El jardín del silencio
Por Lorena
Creación: 5 junio, 2003
Modificación: 3 junio, 2020
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Daniel comprendía la tristeza que embargaba el corazón de su amigo porque él sentía lo mismo. Había días en que soñaba que tenía otra familia con unos padres que lo mimaran y que no se enojaran por tonterías con él. Dos personas que simplemente lo recibieran cuando volviera del colegio, le preguntaran como le iba en la escuela o recordaran las caras o los nombres de sus amigos. Alguien que notara su presencia y compartiera sus juegos; que le hablara con dulzura; que le enseñara cosas nuevas; respondiera a sus preguntas y se quedara toda la noche en vela junto a su cama si fuese preciso. Cualquiera que tuviera amor para darle, como Sith, o como Séndal…
La voz de Sith lo trajo de vuelta a la realidad.

-A pesar de que no lo veo todo lo que quisiera, papá me dice con frecuencia que me quiere, que soy la luz de sus ojos, un regalo que le hizo Dios. Cuando mi madre murió, yo era un bebé de pecho que precisaba de muchos cuidados. Entonces mi padre me trajo a vivir con él a esta casa. Yo nací lejos de aquí -no sé en dónde -, pero he convertido este sitio en mi hogar. Y a pesar que no tengo a mi padre sólo para mí, tengo una familia para amar y sentirme contenido. También tengo muchos amigos. Es lindo tener a quién abrazar. Me siento un privilegiado por todo lo que poseo. Algunas veces me he quejado a Dios -más que nada por ser huérfano de madre -pero luego le pido disculpas. Tengo vida y tiempo para rato y quien me dice que no vuelva a tener una mamá algún día. Todo tiende a completarse y estoy seguro que mi destino contiene todo lo que necesito para ser feliz; sólo tengo que esperar hasta que esté pronto para amar a una madre. Yo sé que en mi futuro hay una mamá esperándome; porque hay una mamá y un papá para cada niño del mundo, y algún día -no importa cuanto tenga que esperar – alguien querrá convertirse en mi mamá. ¿Tú tienes mamá Timi?

-Sí, yo tengo mamá. Lamento mucho lo que le ocurrió a la tuya…
-No te preocupes por mí. No es que no tenga una madre, la tuve aquí una vez y ahora la tengo en un jardín en el cielo. Sólo quiero otra para poderla abrazar y besar. Séndal me dice que ella está cuidándome desde una estrella y que el brillo de su amor, opaca a las demás. Ella será por siempre mi estrella guía, una luz en medio de la oscuridad. Algunas veces las palabras de Séndal no consiguen calmarme. ¡Si pudiera alcanzar la estrella de mamá! …
Sith ocultó su rostro con las manos y comenzó a llorar despacito. Daniel quedó inmerso en una agria impotencia. No soportaba ver a Sith llorar porque se le contagiaba el llanto de su amigo.

-Sith, deja de llorar -intentó consolarlo.
-¿Cómo puedo detener mi llanto? El llanto no se puede detener. Si se acumula dentro de nosotros es peor porque se queda allí, en reposo, y cada vez que nos reflejamos sobre su superficie volverá el dolor del principio. Ya ves, prefiero llorar todo junto de una sola vez y no ir largando la angustia de a poco.
-Así puedes pasarte horas llorando.
-Horas sí, pero no días, ni semanas, ni estaciones. Quiero llorar hasta sentir que todo el dolor se secó dentro de mí.
Sith lloró hasta sentirse vacío, vacío de dolor. Se sentó contrario a la brisa; poco a poco sus lágrimas se fueron secando y su corazón sintió un gran alivio.
-¿Sabes Timi?, cuando me siento muy apenado me dirijo hacia el río y me sumerjo en él. Lentamente voy sintiendo como el agua sube por mi cuerpo y le pido a Hapy que lave todo el dolor que haya en mi corazón. El agua que corre es buena para barrer los malos recuerdos, la ira, las penas y todas esas cosas que te pueden lastimar.

