El jardín del silencio
Por Lorena
Creación: 5 junio, 2003
Modificación: 3 junio, 2020
Visitas: 6.430

Daniel hablaba demasiado rápido para su gusto. Tenía la sensación de que ese muchacho nunca era consciente de las palabras que pronunciaba, y lo que era todavía peor, Sith sentía que su nuevo amigo no lo escuchaba con interés.
Daniel escudriñaba con la mirada el agua sucia intentando ver el fondo del estanque. El aire estaba inmóvil, al igual que esa casa y lo que quedaba del jardín. Todo parecía dormido en el tiempo. No se oía trinar a los pájaros ni se escuchaban voces humanas, ni el más leve susurro. El jardín estaba en total silencio.

Daniel continuó inmerso en el estanque y en sus propios pensamientos. No podía ser posible que Sith viviera allí; el lugar le recordaba a un cementerio y la casa de barro a un panteón. Volvió la mirada en la misma dirección de sus pensamientos: esa casa aterrorizaba. La abertura de la fachada se asemejaba a una boca gigantesca dispuesta a devorar al primero que se le acercara al umbral. Dentro sólo había penumbras.

Sith decidió romper el silencio de su amigo.
-¿Para qué has venido hasta aquí?
-Para ver las pirámides. ¿Qué más puede hacer uno en Egipto?
-Se llama Kemet -lo interrumpió Sith -Egipto es un nombre extranjero.
-No interesan los nombres…
-¡Claro que sí, son importantes! -lo interrumpió Sith -aprende que llamar las cosas por su nombre es importante. Kemet significa «Tierra Negra», porque es el limo -que es casi negro -lo que queda sobre la tierra cuando se retiran las aguas del río luego de cada inundación. El limo fertiliza el suelo y gracias a él las cosechas son abundantes y nosotros no pasamos hambre.
-¿Acabaste con la clase?
-¡No! Tú debes aprender los nombres de las cosas, el río se llama Hapy, el cielo se llama Nut, esta ciudad se llama Waset y mi nombre es Sith. Apréndelo, aunque sea por respeto a mí.
Daniel se sentía levemente confundido. Se maldijo por no poder retener una simple sílaba, pero lo que le extrañaba era el tono de voz del egipcio. Si estaba enojado, ¿por qué no le gritaba, como hacía su padre, o le ignoraba, como hacía su madre?. En cambio, Sith hablaba con firmeza pero sin levantar la voz. Era lógico que no lo escuchara. Hasta que Sith no gritara él no iba a escuchar, porque Daniel no sabía escuchar pero entendía los gritos y las amenazas de sus padres, sus maestras, y sus amigos. El sí conocía el método para atraer la atención de las personas. Sith aún no sabía como hacerlo.
Sith continuó hablándole cordialmente, parecía haber olvidado el incidente. Daniel ahora lo miraba con sorpresa. ¿Por qué Sith le seguía hablando? ¿Acaso no estaba enojado con él?
-¿De dónde vienes Timi?
-¿Yo? … Vengo de lejos.
-Lo sé, pero tu respuesta no me dice nada. ¿Dónde naciste?
-Este … -titubeó un segundo. ¿Realmente a Sith le importaba? Tal vez sólo lo preguntaba para decir algo y poder romper el silencio. Decidió contestar.
-Mira Sith… Sith es tu nombre ¿verdad? -Sith asintió con la cabeza y Daniel continuó hablando -Yo nací en Uruguay, es un país chiquitito, no sé si vos conocés algo de geografía…
-No, yo nunca he salido de Kemet.
-Egipto -lo corrigió Daniel -No importa que te hayas plantado aquí -que por cierto es un lugar bastante desagradable -Tienes que saber orientarte algo, alguna vez habrás visto un mapa.
-Yo nunca vi un mapa.
Daniel largó una sonora carcajada. Hacía tiempo que no reía así. Sith esperó pacientemente mientras su amigo se destornillaba de risa. Cuando no aguantó más el dolor de estómago y sus ojos se nublaron por las lágrimas Daniel se sentó buscando la forma de calmarse. Respiró hondo y se acomodó sobre las baldosas azules y verdes del estanque. Sith sonreía.
