Atón: Politeísmo y Monoteísmo
Por Rosa Mª Bustos Ramos
21 marzo, 2000
Akhenatón y Nefertiti realizando ofrendas a Aton. Foto: Susana Alegre García
Modificación: 16 mayo, 2020
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Si entramos a analizar la naturaleza de la religión egipcia, podemos llegar a preguntarnos si era monoteísta o politeísta, aunque esta pregunta parece absurda considerando la multitud de divinidades que componen el panteón egipcio, y sin embargo los egiptólogos han discutido desde hace más de un siglo este problema.

Existen diversas opiniones, como la de Erik Hornung que propone una explicación a la aparente contradicción que existe entre un pateón formado por múltiples dioses y los numerosos documentos que parecen referirse a la existencia de un dios único. Otros autores han afirmado que puesto que durante el Imperio Nuevo Amón y otros muchos dioses y diosas son frecuentemente considerados como divinidades solares, semejante asimilación es el producto de una visión panteísta. El panteísmo sería una característica esencial de la concepción egipcia de la divinidad. Por ejemplo, Ptah-Sokaris-Osiris es un ser percibido de manera panteísta que rige y engloba todo».

Politeísmo y Monoteísmo

Las divinidades egipcias se funden, se identifican unas con otras o, como también se ha dicho, un dios habita en otro. El dios solar Re es el centro de numerosas combinaciones sincretistas que reúnen su nombre al de otras grandes divinidades, por ejemplo, Re-Atum, Sebek-Re, Khnum-Re, y sobre todo Amón-Re, el dios creador y dios dinástico durante el Imperio Nuevo. Cada dios conserva su personalidad y puede de nuevo manifestarse separadamente o formar parte de otras combinaciones.

Los egipcios intentaron resolver el problema que planteaba la multiplicidad de los nombres y de las formas de los dioses recurriendo al sincretismo, el cual permite combinar divinidades de formas e incluso de sexos diferentes. Por ejemplo Neith-Osiris, Ptah-Sokaris-Osiris, Amón-Re-Horakhti-Atum. Se podría pensar que el sincretismo nos lleva al monoteísmo, pero la realidad es totalmente diferente. En realidad el sincretismo se opone por completo al monoteísmo, ya que en definitiva el sincretismo significa que ningún dios está aislado de los otros. Por lo demás estas combinaciones son precarias y pueden disolverse en cualquier momento, manteniéndose así una fluidez que no favorece en modo alguno al monoteísmo, ya que éste se funda en afirmaciones dogmáticas desprovistas de cualquier ambigüedad.

Hay otra interpretación que es la politeísta-henoteísta, según la cual las expresiones aparentemente monoteístas pertenecen en realidad a un modo de pensar henoteísta. Este término fue inventado por el filósofo Schelling y fue adoptado en la segunda mitad del siglo XIX por varios egiptólogos para describir la adoración de un dios «predominante» en ciertas circunstancias, pero que no es un Dios único. Esta teoría dedica particular atención a la clasificación jerárquica de las diferentes divinidades, las cuales según los egipcios podría ser grandes o pequeñas. El título de «rey de los dioses» aparece refiriéndose a diferentes dioses, como Horus en la pirámide de Pepi I, o a partir del Imperio Medio a Amón; o incluso a Re que preside la asamblea divina y a cuyo lado se halla el visir Thot. El Canon Real de Turín enumera los dioses que reinaron en Egipto en los tiempos primitivos y que fueron sucedidos por una dinastía de espíritus o semidioses, a la que, a su vez, sucedió la primera dinastía humana fundada por Menes.

El uso de este tipo de denominaciones no es la prueba de un pensamiento monoteísta, del mismo modo que la existencia de Zeus, el padre de los dioses griegos, no es una etapa del camino que conduciría del politeísmo al monoteísmo. Cuando lo deseaba, un egipcio podía atribuir a cualquier dios los atributos del Ser Supremo, y cada cual elevaba su plegaria a su dios predilecto que encarnaba, a sus ojos, todo el poder del universo, un dios superior a los otros y a cuyo lado los demás aparecen como rebajados y despreciados.

En cierto modo, se puede considerar que el henoteísmo es un monoteísmo rudimentario, pero, hallándose englobado en un sistema politeísta, la existencia de un dios universal y omnipotente se encuentra relativizada por la muchedumbre de las otras divinidades del panteón. Solo una revolución permite atravesar la frontera que separa el henoteísmo del monoteísmo, dando el paso decisivo que consiste en negar radicalmente la existencia de los dioses complementarios. Esta revolución tuvo lugar a fines de la dinastía XVIII y transformó profundamente las creencias de los egipcios, o por lo menos eso se cree.