-¿Eso funciona? -preguntó Daniel con cierta desconfianza.
-¡Por supuesto que funciona! En el momento en que sales del agua te sientes mejor. El río te purifica, renueva tu energía, es como encontrarse con un buen amigo. Si un amigo te ve mal te consuela y te permite llorar, luego te escucha, te abraza, y te hace sonreír. Hapy es ese amigo. Un amigo de verdad que siempre tiene tiempo para dedicarse a una larga charla sin secretos, sin pensar en lo que es o no es conveniente decir.

Daniel dirigió una mirada al río. Para ser sincero nunca le había prestado atención. Nunca prestaba atención a nada porque nadie le había enseñado a mirar a su alrededor. Él tenía muchos problemas -en la escuela y en su casa -y poco tiempo para solucionarlos, por lo que ansió un chapuzón como el que Sith había descrito. Un chapuzón que borrara todos los problemas de su vida.
-¿Tú te bañas allí, Sith? -interrogó Daniel
-Siempre juego y me baño con Hapy. Me brinda todo su amor cada vez que me hundo en sus aguas. Ven Timi.

Sith dio un leve tirón al brazo de Daniel para que éste lo siguiera por un estrecho sendero de tierra pisoteada. Durante el trayecto Daniel centró su atención en las zanjas que delimitaban el sendero, reflexionando sobre la utilidad que debían tener esas largas excavaciones en la tierra reseca. Sith iba delante de él caminando con paso ágil, obligándolo a correr para no quedar atrás.

