Vestido de arriba abajo con un blanco inmaculado y procedente del más remoto de los lugares del sur de Egipto, un pueblo perdido en el horizonte, el venerable Hamza el Dim es hoy día el máximo representante de una cultura en trance de desaparición global, el antiquísimo pueblo Nubio. Irradia una dignidad absoluta, con su sola presencia, una voz mínima y arrugada por el paso del tiempo, y un sólo instrumento bajo el brazo, el «oud» de 12 cuerdas, de reminiscencias tan arábigas como mediterráneas, tan medievales como eternas, tan andalusíes como coránicas.

El Dim parece mantener intacto el espíritu de sus gloriosos antepasados, una cultura que fue floreciente hace muchos siglos, y que influyó en la música otomana y armenia. Ahora, este musicólogo erudito, artista abstracto de la sugerencia y la evocación, reclama concentración religiosa y silencio mínimo en una sala de sonidos y copas de una capital occidental. Difícil en estas condiciones recrear la indispensable atmósfera de los cielos estrellados, las noches perfumadas y los parajes áridos de la desolación.

El veterano maestro, que ha enseñado en academias de medio mundo, reside actualmente en California, y cuenta con admiradores en el universo inquieto del «rock», desde Grateful Dead hasta el Krons Quartet. Pero su música callada sigue ilustrando la misma expresión de nostalgia y entereza procedente de los paraísos perdidos, y la belleza desnuda, un tanto austera y misticista del que está inspirado por la compasión y la esperanza.

Fuente: El Mundo
http://www.el-mundo.es/2000/06/24/cultura/24N0129.html

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