El bocio de la reina Cleopatra
Por Eduardo Sánchez Pons
11 abril, 2011
Moneda de la reina Cleopatra VII, mostrada con el característico bulto del bocio en el cuello.
Modificación: 5 agosto, 2020
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Cleopatra, la última reina de Egipto y la séptima con este nombre en la corte ptolemaica, es sin lugar a dudas una de las mujeres más célebres de la historia. Gobernó en Egipto entre los años 69 y 30 a.C. y su biografía ha inspirado a pintores, novelistas, cineastas… . Entre los de mayor prestigio destacan: «Antonio y Cleopatra» (1606-1607) de William Shakespeare, «Todo por amor» (1678) del autor teatral inglés John Dryden y «César y Cleopatra» (1901) del dramaturgo George Bernard Shaw.

Tal es la fama de Cleopatra VII que es fácil confundir la realidad con la ficción. Su apariencia ha sido alabada por poetas y literatos como genuino exponente de belleza femenina y de la sensualidad. Por eso las investigaciones sobre su aspecto que han venido realizándose han sorprendido al mundo. Ya avisaba en la antigüedad el escritor Plutarco, que alababa la inteligencia de la reina y su capacidad para hablar en muchas lenguas; sin embargo, afirmaba que su belleza no era tan «incomparable como para causar asombro».

<<Su belleza, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación, y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje>>. 

Aunque buena parte de las imágenes conservadas de la reina son atribuidas y realmente no ese está plenamente seguro de la identidad de la representada, y otras muchas son tan idealizadas que apenas permiten identificar unos rasgos personales, es en las monedas acuñadas durante su reinado donde podemos observar mejor las peculiaridades de su rostro.

En ellas pueden apreciarse  variaciones a los largo de los años, siendo las más antiguas y del inicio del reinado las que muestran un rostro más rostro más carnoso, de formas más suaves y redondas. Un moño bajo recogido con una cinta, pelo aparentemente rizado, ojos grandes, mentón prominente y nariz aguileña. Con el tiempo los rasgos se hicieron más duros y su nariz aún se marcó más, aunque los grandes ojos siguen mostrando una expresión firme.En el cuello un abultamiento resulta llamativo. Efectivamente, parece tratarse de bocio, una enfermedad que fue endémica en su época; esto puede comprobarse observando las colecciones de monedas helenísticas o romanas, donde no sólo reproducían con bocio los perfiles de los reyes que realmente los tenían, sino que incluso existen medallas de dioses o semidioses representados con bocio. Hasta es posible que se consideraba un signo de belleza.

Solo queda a los estudiosos reflexionar, sobre cómo hubiera cambiado el final de la soberana egipcia, de haberse conocido los síntomas de su enfermedad, y los trastornos que ocasiona al carácter. Quizás, si la ciencia de entonces, hubiera contado con el desarrollo de hoy, o Cleopatra perteneciera a nuestra época, un buen tratamiento para su bocio, podría haber frenado sus impulsos evitando su suicidio a los 39 años, dejándose matar según una antigua tradición, por la picadura de una serpiente.

 

Autor Eduardo Sánchez Pons

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