Algunos comentarios sobre la «Administración Regia» durante el Reino Antiguo (Segunda Parte)
Por Jorge Roberto Ogdon
20 abril, 2003
Modificación: 21 abril, 2020
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[Continuación § 1. La «Administración Regia» Central]

Es destacable que, a mediados de la Dinastía V, hayan surgido los «sacerdotes» (hem.u-necher) como un «grupo social» definido, que poseía su propia estructura jerárquica. Los sacerdotes tenían, sin embargo, un «Supervisor de Sacerdotes» (imy-ra hem.u-necher), cuya jurisdicción no se limitaba a un culto en particular, sino que incluía a todos los portadores de dicho cargo en un distrito determinado.

De ahí se desprende que los asuntos «religiosos» eran regenteados regionalmente y no por culto individual, como será la práctica corriente en tiempos posteriores: tan sólo en la Dinastía VI tardía aparece el oficio de «Supervisor de Sacerdotes» en relación con un culto específico. El decreto de Neferirkare podría considerarse un hito en el desarrollo que hizo que los «sacerdotes» se independizaran, en cierta forma, del estricto control de la Administración y lograran una «individualización» de su profesión. La base legal de su estatus tan peculiar respecto de otros «grupos sociales», parece que no fue el hecho de realizar las ceremonias «religiosas, sino el de ser los responsables del gerenciamiento de las propiedades divinas, que llegaron a adquirir un carácter casi «extra-territorial» respecto de las obligaciones fiscales impuestas a los bienes inmuebles y muebles.

Mastaba de Ajtihotep y Ptahhotep (II) Thefi. (D 64). Puerta falsa situada al oeste de la sala de ofrendas de Ajtihotep

Mastaba de Ajtihotep y Ptahhotep (II) Thefi. (D 64). Puerta falsa situada al oeste de la sala de ofrendas de Ajtihotep.

Cuando esto ocurrió finalmente, durante la Dinastía VI, y la sustracción de los cultos religiosos a la supervisión de la Administración y al cobro de tasas fue un hecho consumado, el cual fue ayudado por las tensiones socio-políticas prevalecientes por entonces, los templos de culto divino cobraron una importancia superlativa y sin precedentes, pues condujo al progreso y consolidación de centros regionales cuasi-independientes y acumuladores de un enorme poder económico, y, por ende, político. A su vez, la remisión de la autoridad regia sobre los templos locales condujo a la quita de recursos económico-financieros indispensables para la Administración y el funcionamiento «aceitado» de la Sociedad. Ignoramos porqué los reyes mantuvieron inalterable esta muy desfavorable política para sus erarios y su autoridad. Por lo que se percibe actualmente, la fundación y progresiva independencia de los centros de culto divino, especialmente en las provincias meridionales, terminó siendo un genuino búmerang para quienes creyeron que, de ese modo, mantendrían la unidad y el respeto hacia la «Gran Casa» (per-âa).

§ 2. La «Administración Regia» Pronvincial

Cuando intentamos compenetrarnos con las formas de la Administración en las «regiones provinciales» (los Nomoi o «Nomos» de los griegos), es necesario subrayar que la «arqueología urbana» del Egipto Faraónico, y, especialmente la del período bajo análisis, se encuentra en un estado incipiente, y que la evidencia, en este sentido, es más que insatisfactoria, ya que son muy pocos los asentamientos excavados, y, los que lo fueron, lo han sido en forma parcial. A este panorama desalentador hay que sumarle el hecho de que no podemos pensar – ni proponer – en el contraste urbano~rural como lo hacemos en términos modernos, ya que ignoramos completamente si los antiguos egipcios siquiera llegaron a plantearlo. Sin embargo, los documentos escritos dejan entrever que existió una «política regia de urbanización nacional» – por decirlo de algún modo -, de la cual, obviamente, desconocemos sus motivaciones y modos de implementarla, aunque el término niu.ut maau, «villas nuevas» – ¿no nos recuerda a las «nouvelles villes» creadas alrededor de París? – es bastante específico como para dudar de su existencia.