-Intentaré que no me vuelva a pasar, pero lo tuyo fue muy gracioso.
-No te preocupes por eso. ¿Acaso te has prohibido reír? Reír es bueno y reírse a carcajadas es todavía mejor, más saludable. A mí me gusta reír.
Daniel se sintió estúpido. En una de esas Sith tenía algo de razón.
-Vamos Sith, fue estúpido lo que hice. Si lo hubiera hecho delante de otro seguro me bajaba todos los dientes de una trompada. Y tú te sales con eso de que reír es saludable.
-Claro que sí, tonto -le dijo con voz dulce y cariñosa -Tú formas parte de la creación, la cual es alegre y muy divertida. Si el río fluye es porque le gusta y le hace feliz. Toda la creación se mueve al igual que el río, cada ser con su ritmo. Mira los árboles y verás que se mueven al compás de la brisa y el tiempo se mueve al ritmo del sol. Mira a tu alrededor y verás que todos los seres son armónicos y felices. La naturalidad es parte de la armonía. Si para ti es natural reír a carcajadas, y por alguna razón te reprimes, pierdes tu ritmo natural. Los problemas comienzan cuando no consigues retomarlo, y dejas de participar de la alegría de la creación. Es una enorme desdicha perder la armonía.
-¿Es muy grave?
-Es gravísimo. Tú cuerpo comienza a endurecerse de a poco. Imagínate el esfuerzo que tiene que hacer una persona para dejar de ser natural. Mira lo fuerte que tiene que ser la represa para detener el curso del río. Además, tú sabes que el río siempre estará luchando por liberarse y fluir porque el río sigue creciendo.
– Y las personas son como la represa -acotó Daniel.
-Claro Timi, todos tenemos un río de energía fluyendo dentro nuestro. Si actuamos naturalmente siguiendo el ritmo del Universo nunca perderemos nuestra armonía, seremos siempre felices. ¿Por qué me miras con tanto asombro?
-Pará un momento. Vos me estás diciendo que haga lo que me venga en gana. ¿Que pasará si ahora mismo me dan ganas de matarte?
-Yo te dije que tienes que seguir el ritmo del Universo.
-Entonces yo tengo que pegarte para no perder el ritmo ese del que me hablás.
-Me parece que desconoces las leyes que rigen el Universo -bromeó Sith.
-Totalmente. Tú sabes más de mapas que lo que yo sé de leyes.
-Escucha. En el Universo está todo muy bien organizado. Una ley dice que el universo te quiere, por la simple razón de que formas parte de él. Y porque te quiere, te respeta.
-Vos te me estás yendo por las ramas Sith. ¿Todo esto a qué viene?
-Te lo diré en forma sencilla, todo lo que tu quieras crear estará bien, todo el Universo te apoyará en lo que hagas.
-Si yo te pego el Universo estará de mi lado, ¿es así?
-Cierto. Si tú eres violento y te comportas en forma violenta es porque te gusta. Entonces el Universo atraerá toda la violencia que pueda conseguir -y que es mucha -para ti.
-¿Qué significa eso?
-Que tu vida se llenará de personas violentas, situaciones violentas y toda la violencia que llegues a imaginar y el Universo pueda conseguirte. Tus pensamientos violentos atraerán violentas enfermedades y violentas energías contra ti.
-Linda porquería de Universo.
-No, él es bueno, todo amor. El problema está en ti, tú le hiciste creer que la violencia te gusta y te hace enormemente feliz. Es felicidad lo que el Universo quiere obsequiarte. Tú eliges, con tus actitudes y pensamientos, qué tipo de felicidad prefieres.
-¿Cómo puedo saber si el Universo está mandándome mala onda?
-Es fácil, sólo interroga a tu corazón, él sabe.
-¿Él sabe qué?
-La naturaleza de tus sentimientos.

