La danzarina del Museo Egipcio de Turín
Por Susana Alegre García
1 julio, 2008
Danzarina-contorsionista del Museo Egipcio de Turín. Foto: Joan Roca.
Modificación: 10 agosto, 2021
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Época: Imperio Nuevo (1570-1070 a. C.)
Dimensiones: Ancho máximo: 16’8 cm. Altura máxima: 10’4 cm.
Materiales: Piedra caliza pintada.
Lugar de conservación: Museo Egipcio de Turín
Lugar de localización: zona tebana

bailarina-contorsionista-turinFig. 1. Ostracon de la bailarina contorsionista del Museo Egipcio de Turín. Foto: Susana Alegre García 

Materiales a priori desechables como cerámicas rotas o lascas de piedra, ostraca[1] en la antigüedad podían reutilizarse para distintos fines: sus superficies proporcionar un soporte adecuado sobre el que, por ejemplo, escribir o dibujar. En Tebas es relativamente frecuente la localización de este tipo de materiales, debido a la intensa labor emprendida por los habitantes de la aldea de Deir el-Medina. Suele tratarse de fragmentos de caliza, forma irregular, sobre los que los artistas realizaban sus prácticas y sobre los que se pueden encontrar planos y bocetos, así como estudios preparatorios de algunas escenas o detalles que podían tomar su forma definitiva quizá en la pared de una tumba o en un templo. En algunas ocasiones, incluso, los ostraca contienen expresiones propias de la sátira, el divertimento o el deleite personal. En definitiva, estos fragmentos de piedra ofrecen una importante información sobre el proceso creativo en el antiguo Egipto y permiten la aproximación a un tipo de realizaciones que pueden escapar de los cánones o resultar más informales. Sin embargo, también en ocasiones estos fragmentos de piedra contienen bosquejos tan magistralmente realizados que, en sí mismos, constituyen una creación extraordinariamente bella y armoniosa. Este es el caso de la célebre imagen de la danzarina acróbata conservada en Turín[2] (Fig. 1).

danzarina-turinFig. 2. Diversas ostraca expuestas en el Museo Egipcio de Turín, entre ellas la de la célebre danzarina. Foto: Albert Rodríguez Flos. 

Lo que más llama la atención de la imagen pintada sobre el ostracón es la postura contorsionada de la mujer, que se sostiene con las puntas de los pies y las manos, mientras curva su espalda hacia atrás y su cabellera cae libremente hacia al suelo. Una melena negra y rizada que por su aspecto parece que difícilmente pueda tratarse de una peluca postiza.

La indumentaria que porta es muy reducida, lo que es un rasgo frecuente en la iconografía de las danzarinas egipcias: luce tan sólo una leve tela anudada bajo el ombligo y ligeramente elevada hacia la cadera. A ello sumar que el aspecto de dicha vestimenta fue ornamentado con diversos motivos que enriquecen la composición. Por lo demás la imagen resulta bastante austera en lo que respecta a adornos, ya que la mujer no lleva ningún tipo de collar (algo tan reiterado en la iconografía egipcia); ni siquiera luce pulseras o tobilleras. Es como si con ello se quisiera enfatizar el cuerpo de la mujer, eliminando elementos que pudieran distraer. Así se subraya el protagonismo de la piel desnuda y de la compleja postura con la que curva su silueta. Lo cierto es que además de la decoración de la tela, la única concesión a la coquetería se reduce a la presencia de un pendiente de aro muy amplio y el perfilado en negro que resalta la mirada en un rostro que, a pesar de la forzada postura, resulta relajado y sereno.