La reforma religiosa de Akhenatón

A fines de la Dinastía XVIII la reforma religiosa de Akhenatón fue tan radical y de un carácter tan original que estuvo a punto de asestar un golpe mortal no sólo al culto tebano sino incluso a los fundamentos de la religión egipcia. Akhenatón, hijo de Amenofis III, haciendo uso del enorme poder y riquezas de que disponía, hizo un movimiento osado que se salía de la trayectoria tradicional de los reyes de Egipto: intentó una reforma religiosa.

Fragmento de un coloso de Akhenatón consevado en el Museo de Luxor

Cómo y por qué Akhenatón acabó apartándose de la mentalidad de su época es un misterio que, seguramente, jamás se sabrá. Pero trató de crear un nuevo culto más sencillo a partir de las tradiciones religiosas de Egipto. La teología egipcia se creó en torno a una fascinación por los nombres y las palabras, fruto de ello es una composición que aparece en las paredes de algunas de las tumbas reales en Tebas. Conocida como la Letanía de Re, invoca al dios Sol Re con sus setenta y cinco nombres, los cuales son al mismo tiempo los de otros dioses. Así que él es el cuerpo de Atum, Shu, Tefnut, Geb y Nut, las deidades que representan los principales elementos de la naturaleza.

Dentro de esta modalidad avanzada de juego de palabras teológico, en la que se manipulaban los nombres de los dioses como si fueran entidades lógicas, se buscaba un equilibrio y una armonía de pensamiento en el cual se evitaba, por un lado, la posible incompatibilidad de la multiplicidad histórica de las divinidades, y del otro, la unidad sentida del poder divino. La idea de numerosos dioses estaba contenida en una concha mental de unicidad definitiva cuya esencia era el poder del Sol.

La complejidad heredada de la teología egipcia supuso un desafío a los sacerdotes que lo resolvieron con medios intelectuales, los cuales no profanaban el respeto por el pasado.

Atón: Politeísmo y MonoteísmoAkhenatón bajo los rayos de Atón. Bajorrelieves procedente del conjunto dedicado a Atón al este de Karnak. Foto: Archivo documental AEAtón: Politeísmo y Monoteísmo

Al parecer, Akhenatón halló necesaria la profanación a fin de tomar una resolución de un orden de simplicidad completamente diferente. Sencillamente, hizo caso omiso de la mayor parte del sistema heredado. Pero rechazó el principal añadido al culto del Sol: el dios Amón o Amón-Re de Tebas, el cual tenía apariencia humana. Se borró metódicamente el nombre y la imagen de Amón dentro de una campaña iconoclasta organizada desde la administración. En el lugar que ocupaban todas las otras cosas del pasado, Akhenatón colocó al disco visible del sol, al cual los egipcios generalmente daban un nombre: el Atón. Tenía la imagen de un disco del cual descendían numerosos rayos, cada uno de ellos acabado en una pequeña mano. Como si fuera un rey, a Atón también se le dieron dos nombres escritos dentro de cartuchos. Sus templos habían de ser grandes patios a cielo abierto provistos de altares. Los templos tradicionales envolvían la imagen del dios en la oscuridad y el secreto de salas cerradas. AnAtón se le podía ver directamente en el cielo, sin misterio, y sólo necesitaba los templos por cuanto proporcionaban un marco al boato con que el monarca le rendía veneración. Ello lo realizaba en los «toldos», los altares en forma de plataforma que nos son familiares por los templos funerarios de Tebas.

Akhenatón veía en Atón al creador universal de toda vida y así lo conmemoró en varios himnos que han sobrevivido entre los relieves de las tumbas excavadas en la roca de algunos de sus cortesanos en El-Amarna. Ese sentir no era nuevo en Egipto. Un himno muy conocido, conservado en un papiro en el Museo de El Cairo y anterior al reinado de Akhenatón, se dirige al dios tebano Amón en unos términos parecidos de poder universal e imágenes solares. Lo que diferencia al himno de Akhenatón es la ausencia de alusiones a otros dioses, a quienes en los antiguos himnos se les consideraba aspectos complementarios de Amón.