Mientras Sith hablaba Daniel comenzó a experimentar cierto desasosiego. Una inquietud se apoderó de su ser. Una inquietud que se fue transformando en ira. Lo irritaba la tranquilidad con que Sith hablaba y explicaba las cosas, como si no captara la velocidad con que pasa el tiempo. Las palabras de su padre acudieron a la mente de Daniel: «Nunca pierdas el tiempo», le decía todos los días. Pero Sith ignoraba una verdad realmente sencilla: el tiempo es oro y escapa tan rápido como el agua de las manos.

Daniel sintió una fuerte necesidad de ojear su reloj. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto tiempo más pasaría antes de que Sith llegara al centro de la conversación?
No hay que dejar pasar más tiempo, hay que agilizar la charla -pensó antes de ordenar a gritos: -¡Al grano, Sith!
-Disculpa, no te entendí. Necesito que me expliques lo que has dicho.
-Maldito seas -rugió el ansioso muchacho llevándose ambas manos a la cara -¡Por favor todo otra vez no! -y agregó con el mismo tono de voz -Eres un idiota inconsciente, hablas y hablas con esa lentitud que me pasma, en lugar de ir directamente al asunto. Tú -el grito acusador de Daniel se escuchó en todo el jardín -Tú, maldito idiota, me haces perder el tiempo.

El muchacho miró a su víctima y supo que era el vencedor. Tanta ira lo había dejado exhausto. Más calmo ahora se dejó caer sobre el césped amarillo. Absorbió otra bocanada de aire caliente y sonrió satisfecho.
Sith miraba al suelo, ese ataque había sido feroz y luchaba por recuperarse. Se sentía aturdido como si hubiera recibido un enorme puñetazo que le provocó un rápido y hondo desgarramiento en alguna parte de su ser. En segundos brotaron las lágrimas y sus ojos se enturbiaron, aún así, buscó la mirada de su amigo.
Daniel evitó afanosamente aquel contacto, no quería sentir el punzante dolor del remordimiento. El egipcio encontró finalmente lo que buscaba, y Daniel deseó con desesperación huir del jardín del silencio. Sith habló pausadamente, articulando cada palabra sin soltar la mirada de Daniel.

-No tienes ningún derecho a herirme o a humillarme. La palabra que dirigiste contra mí te define mejor a ti: tú eres un ser inconsciente; siento lástima por ti. Eres inconsciente del efecto destructivo que tus palabras provocan en los que te rodean. En pocos segundos las palabras que brotaron de tu corazón me han revelado tu personalidad, la persona que realmente eres e intentas ocultar a los ojos de los demás. Es dolorosa la vida que llevas, no creo que todo el miedo que hay dentro de ti te permita disfrutar de la compañía de un amigo. Que cruel debió de resultarte aprender a provocar miedo y culpa en tus semejantes. Eres como un escorpión escondido bajo las piedras que están junto al camino. Es veloz e invisible cuando ataca desde su escondite, pero una sola gota de su veneno tiene letales consecuencias. Yo ya no confío en ti. No permitiré que vuelvas a dañarme.
Y diciendo esto Sith señaló un sendero que se perdía entre los sicómoros donde debía estar la salida.

Daniel sentía una opresión en el pecho, algo que dolía; lamentaba sinceramente no haber sabido controlar sus impulsos violentos. Recordó lo que Sith había dicho sobre seguir el ritmo del Universo, y sintió la soledad y el odio quemando en su interior. Se esforzó en no demostrar al extraño su sentimiento de culpa. Era desesperante para él no encontrar una solución para su angustia.