Aún tratándose de una representación sobre una insignificante lancha de piedra, quien pintó esta figura sobre la caliza no se ahorró destrezas ni detalles: los trazos son seguros y largos, la composición irradia un gran equilibrio, se cuidaron detalles como la forma de plasmar el arranque de la melena en las sienes, frente y nuca, etc. No obstante, posiblemente en esta hermosa imagen hay que destacar aspectos como el uso del color. Lo cierto es que se consiguió un resultado magnífico utilizando únicamente el negro y el ocre rojizo, pero también usando la transparencia de la pintura que deja entrever la piedra y ofrece distintos puntos de luz. Incluso en el tratamiento de la piel femenina se aprecian distintas tonalidades, mostrando mayor intensidad cromática en ciertas zonas. Mediante estos toques el artista llama la atención sobre ciertas partes de la figura y realza las texturas, pero también utiliza el color para contrastar la pierna en primer plano y la que queda en segundo plano, así como el brazo representado en primer plano del que queda en segundo plano. El hecho de destacar mediante distintos tonos figuras o partes de figuras superpuestas, ayudando a su delimitación y generando a la vez ritmo, es algo habitual en el arte egipcio y es también el recurso que se utiliza en este ostracón aunque de forma sutil, inusual y muy hábil.

Fig. 2. Danza representada en la tumba de Antefoker (TT60). Imperio Medio. En I. LEXOVÁ, Ancient Egyptian Dances, Nueva York, 2000, p. 118, fig. 35Fig. 3. Danza representada en la tumba de Antefoker (TT60). Imperio Medio. En I. LEXOVÁ, Ancient Egyptian Dances, Nueva York, 2000, p. 118, fig. 35.

También resulta interesante el modo en que el creador de esta imagen reitera lo circular. La forma circular la encontramos en el aro del pendiente y se repite en dimensiones parecidas en el estampado de la tela que configura el ligero vestuario. Es como si el pendiente, que parece desafiar las leyes de la gravedad, encontrara un reflejo de su forma en la ornamentación de la ropa de la danzarina, lo que llama la atención sobre la proximidad de los dos elementos y lo extraordinaria que resulta su posición y colocación; es decir, la reiteración de esos dos círculos viene a subrayar la complejidad de la figura de la acróbata. Esta pequeña sutileza compositiva aporta equilibrio a la imagen, ofreciendo además ritmo y un ingenioso juego óptico.

A nivel compositivo también se puede apreciar el esfuerzo por generar formas que se compensen: el ángulo de las rodillas se reitera en el ángulo de los codos, el negro que impera en la ropa se equilibra con la cabellera, la curva del perfil del seno prácticamente se reitera en la forma del tobillo, etc. Es, por tanto, una composición que cuida en infinidad de detalles la alusión a lo circular, como haciendo converger todos los ejes de atracción visual en la formulación de una rueda. De hecho, el conjunto de la figura con el cuerpo curvado hacia atrás vendría a configurar un amplio círculo apenas roto por los pies de la mujer, quizá por ello sean la parte de la anatomía menos detallada en la representación (la punta de los dedos casi ni se perfilaron)[3]. Incluso destaca el hecho de que la forma del ostracón es también redondeada, lo que hasta puede inducir a pensar que dicha característica pudo inspirar al artista la forma de la imagen que después plasmó. Sea como sea, la forma natural de dicho soporte encaja a grandes trazos con la forma de la danzarina que en su superficie se representó, lo que consigue reiterar aún más las alusiones a lo circular en la imagen.

En la iconografía egipcia era tradicional la representación de mujeres danzando y adoptando en sus bailes posturas más o menos contorsionadas o acrobáticas (Fig.2). Puede que este tipo de exhibiciones amenizara determinadas actividades privadas y les otorgara una carga de erotismo; sin embargo, es sabido que la presencia de música y bailarinas era muy relevante en el ámbito de las festividades religiosas y en los rituales funerarios[4]. En concreto, la misma postura adoptada por la mujer del ostracón de Turín ha sido localizada en otras representaciones en la zona tebana, integrándose en la narrativa de lo que acontecía en la ciudad durante celebraciones como la Fiesta Opet. Podemos deducir, por tanto, que la imagen del ostracón capta un instante de las danzas que se exhibían en Tebas durante las festividades procesionales más relevantes de su calendario litúrgico.

