Busto de Ankhhaf
Por Susana Alegre García
1 enero, 2012
Busto de Ahkhhaf
Modificación: 23 abril, 2020
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Época: Dinastía IV (2613-2498 a.C.)[1]
Material: Caliza con estuco prolicromado
Dimensiones: Altura máxima: 50’48 cm
Lugar de conservación: Museum of Fine Arts de Boston
Procedencia: Tumba de Ankhhaf en la Necrópolis Este de Guiza (G7510)

El 8 de febrero de 1925 un equipo de la Universidad Harvard y del Museum of Fine Arts de Boston, bajo la dirección de George A. Reisner (Fig.1), descubrió los restos de la tumba de Ankhhaf. Este príncipe, hermanastro del faraón Quefrén, debió disfrutar de una vida acomodada en el ámbito de la corte y ostentó diversos cargos entre los que destaca el de visir. La autoridad y protagonismo alcanzados por el dignatario se hacen patentes en las dimensiones privilegiadas de su mastaba en Guiza[2], la segunda mayor en la necrópolis, aunque su capilla de culto fue localizada en un estado bastante arrasado[3].

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Fig. 1. Vista frontal del busto de Aknkhhaf. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Pero el tiempo milenario mostró cierta benevolencia y permitió que los arqueólogos localizaran un busto magnífico en su interior, una pieza que no tiene parangón y que es una de las creaciones más singulares legadas por el arte del Imperio Antiguo. Desde que el llamado “busto de Ankhhaf” fue expuesto al público por primera vez en el Museum of Fine Arts, en 1927, ha despertado gran interés y sorprendido a quienes lo contemplan.

Uno de los aspectos más llamativos de esta obra es el hecho de mostrar con gran verismo a un hombre de edad avanzada, pero al que se representa con los brazos cortados cerca de los hombros, a una altura por encima de la establecida por el corte inferior que se sitúa justo por debajo del pecho. Se trata de un tipo de busto que aparentemente se asemeja a representaciones como la que muestran a Idu (Fig. 2) o a Neferseshemptah rematando su estela de falsa puerta (Fig. 3). Pero estas obras ciertamente presentan algunas características bastante distintas, siendo cronológicamente posteriores, y discrepan en aspectos tan cruciales como en el hecho de no ser piezas exentas sino altorrelieves de gran volumen. De modo que el busto de Ankhhaf es un auténtico unicum en el arte del Antiguo Egipto, debido a su tipología y a su extraordinaria realización.

Fig. 2. Estela de falsa puerta de Idu. Dinastía VI. Guiza. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/A3/A3522_NS.jpg

Fig. 2. Estela de falsa puerta de Idu. Dinastía VI. Guiza. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/A3/A3522_NS.jpg

El busto de Ankhhaf se encontró en una de las cámaras de adobe de la mastaba en la que el personaje debió encontrar su última y eterna morada. Apareció tumbada sobre su espalda (Fig. 4) y junto a una especie de pedestal de adobe de 82 cm de alto (Fig. 5). Parece factible imaginar que la obra en la antigüedad pudo estar colocada sobre este pedestal, mirando hacia el Este[4]; es decir, hacia la dirección por donde podría llegar un visitante a la cámara en la que se localizaba y, además, hacia la simbólica fuerza regeneradora del sol del amanecer.

Fig. 3. Estela de falsa puerta de Neferseshemptah. Dinatía VI. Saqqara. Foto en: www.taringa.net/posts/imagenes/5163755/Antiguo-Egipto-antiguas-fotos_.html

Fig. 3. Estela de falsa puerta de Neferseshemptah. Dinatía VI. Saqqara. Foto en: www.taringa.net/posts/imagenes/5163755/Antiguo-Egipto-antiguas-fotos_.html

En 1991 Andrew Bolshakov publicó la hipótesis de que quizá en lo alto del pedestal se habría instalado una especie de segunda pieza del busto[5] (de la que durante la excavación no se identificó ningún resto), que mostraría parte del tórax (puede que hasta la cintura) y completaría los brazos (ver Fig. 6). El busto, por tanto, podría haber descansado sobre una base y mostrar a Ankhhaf tal vez con los brazos extendidos como los de Idu (tumba que se encuentra próxima a la mastaba de Ankhhaf y a la que pudo servir como referente). De este modo, colocada sobre el pedestal y encajada en el soporte, la obra habría quedado prácticamente a la altura de la mirada de quienes accedían a la capilla y, además, Ankhhaf mostraba una actitud que implicaba una búsqueda de interacción. El impacto efectista, en medio de la penumbra, debía resultar sobrecogedor; más aún teniendo en cuenta el naturalismo sensacional conseguido en el rostro de la obra.