-Está bien Sith, no te pongas así que no es para tanto. Olvídalo quieres. -Eso debía ser suficiente, esbozaría una sonrisa y Sith volvería a la normalidad.
Daniel escrutó el rostro del muchachito que continuaba parado a su lado, pero no encontró ningún cambio en la actitud del egipcio.
-Mi dulce Timi, no sé si lo sabes, pero las palabras no son sólo letras unidas entre sí. Son mucho más que eso, son armas poderosas y hay que usarlas con mucho cuidado. Puedes herir, dañar o destruir con ellas. Hablar parece un acto de lo más simple pero requiere de una enorme responsabilidad. ¡Pensar que solamente el ser humano disfruta del don de la palabra y la mayoría de los hombres pasan por la vida sin sacar el mínimo provecho de ellas! Timi, precisas tan solo dos palabras para curar el daño que te has hecho, porque aunque tu intención fue herirme, será tu herida la que cicatrizará más lentamente.
-Sith, no volveré a herirte, no ocurrirá de nuevo.
-No necesito falsas promesas, ¿por qué quieres cargar con el peso de tu culpa?
Daniel apretó los músculos de su cuello y de su cara para evitar el llanto. Todo su ser estaba invadido por un amargo dolor. Al contrario de su corazón, su mente permanecía inconmovible. Allí el orgullo tenía el poder y controlaba todos los aspectos de su vida.
Cuando Daniel quiso pronunciar las palabras que su amigo quería oír, el pánico lo envolvió. Se dio cuenta que no podía, temía humillarse ante otra persona, no podía permitir que Sith dudara de su perfección ni por un instante. Sith volvió a quebrar el silencio con el que Daniel se protegía.
-No puedes, ¿verdad? Debe haber un gran caudal de soberbia en ti. Si deseas te puedo ayudar, pero si quieres seguir sufriendo respetaré tu decisión.
La palabra soberbia vagó durante un largo rato a través de la mente de Daniel mezclándose con un fuerte sentimiento de vergüenza.
-¿Cómo podrías ayudarme?
-Pareces arrepentido Timi, ¿realmente lo estás?
-Sí, estoy arrepentido y avergonzado por haberme enojado y haberte lastimado. Créeme Sith, ¡no soy malo! … sólo soy orgulloso.
-Lo sé. Si fueras una mala persona no estarías junto a mí en este preciso instante, ni habrías entrado al jardín. Querido Timi sé lo difícil que es para ti admitir que cometes errores y que eres tan humano como todos, pero si buscas en tu corazón, encontrarás allí la fuerza necesaria para poder derrotar al orgullo del cual eres prisionero. Pide ayuda a tu corazón, no a tu mente.
-Pero es muy difícil -protestó Daniel -yo nunca intenté esto antes. ¿Por qué tiene que ser tan difícil?
-Porque se requiere de una virtud que pocos poseen: la humildad.

Sith miró a los ojos de Daniel con infinita ternura. Sus palabras, eran lo que Daniel precisaba para recobrar su valor. Nunca se había sentido tan contenido y cuidado. Acababa de descubrir a Sith y ya lo consideraba su amigo.
Sith le tomó las manos para serenarlo y con dulce voz dijo: -Vamos Timi, debes sanarte, yo creo en ti y apuesto que hay mucha fuerza y mucho amor en tu ser, ¡tú tienes que descubrirlo!
Daniel cerró los ojos y respiró hondo llenando de oxígeno sus pulmones para luego exhalar todo el aire muy lentamente. Ahora que estaba preparado para pedir disculpas por primera vez exclamó con firmeza: -Lo siento Sith, perdóname por favor.