La tarde había avanzado, pero todavía se sentía cierta tibieza en el aire. Daniel clamaba por regresar a la fresca sombra que ofrecía el jardín. Se había agitado y le costaba algún que otro esfuerzo respirar con normalidad. Sentía como se aceleraba su corazón y le sudaban las manos. Estaba agotado. Sith se acercó para ayudarle.
-¿Qué te ocurre? No te des por vencido que ni siquiera hemos llegado al río -rió Sith al tiempo que se arrodillaba ante Daniel que yacía sentado en la tierra -Permíteme ayudarte Timi, dime qué sientes y qué necesitas.
-No aguanto este calor que me está matando. Me estoy deshidratando como una babosa. No puedo dar un paso más. Ve tú solo.
-¡No quiero ir sin ti! -protestó Sith -El problema está en tu vestimenta porque no es la adecuada para este clima.
-Y la tuya sí, ¿verdad? -se apresuró a decir Daniel con tono burlón.
-No para ti. Tú no te acostumbrarías nunca a esta ropa.
-Por supuesto que no, quedaría muy gracioso caminando por la Rambla de Montevideo vestido así. Seguramente haría reír a más de uno…
-¿Realmente te importa más lo que opinan otras personas que tu propia opinión?
-A todos nos importa. Yo no me reí de tu extraño look sólo porque soy educado…
-Te reirás más tarde donde yo no pueda oírte -lo interrumpió -A mí no me perjudicas, si quieres reír, ríe. Primero puedes reírte tú, luego será mi turno.
-¿Tu turno de qué?
-De reír. Mírate y mira tu ropa. Sudas como un caballo, y aún así continúas vestido de pies a cabeza. Mira tu calzado. -Daniel observó sus botines de marca. Los adoraba porque le permitían correr velozmente y con comodidad; pero en ese momento sentía que cada uno pesaba un kilo o más de tan hinchados y doloridos que tenía los pies.
-Sácatelos -ordenó Sith.
-¿Estás loco? No estoy en una playa. Me pincharé los pies y se me pegará el barro junto con todos esos bichos que se arrastran por ahí -chilló Daniel.
-Me causan risa tus palabras. Esos zapatos te martirizan y tú los defiendes. No te ocurrirá nada malo si te los quitas, lo prometo. Todo lo que dijiste son suposiciones. ¿Cómo puedes saber lo que le ocurrirá a tus pies si nunca antes pisaron este suelo? Primero debes intentar, luego puedes cuestionar los resultados.
Sith ayudó a Daniel a sacarse los botines y las medias. Luego le ordenó: -Párate Timi y dime, ¿qué sienten tus pies?
Daniel no acertó a decir nada, la pregunta lo había tomado por sorpresa -como todo lo que Sith decía -Se paró con dificultad a causa del cansancio y del dolor que atormentaba a sus pies.
-¿Qué esperas que te diga? -quiso saber Daniel.
Sith se agachó hasta tocar la tierra con las manos. Lentamente comenzó a acariciar el suelo rugoso y polvoriento. Continuó haciendo esto durante unos diez segundos. Antes de finalizar su extraño ritual le pidió a Daniel que se acercara.
-¿Observaste lo que acabo de hacer? -Daniel asintió -Quiero que tú hagas lo mismo. Primero con las manos -es más sencillo -Cuando acabes lo harás con los pies. Hazlo -ordenó con suavidad.
-¿Para qué debo hacer eso? Me voy a ensuciar las manos…
-No es basura, es tierra -lo corrigió Sith -La tierra no ensucia, deberías saberlo, pero tú desconoces el mundo que te rodea. Toca la tierra para conocerla, conocer su textura, su aroma, su color, su consistencia… Quiero -continuó diciendo -que conozcas a mi tierra, que es tan distinta a la tuya. Por favor Timi hazlo, te hará bien.
Daniel obedeció dócilmente. Con la palma de la mano se dedicó a rozar la tierra de una de las zanjas, para luego estrujarla y amasarla con sus manos. En un principio la tarea le resultó difícil porque sentía las palmas de las manos como aletargadas; pero poco a poco las fue despertando y sensibilizando cada vez más. Tan maravillado y entusiasmado estaba con el ritual que el egipcio le había enseñado, que se dedicó por entero a palpar piedras, ramas, semillas, yuyos y todo lo que el lugar le proporcionaba.
-¿Cuán a menudo practicas esto, Sith?
Sith sentía que se le contagiaba la felicidad de Daniel. -Siempre -respondió -Tendría que cortarme las manos para evitar hacerlo, pero lo haría con los pies; y si no tuviera pies me serviría de cualquier parte de mi cuerpo para sentir. Siempre estoy atento cuando acaricio -no importa que sea una persona o una flor de loto -porque es la forma más linda de conocer y conocerte. Ahora vamos. Hapy nos espera.
Continuaron caminando por el sendero que llevaba al río. De pronto Hapy apareció majestuoso ante ellos. El agua golpeaba inquieta contra la orilla, provocando un leve chasquido. Sith se acercó respetuosamente al borde del río donde se detuvo unos instantes para escuchar el sonido del agua.
