Covadonga Sevilla
Por Laura Di Nóbile Carlucci
1 enero, 2011
Modificación: 14 febrero, 2017
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Covadonga Sevilla es Doctora en Historia Antigua por la Universidad Autónoma de Madrid y desde hace años se dedica a la docencia en esa universidad. Ha participado en numerosas excavaciones tanto en Egipto como en los Emiratos Árabes Unidos y Siria, y es co-editora de la revista Trabajos de Egiptología. Papers on Ancient Egypt.
En la siguiente entrevista nos cuenta cómo comenzó ese interés.

Covadonga, ¿Cómo empezó tu pasión por la historia antigua y qué te llevó a estudiarla?
Cuando tenía diez años, la profesora de Historia del colegio nos explicaba las culturas antiguas a través de los viajes que ella había realizado. En ese curso, 5º de Educación General Básica, Elena despertó mi pasión sobre todo por Egipto y Grecia.
Con el paso de los años, mi pasión se convirtió en vocación. Ya desde muy pequeña me encantaba leer historias mitológicas para niños de todas las culturas antiguas, pero la egipcia se convirtió en la más apasionante. Un tío mío también tenía un gran interés por Egipto y, como sabía que me encantaba, me regalaba libros. De hecho, hasta empezar los estudios universitarios me estuvo dando incluso algunos de su biblioteca. Cuando inicié la carrera ya tenía muy claro a lo que me quería dedicar. Por una parte, la especialidad de Historia Antigua y, por otra, tener experiencia arqueológica; así que me apunté tanto al trabajo de campo que, inicié en Cuéllar, como al de laboratorio.

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¿Era fácil dedicarse a la Egiptología? ¿Y ahora?
La verdad es que no. En ese momento sólo había dos egiptólogos españoles afincados en nuestro país: Mª Carmen Pérez Die en Madrid y Josep Padró i Parcerisa en Barcelona. La licenciatura de Geografía e Historia no tenía asignaturas específicas por lo que, para especializarse, había que salir al extranjero a estudiar. Todos necesitábamos alguna ayuda, bastante difícil de conseguir porque el tema de tesis no resultaba de gran interés, sobre todo para tener las antiguas becas de investigación. Esa era mi situación. Conseguí la beca del Ministerio de Asuntos Exteriores y fui a estudiar a Bruselas. En familias medias como la mía no podían ayudarnos a costear estudios con la Erasmus, surgidas en aquellos momentos, u otras becas, porque el dinero no pagaba ni siquiera el alquiler de una habitación en una residencia de estudiantes. Aun no llegando económicamente ni a mediados de mes, la vocación y la ilusión –juvenil– era tan fuerte que nada importaba. Con el abono de transportes y “comiendo lentejas cuatro días seguidos” yo estaba feliz en las clases y en la biblioteca.
Hemos tenido la suerte hoy en día de que los planes de estudios que se fraguaron en 1994 incorporaron algunas asignaturas de Egiptología; escasas, pero fue un comienzo importante. Algunos de los que nos habíamos especializado pudimos entrar con contrato en universidades y otros medios científicos como museos o el CSIC. Lo que nosotros no habíamos tenido, egiptólogos españoles, a partir de estos momentos cambió. Éramos ya unos cuantos, dedicados a distintas materias y periodos y, al menos, nuestros estudiantes podían contar con una ayuda y un consejo que antes había que buscar en el extranjero. La situación mejoró cuando empezamos a organizar congresos nacionales (1998) y a ponernos en contacto con especialistas a los que conocíamos sólo de nombre o a través –qué absurdo– de congresos internacionales.
Después empezaron a surgir posgrados y másteres especializados, por ejemplo en Barcelona. Hoy en día tenemos la gran suerte de que nuestros estudiantes puedan trabajar con otros colegas españoles, con intercambios y codirecciones de tesis, becas internas, de participar en cursos específicos que además se convalidan con créditos académicos, de formar parte de misiones arqueológicas españolas en Egipto, del apoyo que vienen proporcionando asociaciones de egiptología por toda España… En fin, la situación ha cambiado radicalmente, aunque como también ocurre en otros muchos países, la salida laboral es poco menos que imposible. Se están formando magníficos especialistas que después no encuentran un trabajo relacionado con sus estudios. No sólo ocurre, evidentemente, en nuestra disciplina. Pero dedicarse a algo tan específico y lejano como el Egipto antiguo es casi una quimera.