-¡Lo lograste Timi, lo lograste! -Sith estrechó con fuerza a Daniel entre sus brazos -¿Cómo te sientes?
-Muy contento querido amigo. Tú sí que me hiciste sudar.
-¡Oh Timi! -exclamó Sith bromeando -No te enojes conmigo por favor. Somos amigos, ¿verdad?
-Amigos -afirmó Daniel dándole una palmadita en el hombro -amigos para siempre.
Algo había cambiado. El hechizo del jardín del silencio acababa de romperse. Las hojas de los árboles danzaban mecidas por una suave brisa que formaba remolinos de arena sobre el camino. El faldellín de Sith ondulaba al paso del aire y de su cabello emanaba un perfume dulzón. Con los ojos suavemente cerrados parecía disfrutar tanto de la brisa fresca como de ese jardín moribundo.
-Tú has transmutado la energía del jardín, tú embelleciste este paisaje; es tu obra, mírala.

Daniel se sorprendió al oír esas palabras. No las comprendía; sólo una cosa era clara: el lugar ya no era el mismo, percibía más luz, más sonidos, más vida. Él tampoco era el mismo.
Ante sus ojos apareció de golpe una elegante ave zancuda. Daniel aprovechó para observarla minuciosamente mientras el ave se iba acercando al estanque en busca de agua. Su plumaje era blanco a excepción de la cabeza, el cuello y la cola que eran de un color negro brillante. No era más alto que un ganso doméstico (tan común en las aldeas árabes) El pico curvo y acerado le confería un aspecto amenazante.
-Timi, no te muevas ni hagas ruido -le susurró Sith al oído -Permítele beber.
Daniel presentía que el ibis, inmóvil junto al estanque, lo observaba detenidamente. Experimentó un terrible escalofrío al descubrir que el enorme pájaro tenía una mirada severa igual a la de su padre.
Los dos niños esperaron pacientemente que el ibis saciara su sed. Cuando acabó de beber se encaminó lentamente hacia el sendero de adoquines que atravesaba el jardín. Pasó junto a Sith ignorándolo por completo.

Daniel lo acompañó con la mirada hasta que desapareció. Luego Sith explicó: -Es un ibis sagrado. Se dice que el dios Tot se sirve de estas aves para conocer el comportamiento de los hombres. No hay que despertar ninguna sospecha aunque no podamos esconder nuestros pensamientos porque el ibis conoce el corazón de los que vivimos en Kemet.

-Pensé que era tu mascota o algo así.
-No, yo no tengo mascota. Meriyet Kebit -mi media hermana -cuida de un cervatillo y yo lo quiero como si fuese mío.
-Ya veo. Yo tenía un hámster que largaba un olor inmundo, hasta que un día lo metí en el lavarropas y adiós bicho…
-¿Se murió? -preguntó Sith ingenuamente.
-¿Y qué te parece? Quedó hecha un trapo la rata. Yo sé que las ratas nadan, pero justo me tocó una que no sabía nadar. No te apenes por la rata Sith, era inmunda. Cambiando de tema, ¿quién te cuenta esas historias?
-Séndal …
-¿Es tu papá? ¿Tu padre te da bolilla? … mirá vos. Extraño tu viejo.
-Séndal no es mi papá, ya te dije que es mi tutor. Él todas las noches antes de dormir me cuenta las historias que su padre le contaba. Sabe muchas cosas y es muy bueno conmigo -Sith prosiguió con entusiasmo -¿Sabes?, Sendi no se va a la cama hasta que yo no me duermo, y se queda arrodillado junto a mi lecho tomándome de la mano y contándome cuentos o cantándome canciones.
-Ah sí, ¿y tu padre dónde está? ¿Vive contigo?
-Sí, pero es un hombre muy ocupado. Tiene un trabajo muy importante y está la mayor parte del día de aquí para allá. No le queda mucho tiempo para compartir conmigo.
Sith hizo una pausa. Trataba de justificar a su padre y de esa forma mitigar, aunque fuera un poco, todo el dolor que la situación le provocaba. Las últimas palabras fueron un susurro.
-Hace cuatro días que no lo veo…

Páginas: 1 2 3

Whatsapp
Telegram