Fig. 4. Fotografía realizada durante la excavación al ser localizado el busto de Ankhhaf. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/C10/C10885_NS.jpg

Fig. 4. Fotografía realizada durante la excavación al ser localizado el busto de Ankhhaf. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/C10/C10885_NS.jpg

Aunque en general el estado de conservación del busto de Ankhhaf es bastante bueno, ya presentaba algunos golpes cuando fue localizada. Destaca la fractura situada en la frente, así como la que afecta a la nariz y a la barbilla. Las orejas han desaparecido totalmente y hay zonas en las que se ha desprendido la capa de estuco. Algunos son daños aleatorios producidos por el paso de los milenios, aunque otros parecen realizados con violencia en algún momento del pasado y tal vez provocados por actos vandálicos  en la tumba (como apunta A. Bolshakov)[6]. Al estado actual de la pieza hay que sumar los desperfectos provocados por los cambios de temperatura y humedad (aunque desde 1938 se expone en una vitrina con climatización controlada), así como el efecto de bienintencionadas restauraciones que con el tiempo pueden ser fatídicas y acarrear todavía más problemas de cara a la preservación[7].

Fig. 5. Descubrimiento del busto junto el pedestal. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/B5/B5602_NS.jpg

Fig. 5. Descubrimiento del busto junto el pedestal. Foto en: www.gizapyramids.org/media/studies/B5/B5602_NS.jpg

Ciertamente el busto de Ankhhaf resulta bastante frágil debido a la técnica que se utilizó en su realización: fue tallado en piedra caliza y cubierto con capas de yeso que se enlucieron con pigmento. Este estucado se utilizó de modo magistral por el artista que creo la obra, pues sirvió para modelar los detalles y los rasgos que otorgan viveza al rostro del personaje. Así se generaron abultamientos y se suavizaron contornos, lo que consigue que las formas redondeadas imperen en todas las superficies y se generen interesantes difuminados y continuidades en las transiciones de planos. El color tostado con el que se representó la piel de Ankhhaf incrementa aún más el verismo del busto, que, no obstante, ha perdido la pigmentación en los ojos, en las cejas y en el escaso pelo.

Fig. 6. Hipótesis de reconstrucción de busto en la supuesta base sobre el pedestal. Ver en A. Bolshakov, “What Did Bust Ankhhaf Originally Look Like”, BMFA 37 (1939), p. 13, Fig. 10.

Fig. 6. Hipótesis de reconstrucción de busto en la supuesta base sobre el pedestal. Ver en A. Bolshakov, “What Did Bust Ankhhaf Originally Look Like”, BMFA 37 (1939), p. 13, Fig. 10.

El busto muestra a un hombre en cuyo aspecto hacen mella los efectos de la edad. Ankhhaf tenía la frente ancha y despejada, lo que se agudiza con las amplias entradas que hacen evidente la pertinaz calvicie. Aunque no se conserva la policromía, los límites del cabello quedan perfectamente delimitados por un borde en relieve que recorre la zona alta de la cabeza y que perfila las patillas (Fig. 7). El límite del pelo también se hace patente en la zona de la nuca, donde incluso se adivina un cambio en las texturas entre el cabello y la piel (Fig. 8). Llama la atención que la espalda del personaje también fue muy cuidada en su realización, marcándose la forma de los omoplatos y el hundimiento central en la zona de la columna. No es muy frecuente que la escultura egipcia en piedra dedique tantos detalles a esta parte del cuerpo, pues muchas veces la espalda viene interrumpida por al presencia de una pilastra dorsal. En el busto de Ankhhaf, sin embargo, la espalda, como el resto de la fisonomía del personaje, fue mostrada con gran precisión.

 Fig. 7. Detalle del busto. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Fig. 7. Detalle del busto. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Ankhhaf aparece sin ningún tipo de ornamento, no luce collares ni ropajes que realcen su aspecto o incidan en la relevancia de su estatus. Se le muestra de un modo austero, con los hombros y pecho desnudos, marcándose bajo la piel, muy sutilmente, los huesos de las clavículas. No obstante, el cuello ancho y la forma algo abultada de la papada, hacen pensar en un leve sobrepeso.

Fig. 8. Busto visto por detrás. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Fig. 8. Busto visto por detrás. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Pero lo más magnífico es la manera en que fue plasmado el rostro. La capacidad técnica del artista que realizó esta obra le permitió captar una cierta flaccidez en las mejillas, así como bolsas en los párpados y ojeras marcadas. La boca es seria y solemne, completamente recta y con una comisura realzada por las leves arrugas que se prolongan hacia la nariz. Se trata de una boca elegante, algo rehundida si se observa de perfil (Fig. 9), y con una curva bajo el labio inferior que se funde con la barbilla y que ayuda a destacarla. Una boca realizada de un modo magistral pero que parece denotar, en su gesto, una cierta severidad.