-¿Qué haces Sith? -Sith se sobresaltó -Perdona yo no quise asustarte…
-No fue un susto, es sólo que me aíslo cuando intento escucharlo -respondió Sith con voz calma.
-¿Escuchar lo qué? -Escucharlo a Hapy. Escuchar su voz, es tan suave, tan tierna… ¿puedes sentir
la paz de este lugar, el amor que hay aquí?
Daniel no respondió. No quería hacer ruido para no espantar a Hapy, la presencia
del río. Sí, porque él también podía sentirla. Sentir esa calma, esa paz que Sith poseía.
-Timi, Hapy me ha hecho saber que le agrada que estés aquí -Daniel sonrió complacido y Sith prosiguió -te da permiso para entra al agua, así que aprovecha la oportunidad.
Daniel se introdujo temeroso en el agua fría, se sentía un intruso profanando un templo. Sith le extendió la mano y entraron juntos en el río. Cuando el agua les llegó a la cintura se detuvieron para chapotear y jugar en el río sagrado. Nunca Daniel había disfrutado tanto del agua, ni Sith se había divertido tanto nadando en el río.
Salieron del agua riendo y bromeando y se dejaron caer cansados sobre el pasto. Daniel tomó la palabra: -Ahora recuerdo que el guía de la excursión nos advirtió que no nos bañáramos en el Nilo. Tarde me acordé.
-No te preocupes Timi. Este no es el Nilo.
-¡Cómo que no! -chilló Daniel -Dime entonces, ¿qué río es este?
-Es Hapy. El río cambia para los ojos de quién lo observa. Para ti será el sucio Nilo. Tu río y el mío no son los mismos. Un refrán de Kemet dice que si una vez bebiste agua del río sagrado, no podrás volver a saciar tu sed con agua de ningún otro lugar.
Daniel se sentó y observó como aquella superficie azulada comenzaba a aquietarse; le parecía ver como la corriente del río, que viajaba hacia el norte, se iba deteniendo hasta quedar completamente inmóvil. La brisa desapareció y la hierba dejó de mecerse. Hapy estaba paralizado.
-¿Qué está ocurriendo? -preguntó a su amigo.
Sith, que hasta ese momento pareció no darse cuenta de lo que estaba pasando, se puso nervioso.
-¡Oh Dios, se me hizo tarde! -exclamó de un grito -Debemos volver inmediatamente.
-¿Por qué? ¿Qué pasa? -preguntó alarmado Daniel.
-Ya es la hora, el Sol se está ocultando y debo estar en casa antes de que eso suceda. Por favor, vámonos.
Corriendo, desanduvieron el camino que los había llevado hasta el río y llegaron al jardín. Daniel no se atrevió a acercarse a la oscura casa de barro. Observó de lejos como las sombras del anochecer la iban ennegreciendo más y más, dándole un aspecto fúnebre y terrorífico a la vez.
Sith le suplicó a su amigo que se fuera antes que cayera la noche.
-Sigue el camino de adobe hasta el final y no te detengas. ¡Por favor, vete ya!
Daniel sintió que un torrente de miedo brotaba en su interior, debía escapar de ese lugar de muerte, debía salir del jardín.
-Sith, ¿cuándo volveré a verte?
-¡Vete! -fue la respuesta -tú nunca me viste y yo nunca volveré a verte.
Daniel corrió rápidamente los metros que lo separaban de la entrada. Sin detener su loca carrera, volvió la cabeza para ver a su amigo por última vez, pero allí sólo quedaban la casa y el jardín.
Bordeó el Nilo y el templo de Jonsu, sólo se detuvo ante el muelle donde esperaba anclado el barco de la excursión. Tomó aire apoyado contra una palmera y miró hacia el río que fluía con normalidad. A lo lejos podía apreciar las puntas de los obeliscos y los turistas que regresaban de visitar los templos de Luxor y Karnak. Daniel fue al encuentro de sus padres.
-¡Hola! -saludó -¿Cómo estuvo el paseo?
-¡Excelente! -respondieron a coro -Fue una lástima que te quedaras aquí -agregó su madre- Conocimos a una pareja de ancianos que visitaban el templo por segunda vez…
-¿Y?
-Eran muy simpáticos y adorables. El señor me regaló algo para ti. Toma.
Su madre le entregó un pequeño rollo. Daniel lo estiró con cuidado. Era una hoja de papiro -de ésas que los turistas compran por cientos -pintado a mano con vivos colores. Daniel lo observó.
-Es una reproducción de una pintura que se encuentra en una tumba de la ciudad de Tebas -le explicó su padre.

Daniel comenzaba a comprender. ¡Por eso lo conocía! ; porque lo había visto en los muros pintados de las antiguas tumbas egipcias que había visitado. Lo había visto pintado sobre papiros que los árabes vendían en las calles y esculpido en cada plato de cobre que colgaba en las tiendas del gran bazar Khan al-Khalili. Sí, era él; no tenía ahora duda que el muchacho a quién le entregó su amistad y jugó junto a él en el río era el mismo que ahora le sonreía desde el papiro.
-Sith… -susurró; y volvió a sentir el aroma del jardín del silencio.

 

Autora: Lorena

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