Has mencionado los libros. Sabemos que hace unos años había una gran dificultad en localizar obras interesantes, sobre egiptología, en España. ¿Piensas que el tema ha mejorado o que no se publica lo suficiente aún?
En relación a lo que he comentado antes, se empiezan a publicar libros y también artículos realmente interesantes y buenos, que trascienden nuestro país. Creo que la egiptología española se ha fortalecido y consolidado enormemente, como se ha podido ver en los últimos congresos internacionales, en los que ya no se puede obviar la excelente labor de mis colegas hispanos y que ha merecido el reconocimiento de nuestro mundo científico.

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Tu tesis doctoral es sobre las Divinas Adoratrices, tema interesante pero no muy conocido. ¿Porqué lo elegiste?
Me gustaba mucho el tema de la realeza egipcia y, sobre todo, en el Primer Milenio. Mis tutores belgas, H. de Meulenaere y R. Tefnin, me sugirieron trabajar sobre la mujer en esa época y mi interés se centró en las denominadas Esposas del Dios Amón quienes, en este momento, asumieron el principio femenino de la realeza faraónica, con un dominio temporal –controlar el enorme poder que habían adquirido desde el Reino Nuevo los altos sacerdotes del clero tebano– para el que se elaboró paulatinamente una teología que partía de los precedentes que ya había puesto en marcha la reina Hatshepsut varios siglos antes.

Has excavado en varios yacimientos. Cuéntanos algo, por favor.
Cuando terminé la carrera, la Dra. Pérez Die me ofreció excavar en Heracleópolis Magna. Mi ilusión era enorme ya que era la primera vez que iba a Egipto, a trabajar sobre el campo y la misión estudiaba los momentos que más me gustaban: el Tercer Periodo Intermedio y la Época Baja. Se trataba, además, de una necrópolis reutilizada sobre todo para enterrar a niños muy pequeños. Tuve la gran suerte de contar con unos compañeros excepcionales tanto desde el punto de vista profesional como personal. De ellos aprendí muchas cosas. Me gustó especialmente trabajar con una antropóloga física que me enseñó muchos aspectos relacionados con la anatomía humana, las enfermedades que había padecido esa población, la terrible tasa de mortalidad infantil en edades muy prematuras, la esperanza en el Más Allá a través del enterramiento de los niños con pequeños amuletos protectores y con un fragmento de plato y otro de vaso para que pudieran subsistir en el reino de Osiris.
Dejando de lado lo que siempre llama la atención de la cultura egipcia, pirámides, templos y tumbas de reyes y nobles, la excavación de Heracleópolis nos acercaba a la gente corriente y a sus expectativas. La verdad es que me resultó apasionante y también muy emocionante. Llegué incluso a excavar el cuerpo de una mujer embarazada, enterrada con el feto. Trabajé tres años en Heracleópolis y después fui a estudiar con la beca a Bruselas. A mi vuelta, me contrataron en la Universidad y debido a la época del año en que se excava en Egipto y en Oriente en general, me fue imposible volver.
Años más tarde, y sin coincidir con las clases, pude también excavar con la misión del Dr. Joaquín Córdoba en los Emiratos Árabes Unidos, un poblado seminómada, y dirigí durante varios años el equipo español de la Misión Euro-Siria en Tell Beydar, una ciudad del Tercer Milenio, en la que también acudí a excavar y a trabajar el material en varias ocasiones.