La originalidad de Akhenatón estribaba en que advirtió la simplicidad de la religión solar y, por eso, la irrelevancia de gran parte del juego de palabras teológico tradicional. El disco solar, desprovisto de rasgos humanos, pasó a ser la única imagen divina en los nuevos templos de Akhenatón así como en la decoración de su tumba en El-Amarna. Fueron desterradas por entero las complejas representaciones artísticas de un universo poblado de seres divinos. Era ya imposible visualizar el nacimiento del faraón como fruto de la unión entre su madre y el dios Sol encarnado en figura humana. El juego lingüístico religioso y sus homólogos pictóricos estaban casi muertos.

La doctrina Atón intentaba lograr enunciados conciso con definiciones finitas sobre la naturaleza de Dios. Atón era una fuerza que presidía con actitud benigna pero de lejos un mundo estable y familiar; no era un dios irascible dispuesto a intervenir en los asuntos del hombre y a dictar su comportamiento. La enseñanza moral estaba arraigada en Egipto desde hacía tiempo y solía ir aparte de la teología, cuyo principal interés era el funcionamiento del universo. La religión de Akhenatón pertenecía a esta tradición: no le interesaba el destino o la condición del hombre, sino la fuente de la vida misma. En Atón encontró una respuesta sencilla y nada intelectual: la fuente no era otra cosa que lo que podía ver por sí mismo, el disco del Sol. El misterio, la promesa de que siempre quedaba algo por descubrir, desaparición de los textos teológicos y de los templos. Akhenatón afirmaba ser el único conocedor de los misterios del Atón, pero, incluso en la intimidad de su tumba en El-Amarna, no podemos detectar signos de nada que no fuese conocido por todos.

Gran templo a Atón en Tell el-Amarna. Foto: Susana Alegre García

El Atón despojó a los egipcios de una tradición de explicar los fenómenos del universo a través de unas imágenes extraordinariamente ricas que, para los que las estudiaban, lograban contener el concepto de que se podía encontrar una unidad, una identidad, entre la multiplicidad de formas y nombres divinos. Akhenatón les estaba diciendo a los egipcios algo que ya sabían, pero de tal manera que perdieron sentido las especulaciones serias.

Es fácil comprender por qué los egipcios rechazaron la religión del monarca a su muerte; había intentado acabar con la vida intelectual. Akhenatón puede resultar un personaje singular y un tanto trágico porque parece que se hubiera percatado de la irrelevancia de gran parte del pensamiento de su época; sin embargo, fue incapaz de reemplazarlo por algo que satisficiera el deseo universal del hombre de una complejidad de ideas. El vacío intelectual que dejó tampoco animó a quienes le rodeaban a trascender los límites de la religión para buscar una explicación a los fenómenos.

No se conocen relatos o tradiciones posteriores que hagan referencia a Akhenatón, y después de su muerte se produjo un enérgico rechazo de sus ideas a la vez que se destruyeron o demolieron sus monumentos. Pasó a ser nadie. Todo lo que sabemos de él proviene de la cantidad absoluta de la obra escultórica de su reinado que las generaciones posteriores reutilizaron en los cimientos de otros edificios, así como de la ciudad entera que fundó en el desierto y que permaneció abandonada hasta su redescubrimiento en la época moderna. Debido a que Akhenatón fue un constructor prolífico no se pudo borrar su existencia, pero ello plantea una cuestión que no se podrá resolver jamás: ¿Akhenatón representaba a una tradición intelectual disidente, reducida y por lo general poco expresiva, si bien duradera? ¿Radica su singularidad en que era rey y, por tanto, fue capaz de llevar una visión alternativa a la esfera pública?. La ausencia de datos paraliza cualquier investigación.

Es imposible encontrar una historia del reinado de este rey que no contenga un elemento de ficción histórica. Al no conocer exactamente lo que ocurrió por ausencia de datos nos encontramos versiones en que Akhenatón aparece como un soñador cansado y lánguido o un dictador, demente, temible y despótico. Si el idealismo religioso nos señala al primero, su actitud ante la misma posición y el mero hecho de que logró lo que hizo nos conducen al polo opuesto. La huida del pasado que protagonizó Akhenatón tenía unos límites.