Si consideramos la presencia de restos urbanos correspondientes al Reino Antiguo, nos encontraremos con la desagradable sorpresa de que solamente contamos con cuatro de ellos, no todos en condiciones de proveernos de información útil a nuestros propósitos. Estas «ciudades» son, a saber:

1. Hieracónpolis (Nejen)

2. Abidos (Abdyu)

3. Edfú (Behedet Shemâ)

4. Elefantina (Abu)

Vemos que las mismas se ciñen al Alto Egipto, y que para nada contamos con datos acerca del área del Delta o Bajo Egipto (excavaciones en Tell Basta y Mendes han probado la existencia de ocupación humana estable, pero todavía los testimonios son muy exiguos). No todas estas ciudades cuentan con la misma cantidad ni calidad de documentación. Si se comparan aquellas donde los «límites» de la urbanización pueden ser delineados fehacientemente (e.g. Hieracónpolis; muralla del R.A. = 200 x 300 metros.), con las ciudades del Mundo Clásico y Moderno, resultan bastante pequeñas, lo que, para algunos especialistas, es un reflejo de la demografía de la época, y aceptan un máximo de un millón y medio de almas como población total. Debemos confesar que cualquier número de esta naturaleza es total y meramente hipotético. Tal dimensión poblacional ha llevado a considerar que el «programa urbanístico» de la Corte se distribuía irregularmente por el territorio bañado por el Nilo, y que respondía al modelo «tradicional» de las «sociedades preindustriales»: a partir de un conglomerado de regulares dimensiones, se distribuían, campo adentro, numerosas «aldeas rurales» de menor tamaño. Muy por el contrario, datos ciertos que se han conseguido respecto de la ciudad de Menfis, aunque parciales, enseñan que la distribución demográfica era más bien uniforme. Si vemos un mapa de los centros urbanos «rurales» principales, notaremos una distribución escalonada uniformemente a lo largo del río. Las excavaciones prueban un fuerte impulso a la expansión urbana durante todo el período, al menos en el Alto Egipto; algunos piensan que se debe al desarrollo de la autonomía regional creciente.

Complejo Funerario del rey Userkaf. Dinastía V. Vista sudoeste de la Pírámide de Userkaf

Complejo Funerario del rey Userkaf. Dinastía V. Vista sudoeste de la Pírámide de Userkaf.

Un hecho significativo parece ser el del reducido tamaño de los centros de culto divino regionales con respecto a los dedicados al culto funerario del soberano, que eran anejos a sus complejos piramidales: tal costumbre nació a fines de la Dinastía I (tempus Hor-Qaâ) y se mantuvo invariable hasta el Reino Nuevo. Debemos advertir, pese a ello, que, debido a la escasez de documentación pueden cometerse serios errores de apreciación; p.ej., los templetes de Teti y Pepi I excavados en Tell Basta, fueron vistos por su descubridor, el Dr. Labib Habachi (en 1957) como el núcleo antiguo del «Gran Templo» de Bastet, cuando, en realidad, son las «mansiones del ka» (hut-ka) de esos monarcas, y, por lo tanto, construcciones secundarias respecto del verdadero edificio principal (A. el-Sawi, en 1979). Es de notar que pocos textos mencionan el establecimiento o ampliación de templos de culto divino durante el Reino Antiguo. La Piedra de Palermo conserva registros de importantes donaciones territoriales, a partir de la Dinastía V; p.ej., bajo Neferirkare: «Año I. El Rey del Alto y Bajo Egipto ha hecho como su monumento para: La Ennéada en la Mansión de las Escrituras Sagradas y el Dominio de las Estelas del Dominio ‘Neferirkare es uno amado de la Ennéada’, en el distrito de Menfis: un terreno de 3 aruras y 3 ja, bajo (la autoridad de) la Capilla meret (del Complejo Piramidal) ‘Neferirkare es una Manifestación (ba)’…». Destaquemos que, en este caso – como en muchos otros -, las donaciones territoriales se hacen en favor de deidades estrechamente relacionadas al dogma teológico soberano, como Ra, Ptah, Hathor, Nejabit, Edyo (o, Uadyet), etc., revelando que, en un principio, los «dominios religiosos» fueron establecidos por la Corona como una extensión de la autoridad regia y como un medio de manutención de sus «agentes estatales». De esta manera, el «templo divino» no era sino un centro de influencia áulica en la localidad donde era instaurado: los numerosos ejemplos de estatuaria regia procedente de templos regionales parecería avalar esta postura; p.ej., Hieracónpolis, Dendera, Coptos, etc. Y eran los templos divinos los que regulaban y administraban la atención del culto funerario de los notables provinciales: si bien datados en el Reino medio, los llamados Contratos de Asiut, refrendados por el nomarca o gobernador, Hâpydyefa, con los sacerdotes del templo del dios Upuaut, así lo demuestran.

