La colaboración en Internet. El poder de la colaboración (III)
Por Víctor Rivas
Creación: 27 febrero, 2007
Modificación: 3 noviembre, 2020
Visitas: 6.406

Si algo ha cambiado Internet por encima de otras cosas es la forma de interactuar de unos profesionales con otros, ahora contrastar información o colaborar en un proyecto nos permite minimizar tiempos y nos hace más productivos. El correo electrónico que hoy en día es el sistema de comunicación más utilizado, se ha convertido en una herramienta tan necesaria para unos como inútil para otros, pues aunque sea difícil de imaginar, para algunos el correo electrónico y todo lo que proviene de internet, está revestido de un halo de perversión maléfica similar a la Caja de Pandora, por lo que mejor es no abrirla, no sea que se desaten las iras de todos los infiernos conocidos.

Todos hemos sido partícipes de opiniones similares, pero éstas no tienen cabida en un mundo que sobrepasando lo divino, se ha establecido en la presunta incomodidad que proporcionan las nuevas tecnologías. Una vez más, algo se debe esconder tras estos miedos infundados para querer seguir existiendo sin haber saboreado sus virtudes.
Resulta cuanto menos curioso que Internet diera sus primeros pasos uniendo a diferentes universidades de todo el mundo considerándose entonces la piedra angular del conocimiento, y que sin embargo, esta herramienta no haya conseguido convencer a muchos de los que poseen un conocimiento digno de ser compartido, posiblemente ni ésta ni otras innovaciones lo hubieran hecho si observamos que el problema se encuentra precisamente en compartir.

El conocimiento es un poder que innato en los humanos lleva a situaciones extremas reservadas para unos pocos. Una de sus consecuencias es no saber o no querer compartir lo aprendido con otros que pudieran hacernos evolucionar en nuestro aprendizaje, algo que en el campo de la Egiptología resulta tan cotidiano como triste.

Tantos son los esfuerzos e ilusiones que se han perdido por esta causa, que la creencia de saberse poseedor de algo valioso justifica todo lo perdido, por tanto, no podemos entonces escudarnos tras los “infiernos” de Internet impidiendo la evolución propia y en consecuencia la de los demás. No es posible demonizar todo progreso por mantener un estatus que nos haga dignos ante los demás, pues con ello estamos condenando el esfuerzo de muchos al más duro de los ostracismos.

En mis largas exposiciones sobre los beneficios de Internet, siempre intento concienciar a mis alumnos de que las virtudes de la red, sólo pueden ser explotadas al máximo si quienes utilizan esta tecnología adquieren cierto grado de madurez que les permita compartir sus conocimientos sin perjuicios, si ellos lo hacen otros también lo harán, pero si muestran recelo o esperan recibir sin intención de ofrecer, obtendrán la misma desconfianza achacable a su falta de formación como personas, en ningún caso esta culpa podrá ser cargada sobre los hombros de la tecnología, que por aguantar, ya soporta demasiado peso, somos las personas quienes tenemos que poner humanidad en las comunicaciones para obtener de ella los frutos deseados.

Todos los avances bien utilizados son beneficiosos, pero Internet sigue recibiendo injustas muestras de reprobación por parte del sector egiptológico, los famosos miedos, esos miedos a perder situaciones ventajosas sobre los demás porque ante una pantalla todos parecemos iguales, miedo a esta aparente indefensión a la que algunos aluden cuando colocan sus trabajos en una web, y si bien es cierto que Internet no es la panacea de lo rigurosamente correcto, nunca conseguiremos avanzar en este sentido si esperamos a que sea otro el que aporte los riesgos. En la Egiptología sigue existiendo demasiado inmovilismo y mucho observar lo que hacen los demás, y parece que nadie se da cuenta de que esto sólo perjudica a los propios implicados.

Como recitaba un cantante que no es de mi generación: “Este es el tiempo del cambio, el futuro se puede tocar, nacen cronistas brujos y santos, y alucinan con lo que vendrá…”

Confiemos en que ningún cronista, ni brujo ni santo, diga de aquí unos años que la Egiptología no supo estar a la altura en el tiempo de los cambios.

Whatsapp
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *