una estatuilla (fig. 62) de gran calidad de un sacerdote arrodillado ofreciendo una figurilla de una diosa[73] y que, probablemente, procede de Saqqara.

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Fig. 63 A y B. Hombre arrodillado. Museo de Boston. Nº 83.346.

Una rara figura del Museo de Boston representa un hombre también arrodillado y que apoya las manos sobre las rodillas (fig. 63 A y B)[74]. De factura un tanto tosca, sorprende el tratamiento del casco. Como las estatuas de piedra, se apoya en un pilar que tiene la siguiente inscripción: «Osiris Apis- que él le otorgue vida eterna a Pefti.»  Su datación es incierta, el Museo da la amplitud desde finales del Reino Nuevo hasta la Baja Época.

Las representaciones de monarcas son igualmente escasas. De la Dinastía XXVI hay en Atenas una muy buena figura oferente del rey Saita Psamético I (fig. 64)[75] tocado con un ajustado casco. Sin embargo, Hill[76] considera que esta estatua es de la Dinastía XXV, nubia, usurpada por Psamético. En Munich se encuentra otro desconocido soberano (fig. 65)[77] de la segunda mitad de la Dinastía, este con el casco azul y rostro de grandes ojos con sonrisa apenas esbozada. Se adorna con un ancho pectoral. Sus formas delicadas contrastan con las atléticas características de los kushitas.

Del rey Neko II guarda el Museo de la Universidad de Pensilvania una bella efigie[78], un tanto deteriorada, en cuyo cinturón está inscrito el nombre del monarca. Las representaciones de este rey son raras ya que su sucesor, Psamético II, usurpó sus efigies y borró su nombre.

En el Louvre hay una esfinge del rey Apries, de la Dinastía XXVI cuyas inscripciones son falsas, han sido grabadas en época moderna.

Una estatuilla representando a un monarca arrodillado (fig. 66) que alza dos vasos nw, se encuentra en el Museo de Viena. El rey lleva un faldellín plisado con un cinturón y la corona del Bajo Egipto sobre una poderosa cabeza que se apoya en unas anchas espaldas de clavículas muy acentuadas. La posición del cuerpo y la semejanza del rostro con el de los reyes de la segunda parte de la Dinastía XXVI, permiten suponer que la estatua es de esa época[79]. La figura de otro monarca (fig. 67) del Museo de Bellas Artes de Boston, se apoya sobre una base en la que está inscrito el nombre de Neko II, de la Dinastía XXVI, pero no se corresponden estatua y peana, por lo que el rey representado sólo puede situarse en la Baja Época, sin precisar reinado.

En el Museo de Arte Nelson-Atkins en Kansas[80] se conserva una excelente estatuilla de un faraón (fig. 68) que lleva una Corona Azul muy pequeña con relación a la cabeza. Muestra formas muy redondeadas y estilísticamente puede ser situado en un momento posterior a la Dinastía Saita. El cartucho está muy borrado, pero parece deducirse de lo que queda que se trata de Hakoris, un soberano de la Dinastía XXIX.

En esta misma Dinastía o quizá en la XXX se data el busto real (fig. 69) con corona azul provista de un uraeus finamente cincelado, que se encuentra en Museo Roemer y Pelizaeus de Hildesheim[81]. Se trata de una importante obra que durante mucho tiempo se atribuyó a Ramsés II por haber sido hallada en una localidad del Delta, y que debía formar parte de un estatua compuesta de cierto tamaño pues sólo el busto mide 30 cm.

6. La Época Ptolemaica y el Egipto Romano

Durante el periodo grecorromano, la escultura se ajustó a los cánones egipcios en muchos casos, en otros a las convenciones griegas o romanas y en algunos a una opción mixta entre los dos estilos.

Las obras puramente egipcias en la época de los reyes macedonios, se caracterizan por un especial gusto por las formas redondeadas tanto en la escultura exenta como en el relieve.   La estatuaria en bronce de estilo egipcio o mixto es escasa, salvo por las figurillas en serie para los templos. Hay figuras de dioses y retratos de emperadores, reyes y dignatarios griegos o romanos que, aunque hallados en Egipto, responden totalmente a la concepción del arte helenístico o romano.

En cuanto a la escultura puramente egipcia o mixta, hay en el Louvre una estatua de época ptolemaica de un sacerdote (fig. 70) que debía llevar una capilla, siguiendo el modelo de períodos anteriores[82].

La representaciones de monarcas no son retratos, que en esta época se dejan para ser tratados según la tradición helenística o romana, lo que hace imposible el reconocimiento. En el Museo Kestner de Hannover se encuentra un busto (fig. 71) de unos 8 cm. de alto un monarca macedonio[83] que es sólo un fragmento de unas andas para transportar la imagen de un dios. La cabeza de Ptolomeo II o III (fig. 72) del Museo Metropolitano de Nueva York, también de pequeño tamaño, es una pieza de calidad que, del mismo modo, debió formar parte de un objeto para el culto. El busto del Museo de El Cairo, de sólo 14 cm. de altura, era también un componente de un dispositivo litúrgico, en este caso de un mástil de una barca sagrada procesional[84].

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Fig. 72. Ptolomeo II o III. Museo Metropolitano. Nueva York. 66.99.134.

De naturaleza mixta pueden considerarse las estatuas de Isis (figs. 73 y 74), una como protectora del Puerto de Alejandría del Museo de Berlín[85] y otra en Munich[86], ambas de época romana. Se trata de figuras clásicas cuyas cabezas se adornan con tocados egipcios.

La imagen de Amón sentado (fig. 75) del Museo Británico, de 66 cm. de altura, del periodo de dominación romana, no es una pieza de serie, sino una obra singular pues ha sido cincelada, lo que constituye un ejemplo muy temprano de esta técnica.