Se acepta que los cambios en la titulatura de la Administración en las provincias del Alto Egipto responden a circunstancias políticas trascendentales. En la primera mitad del Reino Antiguo estuvo a cargo de varios funcionarios, posiblemente para evitar la acumulación de poder en una sola persona, los cuales eran designados y mantenidos por la Administración Central; p.ej., el caso de un tal Necherâperef, sacerdote de Snofru, que, al mismo tiempo, era «Supervisor de Comisiones en Coptos, Hu y Dendera». A partir de mediados de la Dinastía V, y a lo largo de la VI, aparecen, y se perpetúan, los «gobernadores de provincia» o nomarcas, oriundos de las regiones que administran, que reciben el título grandielocuente de «Gran Jefe del Distrito» (hery-tep âa sepat), atestiguado por primera vez durante el reinado de Teti (inicios Dinastía VI), en el área de Edfú, y que, posteriormente, se extendió al resto del Alto Egipto. Este evento aconteció paralelamente a la aparición de los grandes cementerios nobiliarios, donde se inhumaban esos notables y sus entornos. Ha llamado la atención que los jerarcas, en su mayoría, no porten cargos «administrativos», sino de carácter «religioso»; p.ej., «Sacerdote de Hathor» (Nibunysut), «Inspector de Sacerdotes de Nejabit» (Nefershemen) y «Gran Sacerdote de Nejabit» (Kamisu). El título de «Gran Sacedote» de un culto regional empezó a ser usado por los nomarcas del Alto Egipto, conjuntamente con el de «Gran Jefe del Distrito», durante la Dinastía VI. En dos ocasiones, estos gobernadores fueron enterrados en Saqqara, el cementerio regio menfita, aún cuando tenGan jurisdicción sobre Abidos y el nomo tinita: ¿un retorno al sistema antiguo de gobierno? O, ¿una muestra de favor soberano por servicios o lealtades excepcionales?

Complejo Funerario del rey Unis (Onos). Dinastía V. Vista noreste de la Pirámide y el Templo Funerario de Unis

Complejo Funerario del rey Unis (Onos). Dinastía V. Vista noreste de la Pirámide y el Templo Funerario de Unis.

Una indicación que apunta a la creciente dependencia de la Corona respecto de los distritos provinciales, está dada por las listas de «dominios piadosos» que figuran en los sepulcros nobiliarios del Alto Egipto que, curiosamente, están localizados en el Delta, denotando que los grandes magnates regionales poseían propiedades y personal alejados de sus lugares de origen y ejercicio de funciones. Esto les daba el control de extensas «comunidades rurales», con todo el poder y riqueza que ello implicaba: ¿es de extrañar que, luego de un reinado tan prolongado como el de Pepi II, los jerarcas más poderosos hayan pretendido retar a la autoridad regia, como nunca antes lo habían hecho? El fin del Reino Antiguo, muy seguramente, no se debe únicamente a las extraviadas políticas soberanas que condujeron a socavar su erario y su autoridad a nivel «nacional», sino a muchos otros factores – entre ellos, los cambios climáticos que determinaron desecamiento y Nilos bajos -, muchos de los cuales quizás permanezcan ignorados por nosotros para siempre.

Bibliografía selecta

n.b.: En esta oportunidad, hemos desistido del sistema de notas a pie de página, para no abrumar al lector con infinidad de citas especializadas. Hemos preferido dar una lista de libros y artículos donde todos los temas y documentos discutidos podrán ser consultados.

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NOTAS

[*] Especial para Amigos de la Egiptología. © 2000, Jorge Roberto Ogdon.
Queda hecho el depósito que marca la Ley N° 11.723. Es propiedad.

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