El nacimiento de la civilización egipcia
Por Carlos Blanco
29 marzo, 2005
Modificación: 19 mayo, 2020
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El nacimiento de la civilización egipcia

El nacimiento de la civilización egipcia
Página 2 – Capítulo I – El Sahara
Página 3 – Capítulo II – Nubia
Página 4 – Capítulo III – El oasis de El Fayum
Página 5 – Capítulo IV – Merimde Beni-Salamé
Página 6 – Capítulo V – El-Omari
Página 7 – Capítulo VI – Maadi
Página 8 – Capítulo VII – El Badariense
Página 9 – Capítulo VIII – El Amratiense
Página 10 – Capítulo IX – El Gerzeense
Página 11 – Índice alfabético
Página 12 – Bibliografía

Paralelismos iconográficos entre el antiguo Egipto y África a la luz de las pinturas saharianas

El presente trabajo, El nacimiento de la civilización egipcia, fue escrito en sus líneas generales en el verano de 1999. Disfruté de un permiso especial de la dirección del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (pues contaba entonces trece años de edad) para acceder a sus magníficos fondos bibliográficos, donde tuve oportunidad de profundizar en el fascinante mundo de los orígenes de una cultura cuyo interés para el público actual no ha hecho sino crecer.

He optado por seguir un criterio diacrónico en la elaboración de los diversos capítulos. Para ello he comenzado por estudiar las culturas que poblaron el desierto del Sahara cuando éste, lejos de ser un desierto, era un auténtico vergel, que dio lugar a una fabulosa creatividad artística que no puede dejar impasible a los teóricos de las ciencias antropológicas. Siguiendo el rastro de una civilización que poco a poco adquiría una marcada identidad, analicé las primitivas culturas de Nubia. El Sahara y Nubia constituyen, a mi juicio, dos antesalas fundamentales para comprender la civilización egipcia. La obra del profesor J. Cervelló, especialmente Egipto y África (1996), ha sido de inestimable ayuda en este sentido, ya que me ha permitido valorar la decisiva influencia del contexto africano en el surgimiento de lo que hoy conocemos como “el antiguo Egipto”. Avanzando en esta dirección podrán obtenerse, con toda seguridad, interesantes resultados en lo que respecta a las raíces de la religión egipcia, y podrán ser enormemente útiles para la fenomenología de la religión y la filosofía de la cultura.

Lo africano fue decisivo en la configuración de la civilización egipcia, y pocos negarían que lo egipcio ejerció a su vez un poderoso influjo en Grecia (dependencia ésta que los propios griegos se gloriaban de reconocer). ¿No debe acaso la Europa moderna y la civilización occidental mucho más a Egipto y a África de lo que pensábamos? ¿La prendida superioridad cultural de la razón occidental sobre el mito africano no queda ahora en entredicho, cuando descubrimos que en la misma génesis de nuestra identidad y de lo que más tarde forjaría grandiosos logros subyace un primer impulso africano y egipcio? ¿Qué queda del mismo y en qué ha sido realmente importante? Son éstas preguntas que todavía no podemos responder, pero esperamos que la información sistematizada en esta obra contribuya a incitar estas reflexiones y a fomentar un pluralismo cultural que cada vez más se está convirtiendo en un patrimonio intelectual irrenunciable, y en la única vía para garantizar el progreso de todos los hombres y mujeres en todas las culturas de la Tierra: sólo así se alcanzará la verdadera “autorrealización”, que pasa necesariamente por la apertura a la fabulosa variedad cultural, filosófica y religiosa que la Humanidad ha mostrado a lo largo de los siglos. Y núcleo imperecedero de esa variedad es, sin duda, la civilización egipcia.

Coslada (Madrid), 30 de marzo de 2005

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