La monarquía en Egipto estaba imbricada dentro de la teología y Akhenatón no tenía ninguna intención de restar poder al faraón; todo lo contrario. Entre la visión sencilla de un Sol dador de vida a un lado, y la humanidad y la naturaleza del otro, se erigían el monarca y su familia como únicos intermediarios. También aquí hubo una innovación, y es en la representación del rey y su familia que viene abajo la interpretación inocente de la mentalidad de Akhenatón. Se dio un nuevo estilo de presentación a la familia real, en la que la reina principal, Nefertiti aparecía como si tuviera un papel dominante (aunque no se puede afirmar que fuera éste su carácter). Se mezcló misticismo con una informalidad que venía a ser letargo, de una manera que con frecuencia rayaba en lo grotesco, y ajena al concepto que los egipcios tenían de las buenas formas.

Hablar del «misticismo», es en sí, alinearse en una interpretación concreta del por qué se retratan los rasgos del monarca y su familia de la forma que hace que el arte de su reinado sea único. Las ruinas de los templos que construyó en Karnak demuestran que fue algo desarrollado en los comienzos mismos de su mandato. Las peculiaridades suman una relación de deformaciones: largos cuellos que se estiran hacia adelante, mandíbula caída, ojos rasgados, y estómago y caderas abultados. El rey siempre ciñe la corona, pero cuando todas las características se transfieren a los restantes miembros de la familia incluyen además un alargamiento posterior del cráneo. Esta complexión extraña se percibe de modo más impresionante en las estatuas de gran tamaño, pierde bastante cuando se vierte a los relieves bidimensionales de los muros.

Muchos han visto en las deformaciones del cuerpo del faraón un propósito fiel de describir las secuelas de una grave dolencia que padecía. Sin embargo, una alternativa más verosímil es la de que representa una tentativa audaz de retratar a la monarquía como una fuerza cuyas características las apartaban del plano corriente de las experiencias humanas. En Egipto, apenas existía una tradición de usar la escultura para expresar una sensación intelectual más compleja que la de que la fuerza vital que animaba en grados distintos a dioses, faraones y personas corrientes, tomaba forma visible en un cuerpo humano ideal y juvenil.

Lo que normalmente distinguía a la estatua de un dios de la de un faraón o un alto funcionario era el nombre, escrito en algunas partes de la escultura, así como las prendas de vestir y las insignias. No obstante, tenían que ser experimentadas de la misma forma sencilla y algo inocente. Las efigies mismas de Akhenatón eran experimentales y surrealistas, realizadas en un ambiente cultural especialmente impropio. Y un punto básico para evaluar sus intenciones es el de que la tentativa de representa el misterio de una fuerza superior mediante un arte surrealista en vez del juego lingüístico se ceñía a sí mismo y a su familia. La silueta del Atón no encerraba ningún misterio. La fuerza divina que sobrepasa toda comprensión le era revelada a la humanidad a través del representante del Atón en la tierra: el faraón. De ahí el emparejamiento de los cartuchos: los mayores para el Atón, los menores para el rey; el dios y el hijo del dios gobernando al unísono.

Las estatuas colosales del rey se erigían expresándose a sí mismas a través de la forma que tenían. En el arte bidimensional, los relieves de las paredes y las estelas, el grupo de la familia real aparecía retratado en escenas informales y distendidas, pero estas composiciones eran a su vez objeto de la devoción de los cortesanos y los funcionarios. No parece que esta acogedora vida familiar del monarca estuviera destinada a servir de ejemplo a alentar un contacto más estrecho entre la familia real y el resto de la sociedad. Podría creerse perversamente que la utilizaban para colocarles aparte, un grupo entrañable tan perfecto que merecía ser venerado. En las oraciones de los cortesanos, junto a Atón se invocaba a Akhenatón y Nefertiti en calidad de dioses. El nuevo culto no presentaba una vía para la devoción particular entre la gente. Para ellos, no era un culto democrático sino únicamente un foco de lealtad modificado y excéntrico. En la historia del pensamiento se le puede adjudicar un puesto: el primer racionalista, pero también se le puede hacer un hueco en la historia de la política: el de glorioso dictador.

Akhenatón, Nefertiti y tres de sus hijas, en una escena familiar y distendida bajo los rayos de Atón. Foto: Susana Alegre García

La composición de la familia real es de por sí digna de atención. Aparte de Akhenatón, el resto son todas mujeres. Además de Nefertiti, aparecen también seis hijas. Es posible que este grupo exclusivamente femenino sea la fiel representación de toda la familia de Akhenatón. Sin embargo, existen indicios válidos de que Tutankhamón fuese hijo de Akhenatón, aunque no forzosamente por parte de Nefertiti, pues es sabido que Akhenatón tuvo más de una esposa. Si es cierto, la importancia dada a la feminidad podría ser una faceta de la ideología de Akhenatón.