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Cuéntanos alguna anécdota que recuerdes de esas excavaciones.
Una anécdota o una maldición. Cuando excavaba en los Emiratos Árabes en el año 2000 empecé a ponerme muy roja, con la cara y las manos muy hinchadas. Tuvieron que llevarme a urgencias a Dubai. ¿Cuál es el colmo del arqueólogo?: La alergia al sol. A partir de ese día y hasta hoy, tengo que ir totalmente tapada, con guantes y pañuelos de algodón que no dejen un atisbo de piel a la vista. Cuando volví del hospital, los obreros, muy cariñosos, me plantaron en la arena, al lado de la cata, una sombrilla de rayas azules y blancas. Yo, que necesito palpar la tierra y “rebozarme como una croqueta”, me vi obligada a ver la excavación debajo de la sombrilla a partir de las diez de la mañana. Vamos, como si estuviera en la playa, rodeada de arena, o aún peor, ¡como si fuera una arqueóloga del siglo XIX!

Conocemos tu participación en varios congresos nacionales e internacionales. ¿Consideras interesante acudir a ellos?
Creo que la participación en los congresos es muy importante, sobre todo cuando estamos en un proyecto o una investigación en curso. Es fundamental contar con el intercambio de ideas y la colaboración con otros especialistas del mismo tema. Ahora esto es mucho más fácil que hace varios años. Los avances informáticos en todos los campos permiten una relación rápida con otros egiptólogos y un acceso a piezas o a bibliografía muy específica que antes obligaba a viajar al lugar en donde se encontraban.

¿Recomendarías a los estudiantes que asistieran a los congresos?
Creo que para los estudiantes es fundamental acudir a los congresos. Supone conocer la investigación más reciente de forma directa por los propios especialistas. Además, es un momento que se puede aprovechar para tomar contacto personal con los egiptólogos que están relacionados con su tema de trabajo. Si aún están terminando la licenciatura o están en doctorado, el acercamiento al mundo profesional es una experiencia muy enriquecedora para conocer su funcionamiento.

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En los últimos tiempos, las noticias sobre hallazgos en Egipto surgen muy a menudo. ¿Piensas que han influído en los estudiantes a la hora de elegir una carrera? ¿Se ha notado un aumento de matrículas en asignaturas relacionadas con el tema?
Sí, por supuesto. En los últimos años los estudiantes han manifestado un interés creciente por los estudios de Egiptología. Todo ello viene favorecido por la gran cantidad de noticias que surgen en los medios de comunicación. La difusión por Internet de diarios de excavación, las visitas virtuales a las colecciones de los museos y los foros, son también factores que influyen en un acercamiento mayor al Egipto faraónico. Además es importante el número creciente de asignaturas que encontramos en los nuevos Grados.

Seguramente más de un estudiante que lea esta entrevista se preguntará sobre qué tiene que estudiar una persona que quiera dedicarse a la egiptología
Los estudios básicos tienen que ver, lógicamente, con el Grado de Historia o de Ciencias de la Antigüedad, así como másteres de posgrado que estén en relación con el mundo antiguo o Egipto en particular. Sin embargo, hoy en día, la disciplina es tan amplia y específica, que es muy importante la “transversalidad”. Esta palabra se ha puesto muy de moda actualmente. Si alguien quiere trabajar sobre la medicina, el derecho, la filología o la astronomía –por poner sólo algunos ejemplos–, la metodología es diferente y creo que deben ser especialistas en estos campos, con un conocimiento amplio de la cultura egipcia, los que realicen estos estudios tan concretos.

Covadonga, muchísimas gracias por este rato.


Entrevista publicada en la sección ‘Entrevista egiptológica’ en el Boletín informativo de Amigos de la Egiptología, BIAE 72, octubre-diciembre 2010: https://egiptologia.com/biae-numero-72-octubre-diciembre-2010/

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