Fig. 4. Baile acrobático representado entre las escenas de la Fiesta de Opet en el templo de Luxor. Foto: Susana Alegre 

La Fiesta Opet era uno de los acontecimientos más importantes que se vivían en Tebas. Se trataba de una celebración donde lo procesional alcanzaba un gran protagonismo, pues durante la festividad la imagen del dios Amón era extraída del templo de Karnak y portada en comitiva hasta el templo de Luxor. Aunque el tiempo de duración de la fiesta varió con el tiempo, así como el recorrido que se efectuaba y las ceremonias asociadas, lo cierto es que la festividad siempre llevó implícito una relevante carga simbólica vinculada a la protección mágica, la renovación y la revitalización, integrando además aspectos de legitimación monárquica e intensas connotaciones vinculadas con lo sexual y el erotismo. De modo que la acróbata pintada sobre un ostracón conservado en Turín podría ser una de las mujeres que participaban en las celebraciones procesionales de Tebas: porta el mismo atuendo y adopta la misma postura que las danzarinas representadas en esos contextos. Parece tratarse, por tanto, de un tema extraído y aislado de una secuencia más amplia que vemos desarrollada en representaciones de narrativa algo más extensa, donde pueden apreciarse diversas fases de las danzas de la bailarinas y hasta a los músicos que las acompañaban en sus acrobacias (ver ejemplos de ellos en Figs. 4 y 5).

La acróbata de Turín es una imagen que se vinculada a lo festivo, a lo espectacular y a lo sorprendente. Puede que la flexibilidad imprescindible para esta contorsión se considerara un símbolo de control y disciplina, y quizá sirviera para propiciar o acercarse a algún tipo de meditación en el ámbito ritual. También es factible que la curvatura del cuerpo fuera considerada una metáfora de la noción de eternidad, de modo que la danzarina estaría dibujando con su cuerpo el eterno círculo que encierra la existencia; aunque también la ágil postura podría ser una alusión al sol y a la fuerza cíclica que renueva la vida. Todo ello, además, sin renunciar a la armonía, la sugerencia y la sensualidad.

Fig. 5. Baile acrobático en un bloque de la Capilla Roja de Hatshepsut. Dinastía XVIII. Foto: Susana Alegre García.

Aunque la imagen de esta mujer contorsionada se representó sobre la superficie de un burdo ostracón de reducidas dimensiones, resulta excepcional la riqueza de recursos plásticos, así como el equilibrio y el ingenio en la composición. Se trata de un diseño sorprendente que consigue que la imagen de una mujer con la espalda curvada haciendo el puente pueda llegar a resultar aparentemente sencilla y, a la vez, resultar enormemente compleja. Puede que nos encontremos tan sólo ante el boceto o el ensayo de un artista, o quizá ante un divertimento o atrevimiento, pero… ¡qué artista!. Sus magníficos trazos sobre este irregular trozo de caliza consiguieron subrayar el atractivo de la danzarina que representó y de una manera tan magistral que su obra se inscribe entre las creaciones de arte más reconocidas y célebres legadas por el antiguo Egipto.

 


Notas:
[1] El término «ostracón» («ostraca», en plural) procede del griego y significa «vasija de barro».
[2] Nº inventario 7052. En este recorrido virtual es una de las piezas descritas https://virtualtour.museoegizio.it/
[3] No ocurre eso con el tobillo, perfectamente perfilada y subrayada su forma circular.
[4] Distintos aspectos de la danza, así como su presencia en el ámbito ritual por ejemplo en H. WILD, Les dances sacrées de l’Egypte ancienne, Sources Orientales 6, Paris, 1963 y en I. LEXOVÁ, Ancient Egyptians Dances, Nueva York, 2000.

Artículo publicado en BIAE 60, 2008 

 

Autora Susana Alegre García

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