Fig. 9. Busto visto de perfil. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Fig. 9. Busto visto de perfil. Foto en: www.mfa.org/collections/object/bust-of-prince-ankhhaf-45982

Las cejas, casi imperceptibles (aunque su suave perfil posiblemente se realzó con pintura en la antigüedad), parecen fruncirse levemente en el ceño. Los ojos, en los que quedan leves restos de policromía oscura en las abultadas pupilas, tienen una vivacidad especial quizá generada por las bolsas y arrugas que los rodean. Los rabillos de estos ojos, que los prolonga sutilmente, tienen una forma un tanto lánguida. Todos estos detalles intensifican enormemente la fuerza de la mirada, pero igualmente le otorgan una especie de matiz triste. De hecho, el conjunto de la obra parece irradiar una cierta amargura, que se combina magistralmente con la altivez propia de un príncipe.

Fig. 10. Sala del Museum of Fine Arts de Boston donde se exhibe en la actualidad el busto de Ankhhaf. Foto Jaume Vivó.

Fig. 10. Sala del Museum of Fine Arts de Boston donde se exhibe en la actualidad el busto de Ankhhaf. Foto Jaume Vivó.

El busto de Ankhhaf, loado por su naturalismo, presenta un auténtico desafío pues para algunos es la representación de un hombre duro que con aspecto retador recibía a quienes accedían a la capilla de su tumba; otros ven a un hombre melancólico pero torturado por algo que le azota silenciosamente; otros adivinan un sentimiento de dolor pero al que el personaje se sobrepone con serenidad o quizá resignación. Sea como sea, contemplar esta obra sin parangón nunca deja indiferente. Lo cierto es que Ankhhaf es tan real, tan próximo, tan humano, que resulta en su expresión tan enigmático como profundo e inaccesible.


[1] Sobre la cronología exacta de la mastaba de Ankhhaf y el busto existen disparidades. Algunos autores la asocian al reinado de Quefrén, otros a un período tardío en el reinado de Quéops, otros consideran que encaja mejor con el estilo de Didufri e incluso atisban parecidos entre este faraón y los rasgos físicos de Ankhhaf… Sobre algunos de estos puntos de vista y en relación a esta problemática ver por ejemplo: W. S. Smith, Ancient Egypt as represented in the Museum of Fine Arts, Boston, 1960, p. 43; C. Ziegler, La statuaire privée en el catálogo de la exposición L’art égyptien au temps des pyramides, 1999, París, p. 103; L. Flenye, “Mastabas of Ankh-haf (G7510) and Akhethetep and Meretites (G7650) in the Eastern Cemetery at Giza: A Reassessment” en The Archaeology and Art of Ancient Egypt, CASAE 36, 2007, pp. 291-303.
[2] Ver en B. Porter, R. L. B. Moss, Topographycal Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs and Paintings III: Memphis I, Abu Rowash to Abusir, Oxford, 1994, p. 196.
[3] El cuerpo central de la mastaba mide aproximadamente 100 m. de largo por 52 m. de ancho. Y posiblemente tenía una altura de unos 10 m. La construcción era de caliza, al igual que la primera fase de la capilla, a la que se añadió una ampliación realizada en adobe.
[4] Sobre las circunstancias del descubrimiento y el emplazamiento junto al pedestal ver D. Dunham, “The Portrait Bust of Prince Ankh-haf” BMFA 37 (1939) pp. 41-46. Accesible en www.gizapyramids.org
[5] Ver en A. Bolshakov, “What Did the Bust of Ankh-haf Originally Look Like?”, JMFA 3 (1991) pp. 5-14. Accesible en www.gizapyramids.org
[6] Resulta tentador buscar en estos golpes infringidos con violencia sobre la obra algún tipo de paralelismo con las mutilaciones sufridas en obras como las cabezas de sustitución, tan propias de Guiza, y que se han explicado como parte de un proceso ritual (ver en R. Tefnin, Art et Magie au temps des Pyramides. L’enigme de les têtes dites “de remplacement”, Monumenta Aegyptiaca 5, Bruselas, 1991). Sin embargo, ciertamente se tratan de obras muy distintas y con funcionalidades aparentemente también distintas.
[7] Ver algunos de estos aspectos en S. Gänsicke, P. Hatchfield, A. Hykin, M. Svobod y C. Mei-An Tsu, “The Ancient Egyptian Collection at the Museum Of Fine Arts, Boston, Part 2, A Review of Former Treatments at The MFA and Their Consequences”, JAIC 42, 2003, pp. 193-236.

 

Artículo publicado en BIAE 76 (2011)

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Autora Susana Alegre García

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