Las estatuillas de bronce

En todos los museos con colecciones egipcias abundan las pequeñas figuras de bronce, exvotos que representan a una gran variedad de dioses egipcios: Ptah, y su encarnación el Toro Apis, Osiris, Isis, Amón, Min, Horus en sus diferentes formas, Selket, Neith, Anukis, Thot, Satis, Nefertum, pero es seguramente Bastet, la diosa gata en sus diferentes manifestaciones, la más difundida. Animales como la  musaraña, la mangosta o el oxirrinco, ampliamente representados en estas figuras, responden a complicadas asociaciones con determinados dioses elaboradas en la Baja Época.

La función de los exvotos era actuar como agentes mediadores entre el fiel y la divinidad. Los objetivos eran tan variados como las necesidades espirituales y materiales de los donantes, pero la consecución de la vida eterna debía de ser el principal propósito, lo que explica la gran cantidad de figuras de Osiris que se han encontrado.

La mayoría de los exvotos de bronce se realizaron utilizando moldes, con lo que se hizo posible su producción en masa. Lo más frecuente es que su factura sea modesta, aunque en general las aleaciones demuestran un alto nivel de competencia al utilizar una adición importante de plomo lo que remedia el déficit de estaño. Hay bastantes piezas de extraordinaria calidad, decoradas con buril y con incrustaciones de oro o plata de las que es un buen ejemplo el llamado gato Gayer-Anderson del Museo Británico (fig. 76).


Notas:

[43] Bianchi (1989). Pg. 67-68.
[44] Ziegler (1996). Pg. 32.
[45] Fay, B. Egyptian Museum Berlin. Berlín, 1992. Pgs. 112-113.
[46] Tzachou (1995), pgs. 158-159.
[47] Schmitz, B. (ed). Nofret-Die Schöne. Die Frau im Alten Ägypten. Maguncia, 1985. Pgs. 132-133.
[48] James, Davies (1991), pg. 40.
[49] Wildung (s.a.), pg. 45.
[50] Fay (1992), pgs. 118-119.
[51] Hill (2004), pg. 159.
[52] Hill (2004), pg. 160.
[53] Hill (2004), pg. 226.
[54] Nubia. Los Reinos del Nilo en Sudán.. Barcelona, 2003. Pg. 174.
[55] Ziegler, C., Lettelier, B., Delange, E., Pierrat-Bonnefois, G., Barbotin, C., Etienne, M. Louvre. Les Antiquités égyptiennes I. París, 1997. Pg. 173. Bianchi (1989). Pg. 66.
[56] Terrace, E. «Two Egyptian Bronzes». Boston Museum of Fine Arts Bulletin. Vol. LVII, Number 308, 1959. Pgs. 48-54.
[57] Tzachou (1995), pgs. 146-147.
[58] Rodríguez Lázaro, J. «Neferkare Peftjauawybast rey de Herakleópolis». https://www.egiptologia.com/historia/peftjauawybast/peftjauawybast.htm.
[59] Ziegler (1996), pg. 32.
[60] Hill (2004), pg. 161.
[61] Fazzini, R., Bianchi, R., Romano, J., Spanel, D. Ancient Egyptian Art in the Brooklyn Museum. Nueva York, 1989. Fig. 68.
[62] Kestner-Museum. Ägyptische Abteilung. Eingansvitrine 1. Hannover, s.a.
[63] Bianchi (1989), pg. 68-69.
[64] Assam, M. H. Colecçao Calouste Gulbenkian. Arte Egípcia. Lisboa, 1991. Pgs. 64- 65. Hill (2004), pg. 156.
[65] Hill (2004), pg. 236.
[66] Hill (2004), pg. 170.
[67] Fay (1992), pgs. 114-115.
[68] Ziegler (1996), pgs. 34-35.
[69] Bianchi (1989), pgs. 73-77.
[70] Bothmer (1960), pg. XXXVII.
[71] Assam (1991), pgs. 78-79.
[72] Hall, H.R. «The bronze statuette of Khonserdaisu in the British Museum», JEA 16, 1930. Pgs. 1- 2 .
[73] Pernigotti, S. (ed). Museo Civico Archeologico di Bologna. La Collezione Egiziana. Bolonia, 1994. Pg. 118.
[74] http://www.mfa.org/collections/search_art
[75] Tzachou (1995), pgs. 145.
[76] Hill (2004), pgs. 168-169.
[77] Schoske (1993), pg. 55.
[78] Bothmer (1960), pgs. 50 y 97.
[79] Tesoros egipcios en Europa. Proyecto Champollion. CDROM V. Kunsthistorische Museum, Viena. Utrecht, 2002. Nº InventarioAOS 6613.
[80] Bothmer (1960), pg. 88.
[81] Eggebrecht (1996), pg. 91. Tesoros egipcios en Europa. Proyecto Champollion. CDROM VII. Museum Roemer und Pelizaeus. Hildesheim. Utrecht, 2003. Nº Inventario 0384.
[82] Ziegler (1997), pg.179.
[83] Kestner-Museum. Ägyptische Abteilung. Kult und Tempelgerät 3.
[84] Stanwick, P. E. Egyptian Royal Sculptures of the Ptolemaic Period. Ann Arbor, 2000. Fig. A6.
[85] Manniche, L. El Arte Egipcio. Madrid, 1997. Pg. 338.
[86] Schoske (1993) pg. 61.

 

Autora Cristina Pino

 

Artículo del Mes publicado en enero de 2007, pp. 2 a 8  en BIAE 44 y Apéndice de imágenes: https://egiptologia.com/biae-numero-44-febrero-2007/

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