Akhenatón conservó, e incluso le dio mayor realce, a otro concepto religioso tradicional. Era la maat, que puede traducirse por «verdad» o «justicia», y en realidad abarcaba todo el orden correcto del universo. Los egipcios en una de las transformaciones características de una abstracción en algo tangible, convirtieron a Maat en una diosa, la hija del dios Sol Re. Aunque Akhenatón apenas si prestó atención a la diosa misma, empezó a utilizar con regularidad el antiguo epíteto «el que vive de maat» que una vez fuera prerrogativa de los dioses, para describirse a sí mismo. Esta, es una de las expresiones que aparece en las inscripciones de Akhenatón y con estas palabras se da a entender que la «verdad» era la substancia de la cual él se nutría. Aunque el uso corriente que tenía la palabra en egipcio no transmitía la fuerza rígida y compulsiva que posee en el mundo moderno, dado el carácter de los intereses de Akhenatón, estaría mal no querer reconocer que fuera cual fuese la manera en que se podía haber utilizado el término con anterioridad. ahora la «Verdad» estaba en camino de adquirir la fuerza que ha acabado teniendo en los credos actuales.

La primera iniciativa importante de Akhenatón para establecer el nuevo culto se llevó a cabo en Karnak, la sede del culto a Amón. Consistió en la construcción de una serie de templos de con un trazado abierto que resultaría más apropiado para adorar al Sol visible, y decorados con estatuas y relieves en las paredes dentro del nuevo y sorprendente estilo. Toda la operación culminó con una fiesta Sed realizada bastantes años antes de lo que correspondía.

Se han recuperado decenas de miles de pequeños bloques de piedra sueltos procedentes de aquellos primeros templos, así como fragmentos de las estatuas colosales del rey. Quedan dentro del estilo artístico más extremo de su reinado y ponen de manifiesto que aquél ya había sido creado a comienzos del mismo.

En el quinto año de reinado construyó una ciudad real y sede de su culto totalmente nueva: una ciudad edificada en torno a los templos al dios Atón y los palacios de su familia, con el nuevo estilo que podría alzarse sin la sombra de la sobras del pasado. Su nombre era «El Horizonte de Atón». El signo definitivo de la sinceridad de Akhenatón y de su ruptura con el pasado fue la promesa de situar su tumba y la de su familia en las colinas orientales, un nuevo Valle de los Reyes, se esperaba que los cortesanos hicieran los mismo.

Tutankhamón y su esposa, representados bajo los rayos de Atón. Foto: Susana Alegre García

La ciudad fue construida con grandes prisas y la ocupó una población considerable. Tuvo una existencia breve. El faraón murió en el decimoséptimo año de reinado. No está nada claro lo que aconteció seguidamente, pero, al final, le sucedieron Tutankhamón y su esposa, Ankhesenpa-atón, la tercera hija del rey. En el noveno año de reinado, Tutankhamón rechazó las ideas de Akhenatón y se volvió por completo a la ortodoxia religiosa. Esto queda explícito en su decreto por el cual se restablecía el culto a Amón en Karnak.

La preparación de su tumba en El-Amarna demuestra que Akhenatón tenía fe en que la ciudad y sus ideas durarían; pero su fe no tenía razón de ser. Las generaciones posteriores le rechazaron, negando que fuese el rey legítimo, y se referían a él como «el enemigo de Akhenatón» y cosas similares. Él pronto abandono de sus ideas implicó que su ciudad tampoco tenía mucho futuro. Durante un tiempo, probablemente entrado el reinado de Tutankhamón, buena parte de la población permaneció indecisa allí, pero más tarde, exceptuando una zona junto al río, se convirtió en una ciudad desierta.

¡Ay de quien te ataca! Tu ciudad perdura, quien te atacó ha sido abatido… La luz de quien no te conoce se extingue, ¡Oh Amón el devorador! Quien está contigo brilla en el patio del templo; quien te ataca está en la oscuridad, mientras que la tierra entera está en la luz.

 

 

Autora del texto Rosa Mª Bustos Ramos

 

 

(Mejora de SEO/Readability/Presentación/ Ilustración… 16 de mayo de 2020. No hay cambios en contenidos)

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